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miércoles, 14 de mayo de 2014

Incubaba el huevo de la muerte blanca








Maria Mercè Marçal (1952-1998) era una mujer polifacética y una poetisa extraordinaria, muy especialmente para mí. Murió a los 46 años de un cáncer de mama, y ahora Sílvia Pérez Cruz ha musicado: "Incubaba el huevo de la muerte blanca", un de sus maravillosos poemas que describe de qué manera ella se enfrentaba a la muerte blanca:

           No llores madre por mí, madre,
           No llores por mí madre, llora conmigo.

Maria Mercè Marçal era capaz de sintetizar un mundo en un verso, o en un fragmento de un verso: llora conmigo. Llora conmigo para compartir la incertidumbre (el miedo o el dolor):

           Que tu llanto rompa con el mio la red
           bajo mis pies vacilantes
           en el trapecio
           donde me contorsiono
           cogida en la mano del estupor
           de la sombra. 



Esta podría ser una buena definición de las necesidades de un paciente en las fases finales de la vida, una delicada aproximación a los cuidados paliativos.

"La mirada lateral" asume un cierto ciberfetichismo, o una especie de atracción por lo digital. César Rendueles, en "Sociofobia", hace una crítica lúcida (y a veces feroz) al ciberfetichismo. No estoy seguro de compartir todo lo que dice, aunque quisiera comentar algunos aspectos que me han parecido muy interesantes: no podemos sobrevivir sin la ayuda de los demás (p. 143) y la manera como otras personas dependen de nosotros contribuye a nuestra formación ética (p. 144). Cuidar es lo que nos hace humanos (desde Atapuerca hasta ahora, como mínimo). La era digital mejora la interconexión, pero no sustituye la necesidad de cuidar y ser cuidado.

¿Qué es lo que no puede hacer la digitalización? A partir de las reflexiones de César Rendueles osaría decir tres cosas:
  1. La digitalización no permite captar toda la dimensión de la experiencia de cuidar.
  2. La compresión de los valores del otro es fruto más de un proceso deliberativo que de la interconexión.
  3. La manera de cuidar y el respeto a los valores no se resuelven incrementando la interconexión. Requieren un espacio y un tiempo muy concreto y una aproximación variable que no se puede hacer de una manera racional.
Como decían los clásicos griegos: Nil Nimis (de nada demasiado).

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