Soledad Delgado
Velo de flor
Páginas
lunes, 28 de febrero de 2022
Humanismo y razonamiento frente a la medicina de manual
viernes, 25 de febrero de 2022
Decisiones sanitarias “ruidosas”
Pedro Rey
Comportamiento saludable
Daniel Kahneman |
lunes, 21 de febrero de 2022
¿Es posible humanizar las organizaciones sanitarias?
viernes, 18 de febrero de 2022
Gemelos digitales en el sector salud: objetos, personas y sistemas
Tino Martí
Ex Machina
lunes, 14 de febrero de 2022
10 propuestas para cambiar nuestros hospitales
Nacho Vallejo
Atención integral
La historia del grupo de piratas de la NASA
viernes, 11 de febrero de 2022
En medicina hay demasiado ruido
Paco Miralles
Nos omnes male
lunes, 7 de febrero de 2022
El valor de la actividad clínica se hunde en un mundo demasiado desigual
Editor
Bogotá |
Thomas McKeown, un epidemiólogo británico del siglo pasado, observó que la mejora de las condiciones económicas empujaban el crecimiento y el bienestar de las poblaciones, por encima de la influencia de los avances médicos. Con esta tesis, McKeown tuvo que enfrentarse a la corriente de pensamiento mayoritaria que, en sus tiempos, defendía justo lo contrario. En esta dialéctica entre la visión social y la médica, el epidemiólogo británico contó con notables adeptos, como el austriaco Ivan Illich, un filósofo con posiciones contrarias a las actuaciones médicas poco sustentadas. Para remachar el clavo de la medicina social, en 1981, Marc Lalonde, ministro del gobierno canadiense, propuso que las políticas de salud no deberían ceñirse al sistema sanitario, sino que deberían ampliarse a los determinantes más influyentes, como los sociales, económicos, culturales o medioambientales. A partir del informe Lalonde, la tesis de McKeown ha ido ganando terreno y hoy es universalmente aceptado que los determinantes sociales influyen en un 75% o más en la salud de las poblaciones.