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viernes, 18 de junio de 2021

Subirse al tren de la historia de salud electrónica orientada a objetivos del paciente

Tino Martí
Ex Machina


 

La atención primaria de nuestro país se halla en una buena situación en cuanto al uso de la historia clínica electrónica. La digitalización de la historia clínica comenzó a finales del siglo pasado y se desplegó en su totalidad en la primera década de este. Tal es el avance de las estaciones clínicas que se utilizan hoy en día que ya piden a gritos una actualización tecnológica, funcional y de usabilidad, pero cambiar de sistema es complicado y muy costoso, por lo que es fácil esperar que sólo se cambien cuando la versión tecnológica ya no dé más de sí.

Recientemente, Mònica Almiñana nos puso en la senda de la atención orientada a objetivos (goal-oriented care) en su artículo “Carried me with you: los objetivos de la atención integrada son cosa de más de uno”, que ha suscitado cierto debate vistos los comentarios de varios lectores.

El concepto de atención orientada a objetivos no es estrictamente nuevo. En 1991 se publicaron en la revista Family Medicine dos artículos seminales al respecto. En uno de ellos, Mold et al. definían el modelo de la atención dirigida a objetivos como “la aproximación que utiliza los objetivos vitales y de salud de los pacientes para guiar a los profesionales sanitarios en la cocreación de planes de atención personalizados que dan respuesta a las prioridades, necesidades, preferencias y valores compartidos por los pacientes”.  En los últimos años se ha reavivado su discusión al ser uno de los mecanismos para desarrollar la atención centrada en la persona, superar el modelo biomédico y avanzar en la integración sociosanitaria. 
 
Como bien apuntan los comentarios de los lectores, es difícil avanzar hacia este modelo sin las necesarias palancas de cambio, como pueden ser los sistemas de evaluación y de pago. Pero hoy centrémonos en la palanca de la historia clínica electrónica.

Dirigir la historia clínica a objetivos personales de salud

En Moving from problem-oriented to goal-directed health records, Nagykaldi, Tange y De Maeseneer proponen cinco funciones a tener en cuenta en el rediseño de historiales de salud que pretendan abrazar la orientación a objetivos personales de salud:
  • Elementos de apoyo a la implicación de los pacientes: mediante el perfil principal del paciente, longitudinal y con objetivos de salud, niveles de logro, barreras y facilitadores que ayuden a la toma de decisiones compartidas. 
  • Determinantes personales de la salud: planificador de salud, longevidad, calidad de vida relacionada con la salud, desarrollo personal, contexto social y familiar, voluntades anticipadas.
  • Notas y datos clínicos compartidos: seguimiento de la atención narrada por el paciente e integrando datos de eventos vitales y de salud.
  • Integración e interoperabilidad de servicios y datos: comunicación interdisciplinar e interoperabilidad de datos provenientes de distintas fuentes.
  • Integración de salud comunitaria: detección de datos y señales que den respuesta a objetivos de salud individual y poblacional.   
Algunos de estos factores ya están recogidos en las actuales historias clínicas electrónicas. Véase, por ejemplo, el Plan de intervención individualizado y compartido (PIIC) de la historia clínica compartida de Cataluña. Otros no están aún, pero pueden ser fácilmente incorporables. Sin embargo, los autores consideran que los dos primeros –los elementos de apoyo a la implicación de los pacientes y los determinantes personales de la salud– son los fundamentales para acercarnos al modelo de atención orientada a objetivos y que no están desplegados hoy en día. El desarrollo de estos módulos podría llevarse a cabo también mediante la evolución de las historias personales de salud a las que acceden los ciudadanos, idealmente desde el móvil, dotándolas de mayor nivel de interacción y facilitando la incorporación de datos provistos por el paciente que ayuden a medir el valor de la atención y la toma de decisiones compartidas.  

Dado que las inversiones en sistemas de información son a muy largo plazo, sería conveniente que en el próximo ciclo de renovación tecnológica se invirtiese el tiempo suficiente para su rediseño. La reflexión sobre el modelo de atención y la participación de profesionales y pacientes en el proceso de codiseño pueden ayudar a evitar la perpetuación de esquemas superados y garantizar la transformación más allá de la mera sustitución. Y si el tren ya ha pasado, al menos nos queda el consuelo de que las tecnologías actuales son mucho más dúctiles que antes. 

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