En un reciente editorial de BMJ, en el marco de la campaña "Too much medicine", el profesor Paul Glasziou y la editora Fiona Godlee, entre otros autores, hablan del fenómeno del sobrediagnóstico y analizan sus características, y dado que este es un concepto trending, creo que es bueno que prestemos atención.
En una medicina previa a los programas de cribado del cáncer tal como los conocemos hoy, las personas se diagnosticaban de acuerdo con la aparición de los primeros síntomas. Era la parte del iceberg que flotaba. Pero como se sospechaba que cuando había manifestaciones ya hacía tiempo que la enfermedad se cocía por debajo de la percepción clínica, se creyó que se debían desarrollar técnicas diagnósticas que permitieran ver la parte del iceberg por debajo del agua, con la presunción de que cuanto antes se detectara el proceso patológico en marcha antes se podría actuar y, por tanto, el pronóstico sería mejor.
Pero ahora se ve que las cosas no acaban de ir plenamente como se deseaba. En general se puede afirmar que gracias a los programas de cribado han mejorado los pronósticos, pero desgraciadamente no la mortalidad, y las voces críticas respecto a eso de hurgar por las partes invisibles del iceberg tienen argumentos suficientes para defender que si bien el diagnóstico precoz detecta muchos casos que quizás no habrían emergido nunca, esto se hace a expensas de mejorar supervivencias de manera artefactada.
Según la editorial reseñada, hay estudios que muestran que, en Australia, el cáncer de tiroides se ha triplicado, mientras que la mortalidad se mantiene igual y datos en la misma dirección se ven con el embolismo pulmonar, el cual después de la mejora de la técnica diagnóstica, la angiografía con TAC, se ha visto, en EEUU, que el número de casos ha aumentado un 80%, sin que esta mejora en la precisión diagnóstica haya hecho descender la mortalidad. En otras patologías no se ha innovado en técnica diagnóstica, pero en cambio se ha reducido el umbral diagnóstico, y así lo vemos en la hipertensión arterial, la diabetes, la osteoporosis, la obesidad y la discapacidad cognitiva. Estos pequeños cambios de criterios diagnósticos han hecho subir mucho el número de afectados, y por tanto de consumidores terapéuticos, pero en cambio esto no ha supuesto la obtención de mejoras en los resultados clínicos deseados.
Creo que de este editorial del BMJ, lo más útil para los médicos con práctica clínica son los siguientes cuadros que muestran cómo se puede diagnosticar un "brote" de sobrediagnóstico:
Pienso que ya es hora de que cuando hablemos de sobrediagnóstico lo hagamos con propiedad y por este motivo BMJ ha abierto una serie, dentro de la campaña "Too much medicine", para repasar los principales problemas que esta epidemia nos está aportando a la medicina cotidiana y, en esta línea, para el próximo lunes 13 de enero he preparado un post que trata del sobrediagnóstico en la detección del embolismo pulmonar.
Pienso que cambiaría nuestra actuación si además tuviésemos en cuenta el coste económico pues estamos gastando el dinero de todos que se debería de invertir en otros asuntos sanitarios y no sanitarios. Tendríamos que asumir que somos pequeñas unidades de gestión y que tenemos el deber de hacer un uso adecuado de los recursos que son limitados.
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