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lunes, 18 de abril de 2016

Medicina fragmentada versus trabajo multidisciplinar









Marco Inzitari, en un tuit, ofreció un link a un artículo de British Medical Journal y sugirió que todos los médicos jóvenes (y no tan jóvenes) lo deberían leer. Con este rango tan amplio de edades, me sentí atraído por el aviso y lo marqué. Tres meses más tarde, limpiando la carpeta de likes, he pinchado el link y me he encontrado con un excelente texto de David Oliver, geriatra británico, y he pensado que el Dr. Inzitari hizo bien de retuitearlo.

Explica el Dr. Oliver que, en el contexto de una conferencia sobre cómo deberían ser los hospitales en un futuro (integración de servicios, trabajo multidisciplinar, orientación geriátrica, etc.), alguien levantó la mano y dijo que los médicos no habían estudiado medicina para ahora tener que hacer trabajo social. Con ello me vino a la memoria que, en mis tiempos de director médico, era frecuente que algún jefe de servicio dijera: "Para nosotros esta enferma ya está lista para ir casa, a partir de ahora el tiempo que tarde en hacerlo será cosa del asistente social." La medicina fragmentada siempre actúa de manera tan clara como inefectiva, especialmente cuando se trata de pacientes con necesidades sanitarias y sociales complejas.

Tomen nota de la recopilación que hace el artículo. Son datos que todos tenemos en la cabeza, pero que juntos dan una dimensión de la presión de la demografía sobre los hospitales. Las cifras son obviamente británicas, pero no deben ser demasiado diferentes de las nuestras:
  • Dos tercios de los pacientes que ingresan en los hospitales tienen más de 65 años
  • Una cuarta parte de las estancias hospitalarias corren a cargo de personas con más de 80 años
  • Una de cada cuatro camas hospitalarias está ocupado por alguien con demencia
  • La multi-morbilidad es la norma entre las personas de más de 60 años que van a urgencias
  • Las necesidades sanitarias y sociales complejas son muy habituales en los pacientes en casi todos los departamentos médicos
Dado que en el momento del ingreso la fragilidad es una condición altamente predictiva, y dado que la evaluación geriátrica global es un instrumento que ha demostrado, en un metanálisis de 22 ensayos clínicos, que reduce la mortalidad hospitalaria y los reingresos, quizás va siendo el momento de explicar a los médicos resistentes que dejen de pensar en la dicotomía entre trabajo médico y trabajo social y abracen el trabajo multidisciplinar que planifica las altas hospitalarias de manera coordinada desde el momento del ingreso de las personas con fragilidad geriátrica, complejidad clínica, dependencia para las actividades cotidianas o bien con trastornos cognitivos.

David Oliver acaba el artículo anhelando que en su próxima conferencia encuentre que los médicos, o al menos los más jóvenes, de todas las especialidades, tengan conocimientos rudimentarios de cómo pueden ayudar a las personas hospitalizadas a volver a casa en las mejores condiciones posibles y que asuman que el bienestar de sus pacientes es un asunto también suyo y no de otros.



Jordi Varela
Editor





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