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viernes, 7 de julio de 2017

Spillover knowledge, la asignatura pendiente para la innovación









Nuestro sistema de salud es una fuente generadora de innovación tecnológica en cada uno de sus procesos productivos. Está presente tanto en la reingeniería de una acción cotidiana que optimice el tiempo en la agenda de un profesional como en el diseño de una herramienta que mejore la seguridad del paciente o en las estrategias de consenso de guías clínicas y mejora de la comunicación entre distintos niveles asistenciales. Cualquier proceso de cambio tecnológico o innovación sanitaria atraviesa cuatro etapas que describen su limitado ciclo de vida. 

La fase inicial o de desarrollo suele ocurrir en un marco externo a la práctica estrictamente clínica. La tecnología es diseñada a nivel institucional o bien en el seno de comisiones de trabajo interdisciplinarias que se forman en los equipos sanitarios. La actitud de los profesionales que adoptan esta nueva tecnología suele ser muy entusiasta incluso aunque exista escasa evidencia sobre su efectividad.

En una segunda fase se produce la difusión de la tecnología como consecuencia del trabajo en equipo y del intercambio de información entre profesionales. La literatura científica señala la presión social y la opinión conformada entre el colectivo de profesionales como el elemento más dinamizador de la difusión. Pese a que existen profesionales entusiastas y otros conservadores o escépticos, el imperativo tecnológico predispone a los segundos a usar la nueva tecnología en el mismo momento en el que está disponible.

En la tercera fase se consolida la innovación y se incluye la misma en la práctica habitual. Esto permite que surjan evidencias que cuestionan la propia tecnología con la consiguiente reducción de la efectividad marginal. En esta fase, los profesionales que más la admiran empiezan ya a cuestionar las virtudes tecnológicas.

Finalmente, la tecnología entra en una fase de desilusión y desaparición. En esta situación suelen ocurrir dos cosas: en el caso en el que la tecnología no tenga alternativa, se suele mantener su uso decreciente pese a las evidencias en contra. Si, por el contrario, existe una tecnología alternativa, empieza el ciclo de sustitución de la misma.

El sector sanitario probablemente no reconoce gran parte de las medidas propuestas o implementadas como áreas de innovación porque el propio concepto, con gran impacto mediático, tiende a equipararse a la presencia de nuevas tecnologías, dispositivos o elementos más tangibles que la simple reestructuración de un servicio determinado o los propios consensos clínicos. Sin embargo, con perspectiva histórica, en el ámbito de la salud, el hub tecnológico reside indudablemente en el crecimiento exponencial de profesionales cualificados que conforman el sistema y en la paulatina incorporación del paciente en los procesos de diseño. 

Normalmente cuando una tecnología ha sido impulsada por una gran corporación, se suele compartir entre empresas del mismo sector con complementariedad estratégica, algo que los anglosajones sintetizan con el término spilloverPuede parecer paradójico que, en los tiempos de la información y la inmediatez, el efecto arrastre y la difusión de la innovación tecnología no siempre ocurren con la intensidad, el ritmo y la velocidad en la que esta penetra en la práctica diaria, ni tan siquiera en dispositivos asistenciales de un mismo proveedor de salud. Esto nos debería hacer recapacitar para evitar la confusión entre la existencia o no de innovación en nuestro sistema sanitario y nuestra incapacidad de difundirlo, comunicarlo y adaptarlo a nuestro entorno más inmediato. El spillover es, sin duda, nuestra asignatura pendiente.

Referencias:
  • Dixon, A.S., "The evolution of clinical policies". Med care, 1990; 28(3): 201-220.
  • Schumpeter, J., Capitalism, socialism and democracy. New York: Harper, 1942.

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