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lunes, 4 de abril de 2022

Investigación en salud pública, a propósito del agua

Jordi Varela
Editor



Las pésimas condiciones higiénicas de los barrios obreros que habían crecido a la sombra de la revolución industrial en el siglo XIX, abrieron el paso a las epidemias de cólera, provocando un gran temor popular por la ferocidad de la enfermedad. De entre aquellos innumerables brotes de cólera, vale la pena prestar atención al de Londres de 1854, el cual ha pasado a la historia de la epidemiología gracias a John Snow, un médico que, con su trabajo metódico, consiguió tres hitos trascendentes: encontró el foco de la epidemia, consiguió que el ayuntamiento lo cerrara y creó una metodología cartográfica que, desde entonces, se convirtió en la base de la epidemiología de campo. La crónica dice que la situación fue especialmente crítica en el barrio del Soho, donde murieron setecientas personas en menos de una semana y John Snow, que tenía la consulta cerca de aquél barrio, creyó que ahí debería haber el foco de aquel mal. Conviene recordar que Snow, ni nadie de su tiempo, tenía idea de que las epidemias las provocaban los microbios.

Decidido, Snow compró un mapa del barrio y fue a ver al cura para pedirle que le dejara consultar el registro de entierros con la finalidad de anotar el domicilio de los fallecidos. La parroquia fue, pues, su principal fuente de datos, pero el investigador también contó con el registro de ingresos del hospital del barrio y, cuando la información no cuadraba, hacía visitas de campo para confirmar datos sobre el terreno. El mapa que salió de todo aquello fue tan clarificador que permitió determinar cuál era el pozo contaminante y el ayuntamiento lo clausuró, cortando la expansión de la epidemia. A partir del trabajo de John Snow quedó claro que las ciudades, si querían protegerse del cólera, debían diferenciar los pozos de abastecimiento de aguas potables de las fecales, asunto que hasta entonces no acababa de estar suficientemente claro.

Sorprende que, casi dos siglos más tarde, más de dos mil millones de personas en el mundo carecen de acceso al agua potable y, según la Fundación Bill & Melinda Gates, más de la mitad de la población mundial no dispone de acceso a sanitarios higiénicos, lo que provoca que cada año haya más de medio millón de muertes por diarreas, en su mayoría niñas y niños.

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