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viernes, 31 de diciembre de 2021

Reprogramar los centros de salud

Salvador Casado





Última luna llena del año. Foto del autor
Nos hemos acostumbrado a que nuestros aparatos electrónicos tengan sistema operativo, una narrativa digital en forma de código que permite que funcionen, sin el cual ni el móvil, ni el ordenador ni el coche se pondrían en marcha, serían solo chatarra. De alguna forma también lo son cuando dicha programación queda obsoleta y deja de ser capaz de manejar aplicaciones o programas diseñados para versiones más actualizadas. En ese momento no tenemos más remedio que cambiar a un nuevo aparato con el último sistema operativo disponible. Obsolescencia programada lo llaman.

Obsolescencia sanitaria

A muchas de nuestras instituciones, empresas y organizaciones humanas les está pasando esto. Elijan la que quieran, por mi parte me centraré en la que más conozco que es la sanitaria. Una estructura humana, tecnológica y organizativa enorme con un gran presupuesto, una ingente capacidad de servicio y un gran sostén social. Sin embargo, llega un momento en que el diseño y la programación originales quedan obsoletos, lo que empieza a sobrecargar y sobrecalentar delicados circuitos, disminuir la capacidad funcional, dar fallos repetidos del sistema, colgarse cada dos por tres y aumentar el malestar de los usuarios. Cuando es un teléfono el que queda obsoleto, lo cambiamos, pero ¿qué hacemos cuando es la sanidad la que se ha vuelto zombi?

¿Inyectar recursos o hackear el sistema?

Los responsables y directivos se muestran incapaces de hacer frente a esta situación, que no puede solucionarse únicamente inyectando recursos. No es un problema de gestión, es un problema de programación, de sistema operativo. Ningún capital humano, monetario, tecnológico que se pueda aplicar a un sistema con programación obsoleta funcionará, como tampoco lo hacen las aplicaciones nuevas en un móvil antiguo que no las soporta. El vino nuevo en odres viejos nunca maridó bien, como saben los que tengan familia en el pueblo o hayan leído el Evangelio. 

Las propuestas de nueva programación son infinitas y cada colectivo profesional tiene las suyas, pero me temo que la cosa no va así. El programador suele ser alguien alejado del usuario (interno y externo) aunque tenga obligación de conocerlas. Por eso solo apuntaré algunas pinceladas para hackear el sistema en espera de que dispongamos de una nueva versión, que puede ser que tarde pero es inevitable que termine llegando. 

¿Podrá el sistema cuidar mejor a los sanitarios?

Por lo que respecta a gestión, priorizaría la atención a los circuitos integrados de mayor calidad del sistema: los profesionales. Y lo haría cambiando el foco desde las métricas de cartera de servicios y programación asistencial, que probablemente se puedan automatizar sin mucho esfuerzo, hacia el cuidado, asesoría y sostén de los profesionales, desarrollando para ellos nuevos servicios que mejoren su desempeño profesional y los protejan de la sobrecarga. Mejorar la gestión de “recursos humanos” y tratar de minimizar el maltrato profesional es fundamental si no queremos quedarnos con profesionales que en buena lógica cambian a puestos de trabajo mejores. 

¿Se apostará algún día por la autogestión?

En cuanto a los centros de salud, permitiría más autogestión de una vez por todas, confiando en que muchas decisiones operativas son más eficaces si se toman desde el nivel que tiene que bregar con las mayores dificultades. Potenciaría un trabajo en equipo real que evite que unos profesionales tengan el doble de agenda que otros y que algo tan evidente como que un paciente sin cita con un motivo de consulta no complicado pueda ser atendido tanto por enfermeras como por médicos sea por fin una realidad. Aunque parezca mentira, en la mayoría de los centros de salud esto sigue siendo imposible. Para compensar, añadiría mecanismos de refuerzo de centros sobrecargados, fomentando una nueva distribución de recursos proporcional al grado de complejidad que cada uno de los mismos afronte, así como otros de solidaridad que permitan que unos centros más descargados puedan apoyar a los que tengan más necesidad.

¿Conseguiremos dar máximo valor a la longitudinalidad?

Dentro de la consulta, la programación debería priorizar ante todo la relación entre profesionales y pacientes, que es el centro de todo el sistema sanitario. Para facilitarla debería potenciarse la longitudinalidad, que se define como el tiempo que un profesional mantiene un destino y una población a su cargo. Esto permite que profesionales y pacientes se conozcan y mejora la información familiar y comunitaria por parte del profesional y la confianza y seguridad por parte del paciente. Esto solo será posible si se incentiva con vehemencia, porque no hacerlo lleva a los profesionales a buscar el cambio para mejorar turno, cercanía al domicilio o disminuir la complejidad del centro de salud. 

¿Asistencia sanitaria tipo “fast food” o “slow food”?

Lo siguiente a priorizar serían los módulos de comunicación clínica y reflexión, algo que precisa tiempo y silencio. Una consulta con una agenda desproporcionada o con mucho ruido de fondo (llamadas, distracciones, pacientes sin cita, urgencias, avisos, compañeros que preguntan, puertas que se abren…) lo impide por definición. Si el módulo de comunicación clínica falla y no hay suficiente escucha será imposible orientar correctamente la anamnesis. Sin una buena anamnesis y el suficiente silencio reflexivo no será posible que el módulo de reflexión oriente bien el caso. La asistencia tipo “fast food” produce gran cantidad de actos al día, pero de poca calidad. Es mucho más rentable priorizar el “slow food” sabiendo que será más eficiente, protegerá al profesional y obtendrá mejores resultados en salud para el paciente y la organización.

Esto puede ser costoso para profesionales que han sido entrenados para desarrollar técnicas diversas, cirugía menor, infiltraciones, ecografía, crioterapia… que dedican un tiempo que no siempre está disponible en una agenda que exceda lo recomendable. No es sencillo asumir una reducción de la cartera de servicios ni del despliegue de habilidades profesionales, pero es necesario aplicar la máxima inteligencia y flexibilidad a la hora de evaluar la practica asistencial de cada cual. Sin un diagnóstico preciso del tipo de práctica, el tipo de centro de salud y el tipo de agenda seguiremos trabajando en modo piloto automático y seguirá creciendo la frustración y el burnout profesional según pasa el tiempo. Quizá una auditoría por pares sea una herramienta útil para realizar este diagnóstico, con apoyo de las unidades de gestión cuando su ayuda sea requerida. 

El despotismo ilustrado en la gestión sanitaria (todo para el paciente pero sin el paciente, todo para el profesional pero sin el profesional) tiene los días contados y es urgente redefinir los roles y las reglas del juego. Si no lo hace la propia organización, lo hará el mercado y, de hecho, ya lo está haciendo compensando la pérdida de calidad del sistema público con un aumento vertiginoso de  servicios y seguros de salud privados. 

La reprogramación más difícil

Reprogramar el modo en que los ciudadanos interactúan con el sistema probablemente sea la parte más difícil, no porque sea compleja sino porque no es políticamente rentable y ningún partido apostará por medidas que le resten votos salvo que se consigan consensos que en el caso sanitario no son sencillos de obtener. Si no se logra que se haga un uso más prudente y correcto del sistema será imposible que este sobreviva. Los sistemas sanitarios tipo “barra libre” como el nuestro no tienen capacidad para asumir todo el malestar de una sociedad, ni tampoco los pequeños problemas de salud inherentes a la vida ordinaria susceptibles de ser manejados con autocuidados. Toda la energía que se dedica a esto se retira de los pacientes más enfermos o potencialmente graves, de los más mayores o los más frágiles. Facilitar que la sociedad lo entienda y asuma su responsabilidad a la hora de usar bien la sanidad es el primer paso para su supervivencia. Si no aprobamos esta asignatura pendiente tendremos que conformarnos con una sanidad zombi que no será del agrado ni de gestores, ni de profesionales, ni de usuarios. 

1 comentario:

  1. A mi juicio esta claro que se necesita organizar la Atencion Primaria de otra forma :
    1) Mas autogestion
    2) Mas acceso a Pruebas Diagnosticas
    3) Mas comunicacion con Atencion Especializada para ser ,de verdad , la puerta de entrada al Hospital
    4) Otro tipo de Organizacion y Programacion de la sistematica de trabajo ( mas asistencia domiciliaria tipo Buurtzorg )
    Y por supuesto , quien toma la iniciativa de la Reforma?
    El Ministerio de Sanidad/ Salud?
    Porque esta claro , que un Servicio de Salud de una Comunidad Autònoma , por muy grande que sea no podra hacerlo sola.

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