Cristina Adroher
Desde el backstage
Abordar las desigualdades en salud. La COVID-19 ha visibilizado y agudizado algo que ya sabíamos: las enfermedades no afectan a todos los colectivos por igual. En Cataluña se ha constatado que a menor nivel socioeconómico, mayor número de contagios y mayor mortalidad. En el Reino Unido se ha revisado el Informe Marmot que, con el lema Build Back Fairer, sugiere que para reconstruir de manera más justa la sociedad pospandemia son necesarias políticas interdepartamentales que vayan a la raíz de las desigualdades en todos los niveles gubernamentales y que esto debe reflejarse en los objetivos, la evaluación y la rendición de cuentas.
Reformar los servicios de atención social y de atención a la dependencia. Tampoco es un objetivo que nos quede lejos. En su magnífica entrada ¿Sanitarizar las residencias?, Marco Inzitari propone una estrategia para la atención a los ancianos basada en (1) la evaluación geriátrica integral y el plan de cuidados individualizado, (2) la potenciación de la atención domiciliaria, (3) el establecimiento de residencias sociales más humanas y profesionalizadas y (4) la creación de unidades especializadas para personas con necesidades específicas.
Poner a los profesionales en el centro de las propuestas. El personal de atención de todos los niveles ha demostrado una notable capacidad de reacción y resiliencia para prestar la mejor atención posible a los usuarios de los servicios sanitarios y sociales en tiempos muy complicados. Muchos han flexibilizado sus roles o han transformado la forma en la que prestan la atención. Se pone de manifiesto la necesidad de mejorar sus condiciones laborales, dotarlos de mayor autonomía organizativa y reconocer su función social (estamos advertidos con relación a su burnout). Y algo que hemos tratado varias veces en el blog (aquí, aquí): sigamos trabajando en la definición e incorporación de nuevos roles profesionales (como los asistentes clínicos). El Hospital Sant Joan de Déu, un centro pediátrico, lidera la introducción de esta figura y es uno de los impulsores del curso de formación de asistentes que empezará próximamente.
Acelerar la transformación digital. La necesidad de brindar atención mientras se está físicamente distante ha generado un impacto sin precedentes tanto en la demanda como en la oferta de servicios de salud digitales. Aprovechando la obligada disrupción (en jerga económica: un “experimento natural”) y la riqueza de los sistemas de información ‒más digitalización, más fácil la evaluación‒, analicemos qué ha funcionado y qué no, y seamos ágiles en la extensión de las mejores prácticas. Implementemos la atención no presencial en los contextos y con los pacientes que tenga sentido hacerlo, pero no de forma indiscriminada… ¡No nos volvamos locos!
Por último: establecer una nueva relación entre la comunidad y los servicios públicos. La emergencia de la COVID-19 ha provocado un aumento de la solidaridad y el activismo de la comunidad, subrayando el papel vital de las comunidades locales en el apoyo a la salud y el bienestar (también se ha analizado en este blog). Los gobiernos deben adoptar una visión holística para proteger a los ciudadanos: fortalecer el tejido asociativo y el capital social; preparar planes estructurados para crisis de salud, sociales y ambientales, e incorporar estos esfuerzos a la planificación urbana, las infraestructuras y la tecnología. El mundo local debe formar parte de la elaboración y ejecución de las políticas públicas.
Me gustaría terminar reivindicando el rol del Informe 30 medidas para fortalecer el sistema de salud. Todas las cuestiones apuntadas en el informe de King’s Fund coinciden con las medidas propuestas en el mismo. Quienes lo suscribimos, persistimos en el recordatorio del compromiso de la mayoría de partidos políticos catalanes de desplegarlo durante la próxima legislatura. Cuentan con el apoyo de la mayoría de agentes del sector.
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