viernes, 9 de noviembre de 2018

Recomendaciones de ejercicio físico y su relación con la salud mental








El informe Lalonde marcó un hito, en los años setenta, al destacar la importancia de los estilos de vida en la salud, por encima de las características del sistema sanitario o de la biología de la persona y proponiendo un cambio del modelo basado en la “curación” por uno que impulsase la “promoción de la salud”. Dentro de los estilos de vida más relacionados con la salud se incluye el ejercicio físico. Ya nos advertía Platón: “La falta de actividad destruye la buena condición de todo ser humano, mientras que el movimiento y el ejercicio físico la conservan”.

El ejercicio físico está asociado a varios beneficios para la salud, incluida la reducción de la mortalidad general y mejoras en la salud musculoesquelética, la regulación del estrés, la reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares, la obesidad, la enfermedad cerebrovascular y el cáncer. Sin embargo, hasta el momento la investigación sobre el efecto del ejercicio en la salud mental ha proporcionado resultados contradictorios. Varios ensayos clínicos y observacionales consideran el ejercicio un tratamiento efectivo para la depresión moderada, ya sea por sí solo o de forma combinada con otras estrategias terapéuticas. Pero estos resultados no son muy contundentes y están en discusión. En algunos estudios observacionales aparecen evidencias positivas a favor del ejercicio físico y la salud mental en adultos, pero no reflejan esta asociación en adolescentes. De igual manera, no existe tampoco consenso sobre una posible asociación lineal, que sería relacionar proporcionalmente mayor cantidad de ejercicio con mejor salud mental. Esta controversia puede aparecer reflejada en la práctica clínica. Los profesionales sanitarios recomiendan con frecuencia realizar ejercicio físico, pero este consejo no suele contemplar el tipo de deporte que sería más beneficioso y tampoco su intensidad o frecuencia, aspectos que son fundamentales para adaptar la actividad física a las circunstancias de la persona en función del enfoque terapéutico y preventivo.

Con la intención de resolver este problema en salud mental, se ha publicado recientemente un estudio en The Lancet Psychiatry en el que se analizan los datos de 1.237.194 personas de una encuesta de los centros de vigilancia y prevención de factores de riesgo de enfermedad entre los años 2011 y 2015. Se preguntó a los participantes sobre los 30 días previos, para que determinaran en cuantos habían tenido problemas relacionados con la salud mental como depresión, estrés o trastornos emocionales, y se compararon aquellos que realizaban ejercicio con los que no. Uno de los puntos interesantes de este análisis radicó en que se exploró el tipo de ejercicio físico, así como su intensidad y frecuencia. Entre los hallazgos principales destaca que las personas que realizaron ejercicio tuvieron un 43,2% menos de días con problemas de salud mental en el último mes que las que no lo practicaban. Todos los tipos de ejercicio se asociaron a menos días de problemas de salud mental (entre un 11,8% y un 22,3%), frente a aquellas personas que no practicaban ejercicio. Dentro de los distintos tipos, las asociaciones más fuertes se mostraron en deportes de equipo (22,3% menos), ciclismo (21,6% menos) y actividades aeróbicas y de gimnasia (20,1% menos), así como más asociación a una duración de 45 minutos y una frecuencia de tres a cinco veces por semana.

Otro dato muy importante del estudio fue que el efecto del ejercicio físico era aún mayor en personas con antecedentes diagnósticos de depresión frente a aquellas que no los tenían. Y el efecto del ejercicio sobre la salud mental fue mayor que otros factores demográficos y socioeconómicos como el nivel educativo, el nivel de ingresos o el índice de masa corporal. Hasta ahora se argumentaba en múltiples foros que más ejercicio era siempre mejor. En este estudio se observaron pequeñas reducciones de días con pobre salud mental en las personas que hacían ejercicio más de 90 minutos al día, pero realizar ejercicio durante más de tres horas al día se asociaba a una peor salud mental que no hacer nada, lo que pone en entredicho la asociación lineal. Los autores lo relacionaron con la teoría de que las personas que realizan cantidades extremas de ejercicio pueden tener características obsesivas que las podrían situar en un mayor riesgo de mala salud mental.

Si bien los resultados sugieren que el ejercicio puede mejorar la salud mental, esta relación es compleja y puede ir en ambos sentidos, por lo que todos los resultados deben ser analizados con cautela. Por ejemplo, el sedentarismo puede ser un síntoma y un factor contribuyente a la mala salud mental, y estar activo puede ser un signo de recuperación o un factor contribuyente a la misma, de ahí que se resalte la relación de asociación y no de causalidad. Dado que la depresión es hoy en día la principal causa global de discapacidad, existe una necesidad apremiante de identificar factores modificables que influyan en la carga de salud mental y que, a su vez, puedan ser objetivos de campañas de salud para la población.

De los resultados de este estudio podemos concluir que el ejercicio físico se asocia a mejor salud mental, pero en cuanto a su recomendación como medida preventiva o terapéutica debemos ser más precisos de lo que lo somos habitualmente, indicando el tipo de deporte, frecuencia e intensidad del mismo. Hay que sudar la camiseta, sin excederse, para reducir el estrés, la depresión y los problemas emocionales.

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