Estamos viviendo una época convulsa, en la que están sucediendo muchas cosas en los entornos económico y político, y los profesionales de diferentes sectores –y concretamente los del sector sanitario– demuestran sin ambages su sentimiento de malestar. Dicho sentimiento, resultante de distintas causas, es lo que se conoce como burnout, o síndrome del profesional quemado.
Una de las causas del burnout, reconocida en diferentes artículos científicos y en diferentes reivindicaciones profesionales, es el exceso de burocracia. La Dra. Melinda Ashton, de Hawaii Pacific Health, organización sanitaria sin ánimo de lucro, explica en el New England Journal of Medicine la estrategia que esta ha seguido para disminuir la burocracia y aumentar la satisfacción de los profesionales mediante un programa que inició a finales de 2017 y que ha denominado "Deshacerse de las cosas estúpidas".
A través de una metodología participativa ha invitado a los profesionales de la organización a expresar aquellos aspectos de registro de la historia clínica de sus sistemas que pueden ser catalogados como mal diseñados (necesitan mejorar), innecesarios o simplemente "estúpidos". Una burocracia estúpida no siempre lo ha sido, en algún momento de la historia tenía su razón de ser, pero con el paso del tiempo lo ha llegado a ser.
La Dra. Ashton describe en su relato que, a partir de las notificaciones de los profesionales, se empezaron a introducir modificaciones que aportaron gran satisfacción porque las acciones sin valor dejaron de hacerse rápidamente. También las tareas burocráticas que se detectó que necesitaban mejorar se están adaptando de forma progresiva. De las sugerencias efectuadas por médicos y enfermeras, más del 45% ya han sido aplicadas.
De forma genérica, la burocracia vinculada al acto asistencial a cargo de cualquier profesional del sistema sanitario se puede clasificar en dos grandes grupos:
- Burocracia innecesaria
- Burocracia necesaria, que se puede dividir a su vez en la que se puede resolver fuera de la consulta y la que se tiene que resolver en la consulta
Evidentemente, la solución a la burocracia innecesaria pasa por su desaparición, no tendría que entrar nunca por la puerta. En cuanto al resto de procedimientos de perfil administrativo, hay que repensar cuál es el circuito y quién es el profesional que los puede resolver con total garantía y de forma más eficiente. Entendiendo que un trabajo lo tiene que realizar quien puede realizarlo, tiene las herramientas para realizarlo y lo puede realizar con menor coste.
A los profesionales nos gusta tener la percepción de que hacemos cosas con valor añadido y, sin ningún tipo de duda, la burocracia es un factor que actúa de forma negativa en nuestra satisfacción, que nos quita tiempo para hacer lo que nos gusta (atender adecuadamente a los pacientes) y que fomenta el malgasto de recursos.
Un estudio local efectuado en Cataluña que hemos publicado recientemente señala que los profesionales de la atención primaria que trabajan en organizaciones con mayor autonomía de gestión y mayor capacidad de gestión de recursos están más motivados. Y observa diferencias que condicionan los resultados y el compromiso de sus miembros. Llama la atención que, de forma genérica, un 29,3% de los profesionales que respondieron al cuestionario del estudio declararon que les gustaría cambiar de organización y el 12,2% declararon que estaban buscando activamente un cambio.
Sirva todo lo anterior para efectuar una reflexión sobre la gestión organizativa y la gestión clínica de nuestras organizaciones en profundidad: ¿qué hay que dejar de hacer para poder hacer (ley de Sutton)? Y ¿qué hay que hacer de forma diferente para mejorar el sentimiento de valor añadido de todos los profesionales? Cada organización tiene que realizar su propia reflexión de forma participada (bottom-up). Algunas ya han empezado a hacerlo. A buen seguro mejorarán la satisfacción de los profesionales, su sentimiento de pertenencia y el clima de la organización, con lo que prevendrán el burnout y fomentarán la retención de talento.
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