lunes, 23 de noviembre de 2020

¿Es posible mejorar sin entrenador personal?

Jordi Varela
Editor






Jordi Tosas mentor de Kilian Jornet
Los deportistas de élite saben que necesitan un entrenador si quieren rendir al nivel más alto. Por este motivo soportan supervisiones estrictas y recomendaciones que a menudo no les son agradables de escuchar, precisamente porque inciden en lo que más les cuesta, pero admiten que sin este estímulo, los registros se atascan, o tal vez retroceden.


¿De qué hablamos cuando hablamos de entrenamiento personal?

Los entrenadores personales no son profesores, pero enseñan, no son jefes, pero influyen. Quizás no son los mejores en la materia específica que ocupa cada profesional, pero en cambio pueden ofrecer un punto de vista inédito. Atul Gawande, en un artículo en el New Yorker, dice que el trabajo de los coachs se podría comparar a la de los editores que, sin saber muy bien qué hacen, es evidente que su labor tiene mucho que ver con la calidad de la edición y, en suma, con el éxito de los escritores.

La carrera profesional en la sanidad es muy diferente a la de los deportistas

Para ser un profesional de la sanidad, lo primero que hay que tener es un diploma de graduación universitaria que certifique que el estudiante ha dejado de serlo, después se debe optar a una formación específica en la especialización elegida y, finalmente, si se quiere ejercer en la sanidad pública hay que ganar unas oposiciones con la intención de conseguir un entorno laboral de máxima estabilidad (a la que algunos llaman plaza en propiedad). A los deportistas, en cambio, "solo" les interesa una carrera repleta de triunfos. 

¿Es oportuno, pues, promover los entrenadores personales en la sanidad?

La gran mayoría de los profesionales sanitarios son conscientes de que los diplomas y las oposiciones son necesarios para tener trabajo, pero no son suficientes para conseguir el prestigio profesional. Saben que para ser competitivos necesitan lucir un currículum académico y de investigación, a pesar de que la transferencia de esas actividades a mejoras en la pràctica clínica apenas llega al 10-20%. El entrenamiento personal, en cambio, va dirigido específicamente a corregir lo que se hace mal y a potenciar lo que se hace bien, y por ello su impacto, si el programa es el apropiado, suele ser satisfactorio. Por lo tanto, parecería oportuno que buena parte de los fondos de la formación continuada se reorientaran hacia el entrenamiento personal, pero para ello habría que vencer resistencias ancestrales, ya que muchos piensan que una cosa es ir a un lugar donde un profesor te cuenta materias atractivas y la otra, muy distinta, es que alguien solvente entre en tus estancias a ver cómo lo haces.

Cuando yo era residente de medicina familiar organizábamos grupos Balint, unas reuniones coordinadas por psicólogos donde hablábamos de las emociones y de la subjetividad que nos inducía la práctica clínica. No era exactamente un entrenamiento personal, sólo algo que se le parecía, pero en todo caso me consta que los grupos Balint en la atención primaria no han tenido demasiada continuidad. En la misma línea, los centros de salud mental también cuentan con una cierta tradición de supervisión externa, pero tampoco tengo noticias de que hayan ido a más, sino todo lo contrario.

A pesar del clima poco favorable, ¿se observan experiencias de entrenamiento personal en la sanidad?

En Buurtzorg, la organización holandesa de enfermeras comunitarias de la que hemos hablado bastante en el blog, lo han tomado tan en serio que han sustituido directivos por coaches y, a pesar de que aseguran que les va bien, desgraciadamente no parece que este sea un modelo que se extienda por otros modelos sanitarios.

Atul Gawande (siempre vale la pena saber qué dice), tras observar un cierto estancamiento en sus habilidades quirúrgicas, pidió a un antiguo profesor suyo, Robert Osteen, ya jubilado, que le fuera a observar cómo operaba. Explica cómo (no se pierdan el vídeo) tras una resección de tiroides que él creía haber bordado, Osteen había llenado una hoja de notas. Pequeños detalles -le dijo el entrenador personal, tras precisar-: pero es que en estos detalles a menudo existe la diferencia entre un buen resultado y uno de malo. Ambos quedaron satisfechos de la experiencia y desde entonces que, una vez al mes, Osteen repite el coaching y Gawande dice que los veinte minutos que dedican a analizar cómo ha ido la intervención observada, le son más útiles que todos los cursos a los que ha acudido a lo largo de su carrera.




Los profesionales sanitarios no somos deportistas, pero eso no quita que, de vez en cuando, alguien con criterio reconocido (hay un montón de jubilados que se prestarían), podría observarnos y ofrecernos recomendaciones, como Osteen a Gawande, sobre la técnica de un cirujano, la entrevista clínica de un médico de familia o la empatía de una enfermera, por poner tres ejemplos. Estoy seguro de que mal no iría.


Jordi Varela
Editor

3 comentarios:

  1. En el Reino Unido, para mantener la licencia para ejercer (la colegiación en activo) se require pasar un "appraisal" anual, que incluye el feedback de colegas y pacientes. Además, el profesional tiene que "reflexionar" sobre ese feedback y todas las actividades que ha realizado de formación: ¿como influirá esto que he aprendido en mi practica futura?. Toda esta documentación se discute (en el concepto anglosajon) con el evaluador. Tampoco se trata de un coaching como tal, pero va en esa dirección.

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