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lunes, 30 de marzo de 2020

¿Quién decía que los modelos hospitalarios eran demasiado rígidos?






@varelalaf
A partir de la segunda mitad del siglo pasado, los hospitales se organizaron de manera compartimentada en servicios médicos que, desde entonces, se esfuerzan en defender los límites de lo que les corresponde y de lo que no. Hay que reconocer que este modelo ha dado sus frutos, sobre todo en procedimientos protocolizados pero, por otra parte, somos muchos los que pensamos que tanta fragmentación está siendo un lastre para abordar el tratamiento a los pacientes complejos que requieren evaluación integral y trabajo en equipo multidisciplinar.


La historia de los respiradores y las UCI

Valga esta introducción como punto de partida para recordar qué estaba pasando en la manera de funcionar de los hospitales el día antes de que ingresara el primer paciente con coronavirus. Ahora bien, para entender qué ha pasado después, admítanme retroceder a los años cuarenta, cuando un brote de poliomielitis se extendió por todas partes, también por los Estados Unidos, donde Drinker y Shaw, en la Harvard School of Public Health, diseñaron el pulmón de acero, un respirador de presión negativa pensado específicamente para los enfermos de poliomielitis, la mayoría niños. Aquellos aparatos, a imagen de lo que ocurre ahora, tuvieron un gran impacto en la opinión pública y en el tratamiento sintomático y paliativo de los enfermos, aunque la epidemia no se pudo atacar seriamente hasta que Salk, unos años más tarde, consiguió la vacuna.

Terminada la guerra, John Emerson, también de Harvard, transformó el pulmón de acero en un respirador de presión positiva, una máquina revolucionaria que extendió el uso de la ventilación forzada a otras situaciones clínicas como la anestesia, los pacientes con enfermedades respiratorias graves, los pacientes chocados, los comatosos, los politraumatizados, etc. Entonces, los directivos de los hospitales se dieron cuenta de que no podían formar a todas las enfermeras en el manejo de los respiradores y, por ello, crearon pequeñas unidades de pacientes con ventilación mecánica contando con la adscripción de enfermeras específicamente entrenadas, lo que fue el origen de las primeras UCI, unidades multidisciplinares basadas en la complejidad de los cuidados, y no en otras consideraciones.

El impacto de la epidemia del COVID-19 en la casuística de los hospitales

En plena pandemia del nuevo virus, los hospitales han visto como, en pocos días, les cambiaba la casuística, por lo que muchas de sus actividades más reconocibles, como la cirugía programada o las consultas externas, han retrocedido drásticamente, empujadas por un tsunami de enfermos afectados de coronavirus, que están haciendo necesarias ampliaciones reiteradas de plantas de hospitalización, camas de UCI, hospitalización a domicilio, hoteles y pabellones deportivos, mientras que los respiradores han vuelto al primer plano informativo, como ocurrió en la epidemia de la poliomielitis.

Sorprende como los hospitales han roto esquemas de un día para otro

Ante la gravedad de la situación, médicos y enfermeras han hecho un giro mental espectacular. Han dejado de lado la especialización que tanto les ocupaba y se han activado al grito de: ¿qué se tiene que hacer? Así vemos como, de repente, en las plantas de hospitalización COVID-19, que ya ocupan el 70-80% de las camas hospitalarias, se organizan equipos multidisciplinares donde, bajo la supervisión de neumólogos e internistas, trabajan juntos, y con dedicación plena, digestólogos, traumatólogos, instrumentistas, endocrinólogos, perfusionistas o pediatras, mientras que otros especialistas más alejados de la actividad clínica general, como oftalmólogos o psiquiatras, montan unidades de apoyo o atienden a los pacientes en casa, en los hoteles o en los pabellones deportivos.

En una crisis excepcional, una buena noticia es que los valores esenciales de los profesionales sanitarios han surgido con fuerza, hasta el extremo que hemos visto como se han disuelto capillitas y se ha abrazado, por contra, el trabajo en equipo multidisciplinar, todo ello con una entrega encomiable.

La epidemia de poliomielitis provocó un gran avance en la atención de los pacientes críticos y, si me permiten el paralelismo, esta epidemia de coronavirus debería servirnos para dar un empujón, cuando todo termine, a una manera más colaborativa de tratar a los pacientes complejos, frágiles y vulnerables.

Mi agradecimiento a Antoni Castells, Director Médico del Hospital Clínic y a Cristina Carod, Directora Ejecutiva del Consorci Hospitalari Parc Taulí de Sabadell, por su contribución a los contenidos de este post.




Jordi Varela

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