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lunes, 21 de septiembre de 2015

Lecciones aprendidas después de siete años de Triple Aim








En 2008 los investigadores del Institute for Healthcare Improvement (IHI) propusieron unos principios metodológicos tanto para las organizaciones sanitarias como para los proyectos de salud poblacional, con el fin de que, de manera simultánea, se pudieran mejorar a) la experiencia individual de cada paciente, b) la salud poblacional y c) los costes de la sanidad. Esta propuesta, conocida como Triple Aim, ha sido ya tratada en este blog (véase Triple Aim en las etiquetas).

Ahora, siete años después, un equipo de IHI ha evaluado el impacto de la iniciativa mediante el análisis de 141 proyectos de 10 países diferentes, y de este trabajo me gustaría destacar tres conceptos:

Replicación de mejoras (small theory)

A menudo cuando nos enteramos de alguna mejora que parece prometedora, nos viene a la cabeza una idea fuertemente conservadora, "eso aquí no funcionará." Para ayudar a superar las dificultades en la replicación de mejoras, un equipo combinado de investigadores del Instituto Karolinska, de Robert Wood Johnson Foundation, de IHI y de Harvard Medical School, han desarrollado un modelo que ayuda a conducir las innovaciones hacia a una teoría general a partir de pequeñas experiencias, es lo que llaman small theory. Si, por ejemplo, en un estudio se ha demostrado que un determinado programa formativo para enfermeras de UCI reduce el número de muertes por sepsis (ver Edusepsis), se trata de probar este programa en muchas unidades de críticos de culturas variadas y observar cuáles son los factores que hacen que en unos ambientes se obtengan los resultados esperados (reducción de la mortalidad específica) y en otros no, y a partir de estas pequeñas observaciones en la implementación, se puede ir completando la teoría general sobre cómo lanzar un programa que se amolde a un abanico cada vez más amplio de circunstancias diferentes.


Sistemas integradores

Los analistas de IHI defienden que los proyectos que requieren compartir recursos, si no son capaces de producir integraciones institucionales, siempre difíciles, deben saber sustituir esta limitación por una fuerte voluntad integradora. El código infarto o los comités de tumores serían dos buenos ejemplos de sistemas integradores. En ambos casos la voluntad de los profesionales para conseguir resultados clínicos favorables pasa por encima de las adscripciones corporativas de cada uno de ellos. El consejo recibido por parte de los analistas de IHI es que cuando se ha de promover un proyecto Triple Aim es prioritario integrar los recursos imprescindibles, porque la integración da estabilidad, pero cuando ello, por múltiples razones, no es posible, que de hecho es la mayoría de las veces, la voluntad integradora de los profesionales es un fuerza muy poderosa.

Tres principios para el éxito de los proyectos Triple Aim

Las lecciones aprendidas de los siete años de Triple Aim se pueden resumir en sólo tres principios: a) identificación de la población objeto del proyecto, b) gestión integrada (o integradora) de los recursos imprescindibles, y c) generación de equipos multidisciplinares capaces de aprender de la experiencia y, por tanto, de entrar en procesos de mejora continua.


El modelo actual de provisión de servicios está demasiado estructurado y sufre rigideces que le lastran a la hora de dar respuestas efectivas a muchos de los problemas reales de salud de hoy, y la disrupción deseada debe venir de la mano de proyectos con fuerte liderazgo clínico, objetivos bien definidos y modelos organizativos integradores.


Jordi Varela

Editor

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