viernes, 21 de mayo de 2021

Gestión de la serenidad

Salvador Casado





Tres estudios para un retrato de Mick Jagger, 1982. Francis Bacon
La pandemia mundial que vivimos está siendo un tiempo de tensión, sobresalto, preocupación, incertidumbre, tempestad, crispación, prisa y ruido. Su gestión política, social y sanitaria parece que podría haber sido muy mejorable por el gran nivel de complejidad que ha supuesto para todos. Se han hecho muchas cosas, dicho muchas cosas y equivocado otras muchas. Lo que quizá hemos echado de menos es más serenidad. Por esto considero pertinente reflexionar sobre cómo podríamos mejorar la gestión de la serenidad en el mundo sanitario, dado que este remedio es un buen contraveneno de los sustantivos que iniciaban esta disertación. 

Estructuraré el artículo en cuatro pequeños apartados que tendrán en cuenta a pacientes, profesionales sanitarios, gestores intermedios y alta dirección. 

Serenidad para pacientes

Muchas personas han sentido agobio, soledad y abandono en estos meses, pero quizá los ancianos y enfermos más si cabe. La situación actual es de crisis social sistémica y están afectados todos los niveles: económicos, políticos, éticos, estéticos… Entran en crisis los valores, aquello a lo que damos importancia y también los referentes, aquellas ideas, personas e instituciones que nos guían o nos orientan. ¿Qué podría aportar serenidad a los pacientes? Probablemente saber que van a seguir recibiendo una atención sanitaria de calidad, saber que tendrán profesionales que los van a atender y acompañar. Saber que la salud es un bien muy preciado que hay que cuidar y proteger y que tendrán ayuda y apoyo para ello.

Que todo haya seguido su curso aunque el sistema sanitario haya estado bloqueado y sobrecargado tantos meses pone a las claras que una gran mayoría de población puede vivir sin sanidad. Entiéndanme, lo que quiero decir es que es posible gestionar la mayor parte de problemas menores de salud con remedios caseros y autocuidados, lo que implica que es fundamental optimizar el uso de la sanidad pública para acudir a ella tan solo cuando esté justificado, favoreciendo la responsabilidad de cada cual respecto a su salud para evitar acudir por cuestiones menores que terminan sobrecargando un sistema sanitario frágil. 

Devolver la gestión de los problemas menores de salud a la familia y a la comunidad parece que debería ser una gran prioridad, a la que habría que sumar el merecido apoyo a este nivel que requieren las personas aquejadas de enfermedades crónicas, graves o poco frecuentes. 

Pero los pacientes seguirán necesitando a sus profesionales sanitarios y precisarán que estén serenos. Un profesional crispado ayuda poco. 

Serenidad para profesionales sanitarios 

La crisis de modelo sanitario que arrastrábamos saltó por los aires al sumarse la crisis pandémica y el sistema se rompió y con él muchos profesionales. 

Muchos compañeros del mundo sanitario han tocado fondo en estos meses de pandemia. Su salud física o mental se ha resentido, su labor asistencial se ha desbaratado o sobrecargado hasta límites nunca vistos, su vida ha sido muy ardua y amarga durante mucho tiempo. 

Nos hemos sentido abandonados por los gestores y políticos, hemos sentido miedo por nuestras familias, por los pacientes y por nosotros mismos, hemos sentido enfado por las medidas de mala gestión y por algunas conductas de ciudadanos poco conscientes de lo que estaba pasando. Hemos atravesado una noche oscura de impotencia por no ser capaces de hacer más y ante el dolor y sufrimiento de muchos enfermos y familias. 

Hemos perdido la serenidad y entrado en un modo de supervivencia profesional del que será difícil salir. Esta situación no beneficia a nadie. 

Será fundamental mejorar el “mantenimiento”, tanto personal como de equipos de trabajo. Curar las quemaduras, aliviar las heridas, aplicar calmantes y emolientes. Será necesario tener paciencia en una rehabilitación que se adivina prolongada y dolorosa. Y tratar de buscar esa fuente de calma, alegría y serenidad que todo ser humano lleva dentro y suele resonar ante la naturaleza, el arte y la belleza. 

Me atrevo a aventurar que será preciso enriquecer la visión asistencial con otra bioética, comunitaria y bio-psico-social-espiritual que nos permita conectar con todo aquello que pueda ayudar a nuestros pacientes y a nosotros mismos.

Serenidad para los gestores sanitarios intermedios 

La pandemia ha puesto en evidencia a todo el sistema sanitario, pero quizá han sido los gestores intermedios los que más impotencia han sentido al tener pocas opciones reales de gestión entre unos altos directivos perdidos y confusos y unos profesionales asistenciales desbordados y sobrepasados. 

Sus labores de gestión del servicio y de control se han visto suspendidas estos meses, lo que los ha relegado a sus despachos con poca cosa que hacer. En estos tiempos en los que los intermediarios desaparecen, alguno se habrá dado cuenta de su futuro incierto viendo quizá lo que está pasando últimamente con los empleados de banca. Quizá sea el momento de cambiar el modelo de gestión de datos (que cada vez realizarán mejor los algoritmos) por otro de gestión de personal en el que se invierta tiempo y energía en cuidar, apoyar, asistir, aconsejar, escuchar y favorecer a la comunidad asistencial. 

Serenidad para la alta gestión y los responsables políticos 

Cuando el nivel de ruido social es muy intenso, los máximos responsables tienen la obligación de aportar claridad, rigor y serenidad. No ha sido el caso. Los asesores no han dado abasto y se han producido protocolos, estadísticas y normas a gran velocidad, algo que ha vuelto locos a gestores intermedios y sobre todo a profesionales. Hemos echado en falta más inteligencia de sistemas, más rigor científico y mejor comunicación a la sociedad y a la organización sanitaria. 

El valor principal debería haber sido la protección del profesional y de la ciudadanía, pero no se ha conseguido. La crispación y la confrontación política de los responsables se ha trasladado a la población, que ha aumentado su nivel de miedo y enfado ante el espectáculo de sus representantes. 

Es cierto que la exposición mediática es muy tóxica y aquellos que por el puesto que ocupan la han de soportar tienen una gran carga sobre sus hombros. Pero debería ser principal obligación de algún asesor tratar de mejorar la serenidad, silencio interior y paz mental de sus jefes. 

En definitiva, podemos convenir en que por múltiples razones, a las que se suma la pandemia, habitamos una sociedad crispada y eso es causa y motivo de malestar y enfermedad. La sanidad no tiene capacidad por sí sola de revertir esta toxicidad, pero tal vez debería tenerla en cuenta a fin de trabajar para mantener y potenciar la serenidad de sus profesionales y, como fin último, la de todos aquellos que a ella recurran. Como pasa en el mar, las olas de la vida se suceden unas a otras. Hemos sido testigos de algunas estos meses; vendrán más. Para poder navegarlas como sociedad civil y como sistema sanitario tendremos que dar lo mejor de nosotros mismos, pero esto solo es posible con una base de calma. Darnos cuenta del valor de esa serenidad es clave para elegir el mejor rumbo y desempeñar la propia función lo mejor que se pueda. 

@doctorCasado


1 comentario:

  1. Trabajo Como Jefa de Zona Básica en un centro de Salud en la Comunidad Valnciana, en mi centro hemos trabajado muy estresados este Tiempo, con mucha incertidumbre y miedo la verdad, Pero echando la vista atrás lo que más hemos aprendido es que tenemos más capacidad de autogestión de la que nos conceden, nos hemos organizado mucho más libremente dado que nos hemos visto desamparados al principio, pero nos hemos fortalecido, nos hemos visto capaces y ahora somos conscientes de que podemos hacer más cosas y mejor por nuestra población. Hemos ganado mucho. Resiliencia.

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