miércoles, 16 de abril de 2014

Nunca tocaré el violoncelo como lo hacía Jacqueline du Pré








Para ser franco, debo reconocer que soy un buen ejemplo de "muldideficiencias". No tolero la lactosa (no soy consciente de haber bebido nunca un vaso de leche), mi gusto artístico es miserable (confieso que me aburren las grandes pinacotecas) y mi (mal) oído musical es paradigmático... entre otras deficiencias. Quizás de todas ellas las que más mal me saben son las que hacen referencia al oído musical. Ahora bien, a pesar de todo, sé reconocer cuando oigo algo excepcional. No tiene mucho mérito, es como decir que sin saber nada de fútbol se identifica Messi o Cruyff como jugadores excepcionales.

Dicen que Jacqueline du Pré (1945-1987) fue una de las mejores violoncelistas del siglo XX. Hay interpretaciones memorables, como la que se la puede ver con su marido, Daniel Baremboim (primer video) o su interpretación del Concierto para violoncelo de Elgar (segundo video) que se considera de referencia. A los veinte y ocho años se retiró a causa de las limitaciones relacionadas con la esclerosis mutliple y murió a los cuarenta y dos. Es fácil identificar du Pré como una violoncelista excepcional.




Du Pré es un ejemplo del máximo nivel al que se puede aspirar. ¿Es este el objetivo? ¿La perfección? Yo sé que nunca tocaré el violoncelo como lo hacía Jacqueline du Pré. Casi nadie podrá tocar el violoncelo al mismo nivel que ella. Donde tenemos que poner el objetivo, ¿pues? ¿En el mejor? ¿En la media? En el mejor es imposible. Lo mejor es excepcional y, a la vez, es variable. Siempre habrá alguien mejor. Siempre, en el futuro, alguien lo podrá hacer mejor. ¿Quizás el objetivo es acercarnos a la media? NO! La aspiración a la media es pretender la mediocridad.




El único objetivo realista por el cual vale la pena luchar es aspirar a la excelencia. Malcom Gladwell, en su libro Outliers, explica bien claro que la excelencia se puede resumir con el concepto de "ser lo suficientemente bueno". Si nos imaginamos una curva sigmoidal (como por ejemplo, la curva de disociación de la hemoglobina) debemos tratar de estar siempre en la parte superior de la curva, donde los cambios tienen poco impacto. Si estamos en la zona de más pendiente, pequeños cambios pueden tener un gran impacto. Gladwell también nos dice cuál es el camino de la excelencia: la regla de las 10.000 horas. Los Beatles tocaron casi el equivalente a un año seguido en sus diversas estancias en Hamburgo. Tocaron juntos en poco tiempo más que muchos grupos en toda su vida profesional.

Soy consciente de que ni en 10.000 horas tocaré como Jacqueline du Pré (de la misma manera que no es posible ser Messi o Cruyff). Pero es posible que trabajando de una manera sistemática pueda mantener un nivel suficientemente bueno para el trabajo ordinario.

NOTA: la regla de las 10.000 horas se puede aplicar si el punto de partida es el mismo. El esfuerzo no necesariamente compensa las desigualdades.

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