lunes, 26 de octubre de 2020

¿Conseguirá la tecnología ser la aliada de una práctica clínica más humana?








Con motivo del 75º aniversario de la creación de las Naciones Unidas se celebra en la red, los días 22 y 23 de octubre, el III Congreso Mundial de Derecho Digital con el lema “Una nueva evolución de los derechos humanos”. En dicho congreso se debaten, entre otros temas, aspectos relativos al derecho a la salud y a las consecuencias de la irrupción de los entornos digitales. El derecho a la salud y el acceso a la educación probablemente son, en nuestro medio, los dos máximos exponentes de la cohesión social que permite que, en una sociedad tan diversa y con tanta asimetría, pueda haber convivencia gracias a que existen determinados derechos que están al alcance de todos. Es sabido que un elemento fundamental y de gran importancia en el derecho a la salud es como afectan a la salud de la población los condicionantes sociales. Las decisiones políticas, tan puestas en duda estos días con la crisis de la COVID-19, son muy importantes dado que amplifican a gran escala los beneficios o los perjuicios, tanto en función de factores biomédicos como sociodemográficos, acertados o no. 

Desde la perspectiva meramente asistencial, el derecho a la salud se puede considerar desde dos grandes categorías: 
  • En primer lugar, la accesibilidad al mismo, de carácter cuantitativo y que pretende dar cobertura (o no) a una población. Los derechos de la población en cuanto a accesibilidad se pueden ver lesionados por motivos varios como la situación legal, la situación geográfica, la disponibilidad de infraestructura de telecomunicaciones o el estatus socioeconómico y educativo.   
  • En segundo lugar, la proximidad de la atención al estándar de calidad que se puede ofrecer, de carácter cualitativo. Aquí se mezclan muchos factores, pero en el fondo expresa como permiten todos esos factores que el acto médico se lleve a cabo de la mejor manera posible. O sea, que el proceso diagnóstico o terapéutico sea óptimo.
La tecnología avanza para darnos grandes oportunidades en distintos ámbitos y el sanitario siempre ha buscado en las fronteras de la tecnología y más allá oportunidades para mejorar la calidad de vida de los pacientes y tratar patologías o prevenirlas. En ese sentido, me gustaría compartir algunas reflexiones sobre la influencia digital en la accesibilidad y el acto médico, que conforman los dos elementos nucleares de la medicina asistencial.

La accesibilidad

Se refiere a la facilidad con la que un ciudadano contacta de manera efectiva con el sistema sanitario a fin de solucionar sus problemas de salud. Aspectos tan evidentes como la distancia o los horarios son una barrera típica. Pero existen múltiples determinantes de accesibilidad, tanto individuales como colectivos. Lo importante en un modelo universal como el nuestro es que el sistema no discrimine a un sector de la población por no prever canales adecuados ni accesos amigables.

En este aspecto son básicas y relevantes las tecnologías de la comunicación y la información, que permiten definir un nuevo modelo de relación en el sistema sanitario con el ciudadano. La accesibilidad debe garantizar tanto la realización de gestiones con las instituciones sanitarias como extender más allá de los muros de las organizaciones sanitarias la relación asistencial con los profesionales que aportan valor. En la relación asistencial, las tecnologías de la comunicación y la información no hacen más que enriquecer las opciones, diversificarlas, sin sustituir de forma definitiva la clásica relación presencial médico-paciente. En este sentido es vital que esta accesibilidad evite desplazamientos innecesarios, pero que a su vez no se convierta en una barrera (la barrera digital) y aleje al ciudadano en un bucle, como ha sucedido en muchas empresas de servicios que se esconden tras una diversificada red de dispositivos impersonales. 

Estrategias como los chatbots, que consisten en programas informáticos que permiten mantener conversaciones con humanos y que van desde programas sencillos que pueden orientar sobre el servicio que se busca hasta otros más complejos con algoritmos de inteligencia artificial que aprenden a partir de la experiencia. Estos chatbots pueden mejorar el acceso desde distintas perspectivas, ya sea cribando y orientando al ciudadano hacia un nivel asistencial correcto o también ofreciendo herramientas complementarias de apoyo para pacientes con patología psiquiátrica, entre otras situaciones. Pero esa accesibilidad se materializa finalmente en un acto administrativo o en un acto médico. En ese sentido, el acto médico ha de tener unas características que no se limiten tan solo a ofrecer esa accesibilidad.

El acto médico

Es el elemento genuino del ejercicio de la medicina que garantiza una atención de calidad a los pacientes. Es un acto que siempre debe aspirar a realizarse con las máximas garantías dentro del contexto en el cual se da, las características y la dolencia del paciente, y la formación y experiencia del profesional.
En determinados foros se propugna que hasta el 70% de los actos médicos podrían realizarse por vía telemática. Es evidente que semejante afirmación debería ponerse en cuestión y valorar la plausibilidad de las visitas telemáticas a los pacientes. El ejercicio de la medicina es muy diverso y sus distintas modalidades pueden presentar grandes diferencias. Desde cada ámbito de la medicina se ha de ir definiendo lo que realmente permiten las herramientas de las que se dispone y dónde está el límite garantista de la calidad del acto médico. En todo caso, la transición hacia ese cambio no se limita a la instalación de aparataje y software, sino que incluye también la capacitación de los profesionales en su uso así como la generación de evidencia acerca de la factibilidad de dicha modalidad de visita en las distintas especialidades y para sus distintas patologías. 

Hay determinados entornos, como el radiodiagnóstico, por ejemplo, donde la telemedicina ha penetrado de manera intensa, con informes telemáticos de exploraciones. No obstante, sigue habiendo acciones de radiodiagnóstico en las que la interacción y la actividad presencial son importantes. El internet de las cosas (dispositivos que se conectan a la red) permite la monitorización de pacientes con distintas patologías. La telemonitorización, como  la determinación de niveles de azúcar con dispositivos, por ejemplo, permite controlar y tratar con mayor precisión a los  pacientes diabéticos. Estos dispositivos mejoran sustancialmente la calidad y cantidad de la información de la que tanto el paciente como el médico disponen, lo que permite aumentar de forma sencilla las herramientas de autocuidado de los pacientes, y además mejoran la eficiencia del acto médico manteniendo su calidad y permitiendo de esta manera aumentar la accesibilidad de la población al sistema y a profesionales competentes.

Los chatbots son herramientas útiles, por ejemplo, para la identificación de situaciones clínicas que ayudan a dirigir a la población al recurso más adecuado y, por lo tanto, a un uso racional y eficiente de los dispositivos del sistema y a acceder al profesional más adecuado en caso de ser necesaria la derivación. La inteligencia artificial y el deep learning permiten desarrollar herramientas muy potentes para estandarizar actos concretos como la identificación de lesiones en pruebas radiológicas o herramientas de soporte a la decisión clínica que permiten orientar mejor las alternativas terapéuticas en función del conocimiento más actualizado disponible. Todas estas herramientas y otras se encuentran en distintos niveles de maduración. De hecho, en este blog ya se han explicado varias experiencias relacionadas con la telemedicina o el papel de la inteligencia artificial tanto en la era pre COVID como a propósito de la COVID.

La conjunción de ambos aspectos, accesibilidad y calidad del acto médico, forman parte de uno de los pilares de la cohesión social, por lo que la tecnología desempeña un papel importante en ese sentido, siendo un componente más del derecho a la salud que se añade a los más  tradicionales. En conjunto pueden ser parte de una estrategia que mejore la accesibilidad, tanto en cuanto a facilidad para acceder a una correcta atención médica como para llegar a más personas que la necesiten con unas infraestructuras y unos recursos humanos limitados.

Pero hemos de poner énfasis en que esa mayor accesibilidad ha de ser compatible con que el acto médico y la atención recibida no pierdan la calidad necesaria para realizar diagnósticos y seguimientos correctos. Pero, sobre todo, ha de facilitar que la atención esté centrada en las personas y no en las herramientas.

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