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viernes, 29 de octubre de 2021

Crisis y oportunidades en la formación de médicos

Gustavo Tolchinsky
Cui prodest





Biblioteca de la Universidad de Bolonia
Parece claro que la  crisis demográfica de la profesión médica ya ha provocado una conciencia de amenaza para la persistencia del modelo de funcionamiento actual. Pero hay algunos aspectos más ligados a la sostenibilidad de la formación de los médicos que si no se atienden con cierta celeridad pueden suponer un problema añadido.

Muchas veces obviamos la formación de pregrado de los médicos cuando buscamos soluciones ante los retos del futuro de nuestro sistema sanitario. Creo que nos encontramos ante un problema cuantitativo y otro cualitativo. Recientemente ha trascendido la noticia de que las facultades de medicina afrontan, debido a la inminente jubilación de muchos profesores, una crisis en el relevo necesario para mantener la estructura docente. La jubilación en sí no sería un problema si no fuera porque va unida a que el proceso para disponer de un profesor acreditado según los criterios de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) –quizás por anacrónico y rígido– impide que las jubilaciones se suplan con la frecuencia necesaria. Una de las controversias más frecuentes radica en el escaso valor que tiene para la carrera docente todo lo que no sea investigación básica, contrariamente a los méritos relacionados con la experiencia clínica y la investigación en este campo. A todo esto se suma que la administración no facilita que se formalicen los procesos de mejora necesarios, por lo que estamos ante una profecía autocumplida.  Este escollo burocrático-académico no deja de ser otra representación de la confusión que hay en torno a lo que se debe valorar en la enseñanza y uno de los sesgos intrínsecos en la formación que nace del proceso de selección por méritos para ejercer la carrera docente. Por lo tanto, conseguir aumentar la proporción de profesores que acceden a la docencia más por méritos clínicos que exclusivamente por los de investigación básica parece no solo necesario, atendiendo a la realidad de lo que sucede en las universidades, sino aconsejable si queremos revertir la brecha entre el currículum académico y la realidad asistencial.

Esto nos lleva a pensar también en otros aspectos más cualitativos, donde el reto es todavía más complejo. Más allá de que la medicina reflejada en los libros se va actualizando de modo vertiginoso, de forma frecuentemente fragmentada, estos conocimientos no son útiles en la población de pacientes crónicos y hemos de tender hacia unas competencias menos compartimentadas. El ejercicio de las actuaciones profesionales es custodiado por los propios profesionales en su desempeño diario y con la transmisión de conocimientos y valores en el currículum oculto, que no viene claramente reflejado en los libros. Por un lado, debido a la jubilación masiva muchos de estos profesionales y transmisores de conocimiento desaparecerán del sistema, muchos de ellos sin que residentes o estudiantes hayan podido heredar esas competencias. Pero, por otro lado, lo que incluso es más preocupante, la erosión causada por la crisis económica, primero, un día a día que generaba más burnout, luego, y la COVID-19, por último, han provocado que ni los valores ni los conocimientos se hayan transmitido en las mejores condiciones y que algunos estudiantes reciban –tal como hemos señalado en este foro– un aprendizaje que contiene tics de desgaste profesional ya desde el principio, vacíos de valores y de implicación con las instituciones. Por lo tanto, no conseguiremos "fabricar" suficientes profesores, no tendremos modelos de profesionales que transmitan aspectos nucleares del ejercicio de las profesiones sanitarias y, finalmente, muchos profesionales empezarán aprendiendo con unos cimientos quizá muy endebles que no ayudarán a cohesionar las profesiones sanitarias y tenderán a diluir el conocimiento.

Mientras se buscan repuestas para mantener la capacidad de seguir creando y transmitiendo conocimiento debemos revisar los modelos de enseñanza. Muchas voces apuntan a las sagradas escrituras curriculares, pero estas, por sagradas, se han convertido en “torres de marfil”. Aquí, al igual que en el conjunto global del sistema sanitario, acometer cambios profundos es tanto o más urgente que seguir impartiendo las materias y añadiendo otras nuevas. Hay que reflexionar sobre la troncalidad, que apareció como un cometa brillante pero se ha perdido en el horizonte y cuya vital importancia invocaba precisamente el Dr. Varela en un reciente post.

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