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viernes, 28 de enero de 2022

Para mejorar hay que medir, pero con ello no basta

Xavier Bayona
Gota a gota



En la gestión de organizaciones y sistemas sanitarios hay aspectos que nadie discute hoy en día: calidad, seguridad y mejora continua. Para avanzar en cualquiera de los grandes elementos destacados es imprescindible medir, pero ¿medir qué y para qué? En diferentes posts del blog se han hecho reflexiones en torno a diferentes aspectos y, en uno de ellos, el Dr. Varela nos decía “para valorar la calidad de un producto hay casi tantas opiniones como personas, el asunto es mucho más sensible cuando se trata de servicios sanitarios”. 

En el sector sanitario, las baterías de indicadores que sirven para monitorizar calidad y seguridad son a menudo extremadamente extensas. Pocas personas son capaces de revisar los indicadores en toda su extensión y complejidad. Sería importante disponer de pocos indicadores, muy significativos y que midieran el valor salud centrado en outcomes (los resultados en salud que realmente importan). Volvemos a la máxima que reza que “no siempre más es mejor”. Si los indicadores son pocos y robustos (potentes respecto a lo que se quiere medir) mucho mejor.

En respuesta a estas preocupaciones, el Comité de Medidas de Rendimiento (Performance Measurement Committee) del American College of Physicians (ACP) desarrolló unos criterios para evaluar la validez de las medidas de la práctica clínica que se recogen en un artículo del NEJM. A través de este método encontró que tan solo el 37% de los indicadores evaluados de las medidas incluidas en el sistema de pago de incentivos en Medicare tenían todas las características para ser considerados suficientemente válidos.

Criterios de los indicadores de medida del ACP

  1. Impacto clínico significativo
    . La aplicación de la medida dará lugar a una mejora medible y significativa de los resultados clínicos. Descubriremos situaciones de alto impacto cuando exista alta prevalencia, alta morbilidad o mortalidad, alta gravedad de la enfermedad y consecuencias importantes para el paciente o para la sociedad. Por otra parte, el gap de rendimiento se producirá cuando el rendimiento actual no cumpla las mejores prácticas y haya oportunidad de mejora. 
  2. Adecuación. Se refiere a si se utiliza en exceso o no. Si esta utilización es excesiva, la evaluación promoverá la suspensión del uso de una prueba o tratamiento en población general o en determinados individuos donde los daños potenciales pueden superar a los posibles beneficios. Por el contrario, si es poco empleada (infrautilización), la evaluación fomentará el uso de una prueba o un tratamiento en población general o en personas en quienes los beneficios potenciales superen los daños potenciales.
  3. Basados en la evidencia clínica. La evidencia que constituye la base de la medida está claramente definida con referencias adecuadas. Esta es de alta calidad, cantidad y consistencia y representa el conocimiento clínico más actual. 
  4. Claridad. El numerador y el denominador están claramente definidos (cuentan con todos los componentes necesarios para implementar una medida claramente definida). Al mismo tiempo, debe tener validez (la medida valora correctamente lo que está diseñado para medir). Y también es necesario que esté presente la fiabilidad (la medida es repetible y precisa, incluso cuando los datos son extraídos por diferentes personas). 
  5. Factibilidad. Hay que poder medir lo que se quiere medir, hay que indicarlo de forma clara y, al mismo tiempo, el indicador tiene que aportar un retorno (aplicabilidad).

En nuestro entorno nos acompañan y ayudan diferentes agencias de calidad y evaluaciones sanitarias que, con sus informes y recomendaciones, pretenden dar luz a la medida del valor en salud de las diferentes acciones y procedimientos del sistema sanitario. A modo de ejemplo, la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS) publica regularmente artículos, informes y recomendaciones que pretenden realizar una aproximación a la simplificación para la toma de las mejores decisiones, teniendo en cuenta criterios internacionalmente consensuados y promoviendo la participación de profesionales y, desde hace unos años, también de pacientes.

La empresa de construir indicadores que tengan todas las características antes indicadas (importancia, adecuación, evidencia clínica, claridad, validez, fiabilidad, factibilidad y aplicabilidad) no es sencilla. Las agencias de evaluación sanitarias se han especializado en esta labor. Cada vez más, el sistema, los profesionales y los ciudadanos valoran y piden que se potencie la medida del valor salud de los sistemas sanitarios. Invertir en la calidad del sistema sanitario es importante, pero lo es más que la inversión se efectúe con criterio y método para evitar baterías de indicadores de difícil interpretación y que influyan poco en la producción de cambios. 

3 comentarios:

  1. Molta rao. Crec que és bàsic el tema dels indicadors, però tots i totes anem alineats? realment pensem cada cop més en indicadors de la qualitat de vida del pacient o de la seva experiència? potser nosaltres si intentem anar cap a la valoració d'aquesta satisfacció, i a nivell institucional segueixen demanant el colesterol LDL controlat en pacients amb cardiopatia. Potser si cal un canvi global.

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  2. Moltes gràcies pel teu comentari, Teresa

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