viernes, 14 de mayo de 2021

Los riesgos de hacer lo que no conviene

José Joaquín Mira





Fuente: The New Yorker
En todas las disciplinas encontramos alguna pregunta en busca de respuesta que destaca sobre todas las otras preguntas, pero sin que por ello se le encuentre una solución adecuada. El tratamiento correcto, en la persona adecuada y en el momento apropiado (adecuación terapéutica), es uno de esos santos griales que afecta, en este caso, a las disciplinas sanitarias.

La sobreutilización de los recursos sanitarios constituye un problema universal que, conceptualmente, profesionales y pacientes entienden con facilidad, pero para el que no existen respuestas sencillas. Así que seguimos sin saber bien cómo abordarlo.

En España, la colaboración de las sociedades científicas y el Ministerio de Sanidad dio pie a identificar un conjunto de prácticas (indicaciones terapéuticas o diagnósticas) que debían evitarse (los denominados “No hacer” de la iniciativa Compromiso por la Calidad de las Sociedades Científicas), una campaña con la que se buscaba incrementar la calidad de la atención sanitaria, reducir sobrecostes innecesarios para destinar recursos donde verdaderamente se necesitaran y hacer lo posible para evitar una situación paradójica: que algún paciente sufriera algún daño por un tratamiento o una prueba diagnóstica que no se le debía haber indicado. Es decir, el colmo (en negativo) de la calidad: hacer mal algo que no era necesario hacer.

La frecuencia de estos “No hacer” y sus sobrecostes ha sido estudiada en otros países, fundamentalmente en los países anglosajones. Los estudios sobre la frecuencia con la que los pacientes sufren algún daño en el curso de un tratamiento innecesario han sido, sin embargo, escasos hasta ahora y aún menos frecuentes en atención primaria.

En Nueva Gales del Sur (Australia), el estudio de Tim Badgery-Parker et al., publicado en 2019, ha puesto de manifiesto lo que era un secreto a voces: las indicaciones de tratamientos y pruebas diagnósticas innecesarias no son inocuas y ponen en riesgo a los pacientes. En concreto, el porcentaje de estas indicaciones innecesarias que terminan causando daño a los pacientes osciló, en este estudio, entre el 0,1%, en el caso de las endoscopias, y el 15%, en el caso de la reparación endovascular de aneurismas.

En España se ha señalado recientemente que las prácticas de escaso valor en atención primaria (relacionadas, por ejemplo, con la prescripción de benzodiacepinas, antibióticos, hipolipemiantes, paracetamol…) se resisten a reducirse y llegan a afectar a tres de cada cuatro pacientes en tratamiento. Estas prácticas, curiosamente, afectan más a mujeres que a hombres, sugiriendo que puede existir un sesgo de género en la base de algunas de estas indicaciones. Además, hemos comprobado que un 5% de estos casos, que no deberían haberse producido según las recomendaciones de las sociedades científicas, daban lugar a eventos adversos evitables. La mitad de estos incidentes de seguridad causaron un daño leve con impacto limitado en el tiempo, pero casi una cuarta parte tuvieron consecuencias graves. 

La campaña “Elegir sabiamente” (Choosing Wisely) apunta en esta dirección y ha traspasado las fronteras de Estados Unidos y Canadá para implantarse en muchos países, también en España. Ahora bien, una cosa es identificar qué no debe hacerse y otra conseguir que efectivamente no se haga. 

La recuperación del sistema sanitario tras el impacto de la pandemia de COVID-19 va a requerir, entre otras cosas, un uso racional de los recursos de que se dispone. Parece aconsejable empezar a recorrer este camino cuanto antes y un primer paso podría ser recuperar las recomendaciones para implantar una Medicina de Alto Valor (Right Care).

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