El concepto de fragilidad ha sido históricamente muy debatido entre quien se ocupa de la salud de las personas mayores, con diferencias entre mirada epidemiológica y clínica.
Frágil
Para los geriatras, tanto de nuestro país como de EE.UU., los frágiles han sido por mucho tiempo personas con múltiples problemas de salud y a menudo con una discapacidad ya avanzada, como aquellas que se pueden encontrar en los hospitales o en las residencias. La revolución epidemiológica instaurada por
Linda Fried, geriatra y epidemióloga de las más destacadas, que ya cité en el post "
Thinking differently en el envejecimiento saludable", cambió el paradigma a principios de los años 2000.
Traducido con lenguaje llano, indicaba como "frágil" algo con riesgo de romperse, y no que ya está "roto", como en el caso de las personas con discapacidad avanzada que mencionábamos. Así que una persona frágil, según esta visión, es una persona con aparente buena salud, y aún sin discapacidad, que tiene una reducción de las reservas fisiológicas de diferentes órganos y sistemas que la hace particularmente susceptible a descender hacia la discapacidad en caso de insultos de diferente naturaleza (clínica, como una enfermedad, o social, como una viudedad, etc). La detección de fragilidad, en este sentido, se basa principalmente en medidas de rendimiento físico o cognitivo, con un claro objetivo de prevención, ya que está demostrado que la fragilidad es reversible e intervenciones focalizadas (ejercicio físico, nutrición, valoración geriátrica integral) pueden prevenir la discapacidad.