Retrato de Jeanne Calment, supuestamente la mujer más anciana del mundo |
No hay ni que decir que la pandemia, aunque transversal, no es muy democrática: todos la sufrimos, pero también ha ampliado claramente las desigualdades socioeconómicas, de género y ligadas a la edad y a la fragilidad. La Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS) ha evidenciado el impacto respecto a las desigualdades socioeconómicas. También es evidente que las mujeres, afectadas especialmente por el cierre de las escuelas y el cuidado de los hijos y con una posición laboral ya previamente en desventaja, se han llevado las peores consecuencias del confinamiento. Además, han tenido que asumir un rol de cuidadoras de sus parejas o de las personas de edad cuando las cuidadoras profesionales han desaparecido debido al confinamiento. Los efectos de la pandemia han sido devastadores para los ancianos en cuanto a incremento de mortalidad, especialmente los más frágiles (personas ingresadas en residencias), con falta de tests diagnósticos y con la aplicación excesivamente frecuente de criterios discriminatorios para acceder a los recursos sanitarios, más todavía en el caso de personas especialmente vulnerables como las que sufren demencia.