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lunes, 29 de enero de 2018

La medicina preventiva y los ancianos








Es sabido que observar una actitud saludable mejora la calidad y la cantidad de vida. Por lo tanto, como profesionales de la clínica, cuando tengamos cuidado de personas mayores, conviene estar siempre atentos a promover la comida saludable y equilibrada, dar buenos consejos para reducir el sobrepeso, fomentar la actividad física y, sobre todo, echar una mano con la soledad y el aislamiento al que se ven abocados tantos ancianos. Hasta aquí todos de acuerdo, pero el problema se plantea con la actitud de médicos y pacientes ante la medicalización de la prevención, la cual llega a las edades avanzadas como un lastre que las personas arrastran a lo largo de su vida adulta.

Los estudios nos avisan de cifras sobre el consumo de medicina preventiva entre la gente mayor que, como mínimo, invitan a la reflexión y, para hacerlo sencillo, nos centraremos sólo en dos elementos: estatinas para el riesgo cardiovascular y cribados de prevención de varios cánceres.

Estatinas para el riesgo cardiovascular

Para dar una perspectiva, hay que recordar que es reconocido que para personas con riesgo cardiovascular moderado-grave, el consumo diario de estatinas podría asociarse a una cierta reducción de infartos de miocardio a diez o veinte años vista. Con esta información en la cabeza, leemos que en EEUU un 34% de personas mayores de 79 años toman estatinas, mientras que un grupo de investigadores geriátricos suecos ha descubierto que casi un 16% de pacientes mayores continúan tomando estatinas en el último mes de la su vida. Dicho esto, convendría valorar también que esta medicación puede dar todo tipo de malestares osteo-musculares además de acelerar los trastornos cognitivos y, finalmente, aumentar la mortalidad.

Cribados para varios cánceres

Los cribados de los cánceres también juegan con perspectivas largas y, sin embargo, las cifras que nos llegan van en un sentido fuera de toda lógica. Por poner un ejemplo (hay muchos), en EEUU, un estudio poblacional del National Health Interview Survey (NHIS) recoge que entre un 31% y un 55% del grupo de personas mayores con esperanza de vida inferior a los 10 años, reciben cribados de cáncer (próstata, mama, cérvix y colorrectal).

¿Qué dicen las sociedades científicas?

En un vistazo a Choosing Wisely se observa que hay preocupación de las sociedades científicas de internistas, de geriatras y de nefrólogos para reducir la medicina preventiva inapropiada en ancianos, y viéndolo con más detalle, las tres sociedades vinculan las decisiones de dejar de hacer cribados con la limitación de la expectativa de vida. El problema, sin embargo, detectado por una encuesta realizada a personas mayores en EEUU, es que la propuesta de la retirada de los programas preventivos se percibe como un baño de realidad insoportable. El concepto de esperanza de vida, que tanto gusta a los profesionales, es entendido por los ancianos como una premonición de la muerte, un hecho del que muchas personas, por añosas que sean, no quieren ni oír hablar, sobre todo si se encuentran bien.

¿Cómo afrontar el problema?

Otro estudio norteamericano elaborado a partir de grupos focales de personas mayores de 65 años concluye que la práctica desproporcionada de la medicina que reconocen haber recibido, podría haber sido reducida si un médico de familia de confianza les hubiera tenido en cuenta en el momento de las decisiones. Una idea que centra el dilema en el entorno más personal y, por tanto, lo aleja de las estadísticas sobre expectativas de vida.

La decisión de practicar o no medicina preventiva en ancianos sólo tiene sentido en el marco del profundo conocimiento y reconocimiento entre médico y paciente, en un entorno donde el clínico, con los datos en la mano y con la confianza de ser entendido, pueda decir: "Pienso que esta nueva prueba (o este medicamento) no le ayudará a vivir más y, en cambio, le puede generar problemas que ahora no tiene".


Jordi Varela
Editor

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