lunes, 20 de julio de 2020

El sistema sanitario del futuro es ahora y aquí








¿Quién ha sacado las castañas del fuego?

En los momentos difíciles todo se muestra tal como es realmente y es cuando se pueden identificar los auténticos liderazgos. En este sentido, una revelación de la reciente etapa, que ya podíamos intuir, es que los profesionales de la salud han manifestado una capacidad de respuesta excepcional. No es la que se da en general en el sistema público. Pese a las múltiples carencias afrontadas, son ellas y ellos quienes han asumido realmente la parte difícil de la situación. Y la han superado.

En un tiempo anterior, también conocido como febrero de 2020, nuestra existencia era estadísticamente previsible, con probabilidades relativamente bajas de sufrir una crisis. Hoy, la proximidad de un peligro cierto y poco controlado nos trae sensaciones nuevas en las que amenazas y oportunidades se presentan entremezcladas. Se ha hecho brutalmente patente que sin salud no hay nada, que nos cuesta mucho aprender y que hay cosas que no se hacen bien.

Quiero valorar dos ideas que pienso caracterizan bien aspectos de esta pandemia y que tienen el eje común de los profesionales de la salud. 
  • Se ha efectuado una prueba de inteligencia colectiva a los centros de salud.
  • Ha sobresalido una masa crítica de personas con potencial de innovación.
Se trata de dos expresiones de un mismo fenómeno en el que vivimos: la superación de la era posindustrial y el cambio gradual hacia una sociedad más transparente y más consciente. Intentaré avanzar algunas reflexiones en clave de futuro.

¿Qué es la inteligencia colectiva? 

La inteligencia colectiva (IC) es la manifestación del valor del grupo cuando actúa unificando de forma eficiente los esfuerzos para tomar la iniciativa y conseguir resolver problemas. La IC no se puede improvisar, para que aparezca han de darse de entrada ciertas condiciones: saber trabajar en equipo, unos y otros se tienen que escuchar y respetar, tiene que haber credibilidad y confianza mutua y, obviamente, hay que tener competencias. Para ponerle más difícil la labor al colectivo, podemos reducir al mínimo el tiempo de respuesta para encontrar soluciones, eliminar expectativas de obtener algún tipo de recompensa extrínseca y sumar el riesgo de la propia salud. 

Hechos. Muchas organizaciones de salud, de diferentes dimensiones, desde pocas decenas de personas hasta unos cuantos miles, han puesto de manifiesto su nivel de inteligencia colectiva. Los equipos de profesionales han tomado la iniciativa y se han fusionado para afrontar problemas nuevos y desconocidos. 
  • Se ha asumido una situación de emergencia haciendo abstracción de la burocracia y enfrentándose a ella en más de un caso.
  • Se ha incorporado el nuevo conocimiento sobre la enfermedad y su tratamiento, en tiempo real y de forma exprés, como no se había hecho nunca hasta ahora. 
¿Cómo es una persona con potencial innovador?

Una persona con potencial creativo e innovador tiene varias cualidades:
  • Está predispuesta a aprender constantemente sin complejos, asumiendo que no lo sabe todo.
  • Admite la diversidad como consecuencia de la variabilidad de casos que tiene que resolver en su trabajo.
  • Tiene capacidad por empatizar con las personas escuchando, por ejemplo, sus historias. 
  • Necesita realizar multitarea y distribuir el tiempo entre producción, investigación y gestión. Es decir, combina el esfuerzo-resultado pensando a corto, medio y largo plazo.
  • Sabe actuar de forma responsable tomando decisiones con distintos grados de libertad.
  • Tiene capacidad para gestionar el estrés en sus diferentes formatos.
  • Está sometida a una rendición de cuentas transparente y permanente.
Estaréis de acuerdo conmigo en que un profesional de la salud se puede identificar fácilmente con la mayoría de estos atributos y que, en consecuencia, está predispuesto a la experimentación y a asumir el cambio. De aquí al emprendimiento y a la innovación sistemática solo hay un paso.

Hechos. En los centros de salud, en estos meses, un potencial de innovación latente ha “implosionado” como consecuencia de la presión. De la noche a la mañana se han transformado hospitales en UCI y la asistencia primaria ha gestionado masivamente a la población a domicilio y atendiendo una enfermedad para la que no había guías clínicas. ¿Por qué ha sido posible? Porque los profesionales cuentan con las cualidades clave necesarias para innovar. Tenemos varios ejemplos de ello:
  • La atención se ha convertido en telemática adaptándose radicalmente a un nuevo modelo.
  • Los equipos han reestructurado su trabajo en tiempo real.
  • Se ha trabajado con ingenieros y diseñadores resolviendo nuevas necesidades en tiempos récord.

El futuro del sector de la salud

Y aquí es donde quería llegar. ¿Con qué nos hemos de quedar de lo que está pasando? 
  • ¿Qué ha cambiado? Se han impuesto la autonomía de gestión y la coordinación de abajo arriba. 
  • ¿Cuál es el gran activo? Los profesionales sanitarios, tanto colectiva como individualmente. 
  • ¿Se puede mantener el cambio? No hay razón alguna que justifique volver a la normalidad anterior sin sacar provecho de lo que ha pasado.
En una situación objetivamente difícil –poco tiempo, desconocimiento, riesgo y recursos limitados– se han conseguido resultados. Con menos presión, en situaciones más conocidas, con el riesgo controlado y con un mínimo de recursos, sería lógico confiar en que centros de salud de tipología diversa sean capaces de organizarse y coordinarse por sí mismos. ¿Es tan descabellado dejar que las organizaciones del sistema lo resuelvan todo por iniciativa propia? No es fácil, pero este es, en lenguaje marxista, un momento revolucionario. 

Una primera aportación sobre algunos debates que no aportan valor si se plantean de forma reduccionista: 
  • Público y privado. Un servicio no es ni mejor ni peor por ser público o privado. La equidad y la justicia social se asocian, sin evidencias, con la titularidad pública de los servicios. Pero los resultados parece que mejoran cuando hay colaboración publico-privada y actividad non profit
  • Tecnología y personas. Las personas son lo que cuenta, pero la tecnología aumenta su potencial. Las FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google) no son ni alienígenas que nos quieren controlar, ni tampoco quienes nos resolverán la vida. Pero tienen un potencial extraordinario que hay que explotar. 
  • Privacidad y colectivo. Es un gravísimo error que no se estén explotando todos los datos que las personas estamos generando, en particular en el sistema de salud. Seguramente, ni el modelo chino, que parece obviar cualquier derecho personal, ni el modelo europeo, que pone los derechos individuales absolutamente por delante de otros cualesquiera, son soluciones sostenibles. Aparte de esto, está el problema de gestionar y controlar la multitud de fuentes de captación de datos. 
  • Sanitario y social. Tras presenciar el triste desastre que se ha producido en las residencias de nuestros abuelos, ¿queda alguna duda de que los servicios sociales se han de integrar en el sistema sanitario? 
  • Autogestión y control. Hay que aplicar el principio de subsidiariedad y dar a todos los centros la máxima autonomía de gestión. ¿Todavía hay alguien capaz de defender que un CAP puede gestionar a decenas de miles de ciudadanos con un riesgo nuevo para su vida, pero no puede administrar sin intermediarios el presupuesto de formación de su personal o la compra de fungibles? 
  • Conflictos de competencias profesionales. La pandemia ha trasladado a la zona del ridículo algunos debates sobre las fronteras de las competencias profesionales. Dejémoslos ahí y fijamos la atención y la energía en los retos que seamos capaces de identificar de ahora en adelante y que tendremos que resolver juntos con colaboración interdisciplinar. 

Antes COVID - Después COVID (AC-DC)

Que la salud ha colapsado la agenda política es evidente, pero lo que es relevante es que la gente ha experimentado que la salud es clave y que la economía ha pasado a depender de ella de forma inesperada. En una sociedad más avanzada, ahora se estarían analizando los errores, las responsabilidades con relación a dichos errores y las carencias que se han producido. Y en una sociedad todavía más avanzada se estaría aprovechando la coyuntura para profundizar en el conocimiento y consolidar los cambios. 

El mundo está dejando de funcionar con reglamentos y procesos administrativos. Se ha iniciado una transformación hacia un modelo social basado en la confianza en el individuo, que actúa libremente con más conciencia y sometido a unos niveles de transparencia que nunca habían existido anteriormente, pero que hoy la tecnología nos permite diseñar e implementar.

El componente más importante de la transformación son las personas, y el sistema de salud las tiene. Tiremos el chip viejo (AC) y pongamos el nuevo (DC), hagamos pedagogía aprovechando el liderazgo social que se ha ganado en el ámbito sanitario. No dejemos que se diluya la fuerza que ha vencido a la inercia del pasado. 

Se ha abierto una ventana de oportunidad para un futuro que es ahora y aquí. 

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