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miércoles, 7 de mayo de 2014

Conocimiento cristalino como el agua para la toma de decisiones









Una atención sanitaria excelente es aquella en la que pacientes, profesionales y gestores aplican el mejor conocimiento disponible en la toma de decisiones. Sólo con agentes bien informados se pueden tomar las decisiones adecuadas para un sistema sanitario efectivo, seguro y eficiente. A menudo pensamos que el gran problema del sistema es la falta de dinero, y que sólo dedicando más recursos se podrán resolver los problemas, pero la falta de conocimiento es mucho más preocupante de lo que a primera vista puede parecer.

Sir Muir Gray, Chief Knowledge Officer del National Health Service (NHS), utiliza un símil que me parece muy acertado: "Hace falta conocimiento tan limpio y cristalino como el agua que bebemos si lo que queremos es tomar las decisiones adecuadas". Pero la realidad actual es muy diferente porque bebemos de fuentes de conocimiento contaminado.

Vean a continuación la lista de impurezas, o 7 pecados capitales, tal como los presentan Gerd Gigerenzer y Muir Gray en el libro "Better Doctors, Better Patients, Better Decisions" (ver cita al final del post):
  1. El sesgo en el patrocinio de la investigación biomédica que prioriza los beneficios de las compañías por encima de las preguntas relevantes para los pacientes.
  2. La falta de transparencia en la publicación de los resultados de la investigación por parte de los investigadores, con la connivencia de las grandes revistas biomédicas.
  3. El sesgo en la información y la publicidad que reciben los profesionales por parte de la industria.
  4. El sesgo en la información y la publicidad de los medios de comunicación que, en materia de salud y atención sanitaria, llega a los ciudadanos.
  5. Los conflictos de intereses, no sólo de los profesionales asistenciales, sino también del resto de protagonistas de la cadena: investigadores, grupos de expertos, etc.
  6. La práctica de la medicina defensiva.
  7. Los déficits en competencia estadística o "innumeracy" de los profesionales asistenciales, los gestores y los ciudadanos, la cual es aprovechada para distorsionar la percepción de los beneficios y riesgos.
El fruto de esta contaminación de las fuentes del conocimiento es el derroche de recursos en pruebas y tratamientos innecesarios (y a menudo nocivos), en proyectos de investigación poco o nada relevantes o en la puesta en marcha de programas sanitarios que no aportan valor a la salud de las personas, por poner tres ejemplos. Muir Gray hace una comparación muy pedagógica cuando dice que la primera revolución en la mejora de la salud de las poblaciones vino de la mano de los epidemiólogos que combatieron enfermedades transmisibles como el cólera con el tratamiento del agua potable y la mejora de la higiene ambiental, y que ahora, necesitamos una nueva revolución para tratar el conocimiento como, afortunadamente, ya se hace con el agua: filtrándolo y canalizándolo para que llegue a los grifos de los que beben los gestores, los profesionales y los ciudadanos, en condiciones para ser utilizado con seguridad en un entorno de toma de decisiones compartida. 

La atención sanitaria debe desarrollarse en sistemas y redes basadas en conocimiento relevante y de calidad en las que el paciente sea el protagonista. La responsabilidad de filtrar, canalizar y distribuir el conocimiento no se puede dejar a los individuos. Según Muir Gray "la ignorancia es como el cólera que no puede ser controlado individualmente y requiere esfuerzos organizativos por parte de la sociedad para combatirlo". 


Hoy he hablado del diagnóstico de la contaminación de fuentes de conocimiento, el tratamiento de este asunto lo dejo para el próximo artículo.


Bibliografía:

Gigerenzer G, Muir Gray JA. Launching the century of the patient in: Better Doctors, Better Patients, Better Decisions Envisioning Health Care 2020. Cambridge Massachussets, 2011.

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