lunes, 28 de octubre de 2013

Unidades de Gestión Clínica: ¿para hacer qué?

Las divisiones médicas de los hospitales se fundamentan en rígidos organigramas, de acuerdo con las especialidades médicas oficiales. Ya sé que no debería, porque todos los tenemos en mente, pero para ilustrar lo que digo, adjunto el primer organigrama que Google ha escogido en respuesta a mi demanda:


Este modelo organizativo es bastante eficiente cuando tiene que dar servicios a pacientes con patologías agudas y sobre todo cuando los procedimientos que se derivan son más o menos estandarizables. Pero en cualquier otra circunstancia, que son un montón, las dificiencias de coordinación entre servicios médicos provocan resultados francamente mejorables, y a menudo decepcionantes.

En el campo de la Salud Mental y de la Oncología, especialmente sensibles a la transversalidad, ya hace tiempo que se generaron instrumentos superadores de los compartimentos estancos (reuniones de circuito, comités de tumores). Estos modelos organizativos se basan en protocolos, planes terapéuticos individualizados y mucha intensidad en la coordinación; y, como consecuencia de los buenos resultados de estas experiencias, hemos visto aflorar las denominadas Unidades Funcionales, que suelen ser iniciativas que quieren ir más allá de la simple coordinación, aunque la mayoría de ellas no logran superar dos topes durísimos: la autonomía real de gestión (¿pueden contratar?) y la falta de recursos propios (¿tienen presupuesto adscrito?).

Unidades de Gestión Clínica

Ahora mismo estamos viendo muchas iniciativas de la Administración dirigidas a dar cobertura legal a la creación de Unidades de Gestión Clínica, precisamente para superar los escollos mencionados, y así conseguir más autonomía de gestión y más responsabilidad por parte de los profesionales clínicos en la gestión de recursos. Y aun admitiendo que este nuevo marco es alentador, la pregunta es: ¿Por qué queremos Unidades de Gestión Clínica? ¿Aportarán más valor a la salud de las personas o terminarán siendo una nueva constelación en el caótico firmamento de la gestión de pacientes con patologías complejas y poco estandarizables?

Para avanzar en estas reflexiones y ver si se puede contestar a la pregunta "¿para hacer qué?", me ha parecido oportuno echar un vistazo a ver qué dice Michael Porter en su propuesta de reorganizar la sanidad en Unidades de práctica Integrada (IPU en inglés):

Si se me permite, haré una interpretación (más que traducción) del pensamiento porteriano, y por ello les presento las bases que creo imprescindibles para la creación de Unidades de Gestión Clínica:

  1. Caracterización del grupo de personas (pacientes) que optarán a los servicios de la Unidad
  2. Equipo profesional multidisciplinar con funciones bien delimitadas
  3. Educación para la salud e implicación del paciente en las decisiones clínicas
  4. Continuidad asistencial más allá de los límites tradicionales de niveles (primaria, hospital, sociosanitario)
  5. Liderazgo clínico, definición de procesos y elaboración de planes terapéuticos individualizados
  6. Autonomía de gestión y recursos propios (con presupuesto)
  7. Evaluación de procesos, pero sobre todo de resultados clínicos, además de los costes necesarios para su obtención

Viendo estos requerimientos, pienso que se deberían promover Unidades de Gestión Clínica cuando se tenga claro que para determinados grupos de enfermos las nuevas estructuras les ofrecerán servicios más adecuados a sus necesidades, los resultados clínicos mejorarán, y que todo ello ocurrirá con unos costes razonables, o incluso más bajos, en comparación al modelo organizativo actual.

Para el próximo lunes 4 de noviembre estoy preparando un análisis de experiencias locales de Unidades de Gestión Clínica y veremos con qué finalidad nacieron y a qué punto han llegado.

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