El funcionamiento de las organizaciones sanitarias es
complejo, más allá de las estructuras arquitectónicas, medios tecnológicos,
sistemas de información y personas físicas requiere del conocimiento de los
procesos, de sus limitaciones y de cómo
favorecer su activación para que incidan sobre los pacientes de manera
favorable. Durante el año muchos profesionales tenemos el privilegio y
la responsabilidad de ver pasar a numerosos estudiantes de medicina y
residentes en formación, que de manera rutinaria vienen a aprender en nuestra
compañía atendiendo al plan formativo diseñado por la facultad de medicina de
turno o la comisión nacional de la especialidad que se tercie.
En más de una ocasión, me he visto repitiendo como un mantra
a los alumnos y residentes, que ellos no vienen a aprender medicina conmigo,
sino para aprender a hacer de médico. Todos somos extremadamente conscientes de
la importancia del buen aprendizaje de los futuros profesionales. Pero para
tener profesionales competentes, es preciso que además de conocimientos, adquieran habilidades y actitudes. El conocimiento y las habilidades se adquieren estudiando y
repitiendo procedimientos que antes hemos visto hacer a otros y se va
adquiriendo destreza en su ejecución. El aprendizaje de la actitud parte de los valores de los
aprendices y se va conformando de manera informal, por
imitación de conductas, por comentarios, pero, pese a su enorme importancia, no
es un objetivo específico ni explicito de la formación, queda como el
denominado curriculum oculto.
En una monografía del Institut d’Estudis de la Salut “El Procés de Socialització del Personal
Mèdic Intern Resident”, coordinada
por la Profesora Marga Sánchez-Candamio, se pone el foco en el proceso de
construcción del “conocimiento”. El estudio, basado en una metodología
cualitativa, intenta abordar el proceso
de convertirse en médico, más allá de lo que implica la adquisición de
conocimientos teóricos y técnicos, que podría darse en un aula. En el entorno
de las instituciones sanitarias se produce la socialización de los MIR, a
través de una “rutinización” de unas conductas y una reafirmación permanente en
la interacción de los individuos.
El repertorio de conocimiento, como lo definen en el
apartado de resultados de la monografía, […es
una acumulación selectiva de conocimientos que presentan el mundo de forma
integrada, y transmiten las objetivaciones del orden institucional a la nueva
generación de MIR. Éste repertorio de conocimiento se transmite de generación
en generación y está a disposición de cada individuo en su actividad diaria, inscrito en conversaciones y en los modelos de
acción preestablecidos a la que los MIR se añaden].
En este aprendizaje informal, se adquieren herramientas tan
potentes como razonamientos de acción preestablecidos, modelos de interacción,
lenguaje propio y común, elementos cognitivos y normativos que legitiman la
práctica profesional como válida y dentro del orden institucional. Todo ello, naturalmente, bajo el potente influjo de la
necesidad de “pertenecer” al grupo en un acto de socialización de unos MIR
jóvenes y que hasta el momento solo habían lidiado con libros y exámenes, y viven
la fascinación de, finalmente, haber llegado a donde pretendían, el inicio de su
deseada vida profesional. Se desglosan además, en la monografía, los laberintos
por los que han de surcar los MIR para evitar implicarse en los problemas
internos de los servicios que les perjudiquen, los enfrentamientos entre
profesionales y buscar las mejores oportunidades formativas y futuro laboral, etc.
En este blog se exponen y analizan las debilidades y
carencias del sistema sanitario frente al nuevo paradigma de paciente, tanto
por su complejidad para afrontarlo desde las organizaciones sanitarias como por
el empoderamiento de éste entre otros. En el reciente tercer congreso de la profesión médica, celebrado el 10 de Noviembre del 2016 en Girona, en las ponencias sobre
Liderazgo, el Dr. Antoni Trilla, remarcaba que hay que introducir en el currículum de medicina la formación en comunicación, gestión, trabajo en equipo, valores, conocimientos humanísticos, aspectos jurídicos, deontológicos y éticos. Queda claro, pues, que hacer funcionar el sistema sanitario
a través de las instituciones sanitarias y guiadas por sus profesionales, es una
prioridad. Pero esta prioridad se debería reflejar, no tanto en la adquisición
de conocimientos ni habilidades técnicas, sino precisamente en la actitud y en
los valores.
Como he expuesto, de la monografía del IES, sabemos que los
MIR aprenden valores y actitudes, pero lo hacen por osmosis y por instinto de
supervivencia. Se les presenta un sistema que ya funciona, un sistema que en realidad todos convenimos que requiere
cambios para adaptarse a las nuevas realidades, tanto en términos de eficiencia
como en el que se refiere al perfil de pacientes que atendemos, pero que en lo
cotidiano nos comportamos como si el sistema siempre fuera a seguir igual. El entorno, los profesionales, hemos de vivir con
consciencia de que el ambiente en que se produce el aprendizaje de los
profesionales del futuro, es lo que se aprenderá finalmente. Al respecto, nos
han de preocupar algunos aspectos de la situación que vive nuestro sistema
sanitario como son, por un lado, la precarización de los contratos, con la
consiguiente inestabilidad de las plantillas de los equipos, sobretodo
provocando una ruptura en la cadena de transmisión de los valores,
conocimientos y experiencia que atesora cada uno de los profesionales que se
pierde en el sistema y no se ha realizado un plan para su relevo.
Por otro lado, los que estamos haciendo funcional el sistema, los profesionales, estamos expuestos a un desgaste brutal, y esto también se transmite en la actitud diaria que podemos tener con nuestro entorno. Al final se está creando un ambiente formativo en el que hay una buena dosis de frustración y descapitalizado de valores y conocimientos para transmitir a los profesionales del futuro. Urge adaptar los modelos asistenciales, contractuales e institucionales, con el fin de generar, no solo una atención de calidad y excelente a las personas que atendemos, sino para cuidar a los profesionales, permitir que afloren sus mejores valores, para que no queden yugulados por una realidad que se hace intolerable.
Por otro lado, los que estamos haciendo funcional el sistema, los profesionales, estamos expuestos a un desgaste brutal, y esto también se transmite en la actitud diaria que podemos tener con nuestro entorno. Al final se está creando un ambiente formativo en el que hay una buena dosis de frustración y descapitalizado de valores y conocimientos para transmitir a los profesionales del futuro. Urge adaptar los modelos asistenciales, contractuales e institucionales, con el fin de generar, no solo una atención de calidad y excelente a las personas que atendemos, sino para cuidar a los profesionales, permitir que afloren sus mejores valores, para que no queden yugulados por una realidad que se hace intolerable.
Absolutamente de acuerdo contigo Gustavo
ResponderEliminarDr. F. Javier Afonso