El sentimiento que más ha acompañado a la pandemia causada por el SARS-COV2 ha sido el miedo, miedo que además se ha amplificado por la baja capacidad de control ante los escenarios que se han ido produciendo, así como por una limitada capacidad de predicción de lo que va a suceder en el futuro. Ya se han analizado en profundidad las predicciones excesivamente optimistas que se hicieron en los comienzos, fundamentadas en sesgos cognitivos que sobreestimaban la evolución de la pandemia. Este miedo es más intenso y pone en mayor riesgo a las personas con enfermedades crónicas físicas o mentales, aquellas que tienen menor apoyo social y, en relación a las profesiones, todas las que trabajan en servicios esenciales y especialmente en el sector sanitario, entre otras causas por el temor a contagiar a sus familiares. Se han documentado casos en los que el miedo a la infección lleva a desenlaces tan terribles como el suicidio, incluso de personas que temían haber contraído la infección y la autopsia posterior la ha descartado.
Dentro de los muchos mecanismos que hemos utilizado para reducir el estrés y la ansiedad, así como para mejorar el estado de ánimo deprimido, destacan ‒por lo perjudiciales que son para la salud‒ el incremento del consumo de alcohol y de otros tóxicos. También se ha incrementado la aparición de comportamientos que en algunos casos llegan a convertirse en adicciones como el aumento de gasto en juegos de azar, los videojuegos, ver series de televisión de manera ininterrumpida, el uso excesivo de las redes sociales, el consumo de pornografía o, simplemente, navegar por Internet sin rumbo. Mientras se realizan estas actividades, aparece una sensación de desconexión del medio, por lo que su práctica genera un alivio momentáneo del estrés y la ansiedad que acompañan a esta pandemia. En la mayor parte de los casos, si se hace un uso racional de las mismas no tienen por qué generar problemas en el funcionamiento interpersonal del individuo, aunque en otros casos el uso perjudicial reduce las interacciones sociales e incrementa el aislamiento que sufrimos en estos días.
Afortunadamente, existe un amplio consenso de los expertos en la materia a propósito de las fórmulas para desconectar de forma saludable del miedo sin tener que recurrir a la tecnología, que se pueden resumir en estas siete recomendaciones:
- Planificar un horario todos los días de la semana para promover una rutina diaria, por ejemplo, organizar con anticipación cuando se va a trabajar/estudiar, participar en actividades sociales, realizar actividades de ocio o realizar ejercicio físico.
- Dormir con regularidad y lo suficiente, comer de manera regular y saludable, beber suficientes líquidos y cuidar la higiene personal, todo ello esencial para mantener la salud física y mejorar el bienestar psicológico.
- Realizar actividad física con regularidad, contribuye a mejorar el estado de ánimo al reducir los niveles de hormonas del estrés, estimular la producción de endorfinas y mejorar la función inmunológica.
- Aprender y usar la relajación y otras técnicas de reducción del estrés (por ejemplo, leer, escribir, escuchar música, realizar meditación o ejercicios de concentración) puede ser útil para mantener el cuerpo y la mente sanos y para ser consciente de las propias emociones.
- Disfrutar de las actividades sociales y mantener las relaciones. El tiempo con la familia debe ser de calidad e incluir conversaciones significativas, juegos sociales o deportes, comer y hacer juntos las tareas del hogar.
- Las personas que viven acompañadas de su familia u otras personas, es necesario que encuentren formas de estar solas con regularidad. Para ello se puede negociar establecer espacios en la casa para uso individual y para uso común, así como marcar y respetar límites como puertas abiertas o cerradas. Esto puede ayudar a reducir la frustración y los conflictos derivados de estar confinado en el mismo lugar durante períodos prolongados.
- Seguir consejos de salud pública de fuentes fiables y acceder a información sobre la pandemia de forma controlada como, por ejemplo, ver noticias una o dos veces al día a una hora específica, evitando siempre un exceso de exposición a las mismas.
El miedo intenso asociado a la pandemia puede bloquearnos emocionalmente o llevarnos a actitudes extremas como la xenofobia, ya que tendemos normalmente a temer mucho más el contagio de un extraño que de alguien cercano. Se trata de gestionar ese temor de forma adecuada para vencerlo e ir más allá.
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