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miércoles, 29 de julio de 2015

¿Es posible evaluar la calidad democrática de la gestión clínica?








La gestión clínica es un concepto polisémico, con tantas definiciones como las diversas alineaciones que los aficionados al fútbol pueden hacer en referencia a su equipo predilecto. Cuando cuesta definir algo quizás se puede tratar de identificar cuáles son los elementos esenciales. Para mí está claro que la gestión clínica implica grupos de profesionales y no se entiende sin tomar decisiones. Así, la gestión clínica se podría definir como la forma en que los grupos de profesionales toman decisiones.

Los politólogos nos enseñan que la esencia de la democracia la encontramos en la manera de tomar las decisiones ante problemas complejos. Es una simplificación pensar que la democracia es, simplemente, el gobierno de las mayorías (me parece que todo el mundo estará de acuerdo en que la gestión clínica no es un problema de "mayorías"). La esencia de la democracia radica más en el método (participación) y en la actitud (en la garantía de no arbitrariedad y en el respeto a las minorías). Y en el caso de la gestión clínica, todo ello nos debe llevar a analizar de qué manera abordamos las incertidumbres.

El profesor Quim Brugué, en un capítulo del libro "Participación y calidad democrática" explica muy bien que la democracia deliberativa es una forma de adoptar decisiones a través de un proceso argumentador con la participación de todos aquellos que resultarán afectados por la decisión. El proceso deliberativo incluye la explicación de los motivos y los límites del proyecto (no vale todo), escuchar las razones de todos (deliberación debe servir para minimizar las diferencias y focalizar el esfuerzo común) y garantizar la evaluación y el regreso de la información.

Cuando queremos evaluar un proyecto de los que llamamos de "gestión clínica" no costaría nada hacer un abordaje más general, y analizar la "calidad democrática" del proceso. Parés y colaboradores sugieren cinco elementos a tener en cuenta a la hora de hacer la evaluación (Guía práctica de evaluación de procesos participativos):
  • Coordinación del proceso (hasta qué punto hay liderazgos compartidos).
  • Participantes: muy a menudo se plantea el debate sobre la "representación". Es muy difícil que todo el mundo esté representado en un proceso y es muy difícil decidir qué peso debe tener la representación de cada uno. Los elementos clave son la diversidad (huir del pensamiento único o de la visión única) y garantizar que como mínimo habrá las perspectivas más importantes (aunque sea difícil que sean todas).
  • Temática: la temática debe ser relevante.
  • Método participativo. Contexto en el que se produce el intercambio de puntos de vista.
  • Consecuencias del proceso. Es un elemento clave en la evaluación de la calidad democrática de un proceso participativo identificar claramente cuáles son los resultados obtenidos y de qué manera se hacen llegar a los participantes.
Así, podemos decir que un proyecto de gestión clínica tiene una elevada calidad democrática si se desarrolla en torno a liderazgos compartidos e indiscutibles. Si participan los implicados clave (y no nos olvidemos de la perspectiva del paciente), si la temática es relevante y el contexto permite la deliberación (formato, tiempo y espacio adecuados) y si, finalmente, todo el mundo tiene feed-back.

También está claro que la Gestión Clínica no es un modelo asambleario. La deliberación debe servir para apoyar a quien ha de tomar decisiones. Quim Brugué, en el artículo "Políticas públicas: entre la deliberación y el ejercicio de autoridad", expone claramente que al final de la deliberación hay alguien que tiene la responsabilidad de tomar decisiones. La deliberación siempre se produce a la sombra de la jerarquía: la gobernanza sin gobierno es una fantasía.

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