viernes, 8 de diciembre de 2017

Ahora parece que si no "cocreas" no eres nadie








En el campo de la salud, como en cualquier otro campo, las modas existen, tal como intentaba explicar en mi artículo del mes de julio. Por eso, cuando algún concepto (como el de cocreación, coproducción o codiseño) se utiliza de una manera sistemática, enfática y armonizadora, mi respuesta suele ser escéptica.

Ahora bien, la perspectiva es diferente si nos creemos la idea de valor. Me refiero a la idea porteriana de valor, muy presente en este blog. Así pues —como decía—, si asumimos que el objetivo de las organizaciones sanitarias es ofrecer servicios que incrementen el valor desde la perspectiva del paciente, la cocreación tiene todo el sentido. El valor de los servicios lo definen los usuarios, no los productores. La bondad de un plato la decide el comensal, no el cocinero. Por ello, para incrementar el valor del servicio, el diseño debe hacerse desde la participación conjunta de todos los implicados.



Batalden et al. explican muy bien que la coproducción de servicios no es fácil. Los pacientes son muy diversos y tienen necesidades diferentes. El poder y la responsabilidad no son siempre comparables (la seguridad quirúrgica es más responsabilidad de los profesionales y los hábitos saludables más de los pacientes). La navegación compartida no es fácil, y tampoco se trata de que el péndulo se sitúe en el extremo de transferir responsabilidades de una manera desproporcionada a las familias y los pacientes. La coproducción reclama mucha adaptación local, por lo que la estandarización no es fácil. Finalmente, la co-producción requiere tiempo y eso puede generar resistencias entre los profesionales.

Batalden et al. acaban su artículo diciendo que el constructo de la coproducción es imperfecto (todavía), pero lo importante es mirar las cosas de una manera diferente. A partir de esta idea, Clarke et al. repasan la evidencia disponible en el ámbito de la coproducción de servicios para atender procesos agudos. Señalan algunas limitaciones de este abordaje:
  • Sobre la forma como se selecciona a los pacientes participantes. Los autores hablan del dark side si solo se seleccionan a los más aptos. Esto puede consolidar desigualdades si no se tienen en cuenta las necesidades de una parte de la población que no tiene suficientes conocimientos y habilidades para ser llamada a participar.
  • Los proyectos de mejora desde la perspectiva de la coproducción pueden dedicar muchas energías para resolver pequeñas cosas (sweating the small things). Sin embargo, la experiencia del paciente puede mejorar.
  • Aproximaciones compartidas como el design thinking pueden ser útiles en sistemas muy rígidos.
  • Las evaluaciones todavía son poco robustas.
  • Todavía no hay seguimiento a largo plazo de este tipo de intervenciones.
En la práctica clínica esta coproducción también está en el núcleo de las decisiones compartidas. Victor Montori (en el libro Why we revolt) lo explica bien cuando habla de la "conversación" entre el médico y el paciente para tomar las decisiones más convenientes.

Si todos estos argumentos son insuficientes, vea esta fotografía.


Joan Fontcuberta es un buen fotógrafo que escribe muy bien. En el número 3 de la excelente revista de historia El món d'ahir ['El mundo de ayer'] escribe un artículo que se titula "Imatges que manquen" ['Imágenes que faltan']. En un mundo en el que las imágenes están en todas partes (la iconocracia o la tiranía de las imágenes) nos encontramos con la paradoja de que cada vez hay más imágenes ausentes. En la fotografía de la Casa Blanca se ve cómo siguen la operación que acabó con la vida de Bin Laden. Pero el personaje importante no está. Bin Laden no sale en la foto. Para mí esta foto y el concepto de imágenes ausentes es una buena metáfora para justificar la cocreación. Ponga bata blanca a los personajes de la foto e imagine que hablan de los pacientes. En este caso los protagonistas tampoco aparecen.

La cocreación puede ser una manera de evitar las imágenes ausentes.

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