lunes, 15 de abril de 2019

El modelo funcionarial, un lastre








Las rigideces del sistema limitan la innovación y generan burnout

@varelalaf
El modelo funcionarial se desplegó a la sombra de la creación de los estados modernos como una garantía de profesionalidad y de homologación de sus servicios, y así fue como la seguridad social primero y el sistema nacional de salud después adoptaron una variante del modelo funcionarial que llamaron estatutaria, un universo de reglamentos, concursos, instrucciones y expedientes. La decisión, aparentemente, fue acertada, porque consiguió que todos los ciudadanos, metropolitanos y rurales, tuvieran un acceso razonable a unos servicios sanitarios de calidad bastante homologada.


Con el paso del tiempo, sin embargo, se ha ido abriendo una brecha entre los rigores del control funcionarial y el mundo real, especialmente en lo referente a la adaptación de las actividades clínicas a la manera de ser de cada persona y a los requerimientos de los pacientes complejos, sin olvidar las trabas a los avances tecnológicos.

La autonomía de gestión es la única salida

Si se quiere evitar el colapso del sistema sanitario público, hay que revertir la situación e ir hacia una nueva gestión pública, en la línea que defiende Víctor Lapuente, con más competencias para los gestores de centros y los líderes de los proyectos. La nueva gestión pública, que ya funciona en muchos países nórdicos, es un modelo tan público como el tradicional, pero con la virtud de hacerlo fácil, especialmente a los profesionales amantes del trabajo bien hecho y a los emprendedores.

Los modelos evolutivos, un reto organizativo

Frederic Laloux, en "Reinventar las organizaciones", propone abandonar el modelo funcionarial para avanzar hacia organizaciones basadas en el conocimiento que atesoran sus trabajadores, el estímulo vocacional y la inteligencia colectiva. Tanto Laloux como Corporate Rebeldes (un grupo promotor del bienestar de los puestos de trabajo) apuestan por crear equipos autogestionados con capacidad para responder de manera proporcionada a las necesidades cambiantes que los propios trabajadores detectan.

Las cosas tienen más sentido -dice Laloux- cuando las personas alinean su poder y su sabiduría con la fuerza vital de la organización. Parece una utopía, pero sabemos que Buurtzorg Netherland, la empresa holandesa de enfermeras comunitarias, ya funciona de acuerdo con este modelo de autogestión intensa.

Pretender que la sanidad siga siendo administrada a golpes de reglamento es verter miles de buenos profesionales al burnout, además de ser un freno para la capacidad emprendedora de las organizaciones. Por el contrario, lo que piden los nuevos tiempos es más autogestión para fomentar el bienestar de los profesionales, base imprescindible para la innovación y para unas prácticas clínicas más valiosas.


Jordi Varela
Editor

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