lunes, 15 de noviembre de 2021

¿Qué utilidad tienen los indicadores de calidad asistencial?

Jordi Varela
Editor

 


Los sistemas sanitarios destinan muchos recursos a elaborar baterías de indicadores que, desde perspectivas diversas, analizan la calidad asistencial; bien sea en términos de efectividad, básicamente mortalidad y reingresos; de homologación de procesos, como por ejemplo las horas para la intervención después de un ingreso urgente por fractura de fémur o el tiempo porta-aguja en el tratamiento de las personas con infarto agudo de miocardio, o de seguridad de los pacientes, como por ejemplo, el número de bacteriemias provocadas por los cateterismos o el número de caídas de los pacientes ingresados. Damos por sentado, desgraciadamente, que la experiencia de los pacientes y la medida de los resultados que realmente interesan a las personas enfermas, hoy por hoy, quedan lejos de los marcos evaluativos de la calidad asistencial.

¿Qué hacen los sistemas sanitarios con tanta información?

La agencia estadounidense de calidad (AHRQ), un referente, aporta una batería de más de dos mil indicadores y, en estas línea, todas las organizaciones gubernamentales manejan grandes cantidades de información, que a su tiempo requiere mantener unas bases de datos muy costosas. ¿Y tanto esfuerzo para que sirve? Admitiendo que los datos son una fuente codiciada por los investigadores; en lo que se refiere a los aspectos más prácticos de la gestión de las instituciones sanitarias, el retorno es más bien escaso o nulo. Aunque esta última afirmación debería explicarse en dos contextos diferentes: los sistemas sanitarios de provisión privada y los sistemas públicos de salud.

La calidad como elemento competitivo en los sistemas sanitarios privados

En Estados Unidos o en Francia, por mencionar dos países donde el paciente tiene libertad de movimientos dentro de los límites que le marca su póliza de seguro, los hospitales, imitando a los hoteles, buscan tener cuantos más reconocimientos y menciones mejor. En Estados Unidos, por ejemplo, hay varias webs que ofrecen a los pacientes informaciones primordiales que les pueden ayudar a la elección, entre las cuales destacan: "Leapfrog Hospital Safety Grade", gestionada por una organización no gubernamental que ofrece en abierto indicadores de calidad y seguridad del paciente de todos los hospitales del país. Si, imaginamos, viviéramos en Boston y fuéramos candidatos a una intervención programada, en LHSG encontraríamos información sintética del grado de seguridad estructural de todos los hospitales de la ciudad. Si, damos por caso, dudáramos entre ir al Massachusets General Hospital o al Boston Medical Center, nos sorprendería ver que el primero tiene una calificación A, mientras que el segundo la tiene C, pero entrando al detalle, podríamos observar que, en el Mass General, las infecciones por MARSA están por debajo de las esperadas, que en el período de un año sólo ha habido un caso de olvido de material quirúrgico dentro del campo operatorio y que la comunicación entre pacientes y enfermeras está por encima de la media. Por cambio, en el BMC, hay más infecciones por MARSA de las esperadas, ha habido muchos olvidos de material quirúrgico dentro de los cuerpos de los pacientes y la comunicación de los pacientes con las enfermeras está por debajo de lo esperado. Por otra parte, en Francia, existe una web gubernamental, Scope Santé, que ofrece una información muy comparable a la de Leapfrog y tiene un manejo también muy sencillo para personas no acostumbradas.

Los sistemas sanitarios públicos no saben qué hacer con los datos de calidad

Al margen del ya citado interés para los investigadores, los sistemas públicos de salud están lejos de abrir los datos de resultados al público, quizás temerosos de las repercusiones mediáticas y políticas que este hecho podría generar. En el Reino Unido, ya hace años, intentaron hacer público un sistema de "rating" de hospitales, al estilo de Leapfrog, pero tuvieron que retirarlo porque, ¿de qué les servía a los ciudadanos aquella información si no podían elegir centro? En Madrid, una comunidad autónoma que hizo bandera de la libre elección de centro, habrían podido desplegar un modelo de "rating" de hospitales, pero, de momento, se han limitado a publicar un "Observatorio de Resultados del Servicio Madrileño de Salud" de difícil interpretación para los ciudadanos.

Para los sistemas públicos de salud, el instrumento más preciado para influir en las organizaciones sanitarias es el presupuesto (o el contrato), una herramienta en la que, lamentablemente, pesa más el continuismo que el estímulo a la mejora de los resultados y los gestores públicos saben que la carencia de calidad de los servicios que ofrecen no tendrán una repercusión significativa en las cuentas de su entidad. Si echamos un vistazo al Atlas VPM de variaciones injustificadas de la calidad de los cuidados hospitalarios, veremos que hay hospitales (en el mapa salen los nombres) que muestran una mortalidad en pacientes ingresados por insuficiencia cardíaca del 4%, mientras que hay otros, en el otro extremo, con una mortalidad cuatro veces superior, pero los guardianes de los presupuestos viven enredados en una burocracia obcecada por los controles y no tienen tiempo de clicar la web de los atlas de variabilidad de la práctica clínica.

Con el fin de preservar las bondades del sistema sanitario público ante los tiempos que vienen, sus gestores deberían ser capaces, no sólo de rendir cuentas, sino de utilizar la fuerza de los presupuestos para potenciar las buenas prácticas y desincentivar las malas.

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