En anteriores entradas, tanto Cristina Roure como Jordi Varela han hablado de cómo los sesgos cognitivos, y en particular de nuestra dificultad para entender lo que realmente significan los cálculos probabilísticos y como pueden afectar a decisiones importantes sobre nuestra salud. Hoy les quiero mostrar un ejemplo, originalmente debido a los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, sobre la importancia que puede tener la forma en la que se presenta la información sobre la salud en aquellos casos en los que es necesaria tomar una decisión clínica, puesto que las distintas opciones posibles no tienen por qué tener un resultado cierto, sino que existe incertidumbre. Para que vean mejor la contradicción de la que les hablo, les pido que después de leer el siguiente párrafo, se paren un segundo a pensar y decidir, antes de leer el párrafo que viene a continuación.
Imagine que usted es un gestor sanitario que debe decidir entre dos posibles medidas ante la explosión de una epidemia que se espera que mate a 600 personas. La información que tiene sobre las consecuencias de las dos medidas que debe escoger es la siguiente. Si decide tomar la medida A, sabe con certeza que 200 personas se salvarán. Si decide tomar la medida B hay una probabilidad de 1/3 de que se salven las 600 personas (y por tanto, una probabilidad de 2/3 de que no se salve nadie). ¿Cuál de las dos medidas elegiría? Como le he pedido, párese a pensarlo y escríbalo en un papel antes de seguir leyendo.
Imagine ahora que, ante la misma epidemia, debe elegir entre estas otras dos medidas, sobre las que tiene la siguiente información. Si elige la medida C, 400 personas morirán. Si elige la medida D, hay una probabilidad de 1/3 de que no muera nadie (y una probabilidad de 2/3 de que mueran 600 personan). ¿Cuál de las dos medidas decidiría ahora?
Habiendo leído los dos párrafos probablemente se haya dado ya cuenta de dónde está la contradicción: las medidas A y C son idénticas en cuanto a sus consecuencias esperadas, al igual que lo son las medidas B y D. Sin embargo, es probable que usted, al igual que el 72% de los sujetos de múltiples experimentos a los que se les pide decidir entre A y B, elija A, mientras que, al igual que el 78% de los sujetos a los que se pide elegir entre C y D, elija D. ¿Cómo puede ocurrir que se produzca esta inversión de las preferencias?
Kahneman y Tervsky
elaboraron, a partir de sencillos experimentos, como el que les he mostrado la
llamada “teoría prospectiva”, que nos ofrece una explicación. Resumiéndola
brevemente, la teoría dice que los seres humanos sufrimos más con los eventos
negativos que lo que disfrutamos con los eventos positivos, lo que nos lleva a
comportarnos como aversos al riesgo, mientras se trate de cosas positivas, y en
cambio nos convirtamos en amantes del riesgo ante eventos con posibles
consecuencias negativas. Cuando debemos elegir entre A y B muchos de nosotros
valoramos más la certeza de salvar 200 vidas con la medida A que correr el
riesgo de tomar la medida B, que con una probabilidad baja salvará a aún más
gente. Sin embargo, cuando de lo que se trata es de asumir muertes, eligiendo
entre C y D, tenemos la conciencia más tranquila arriesgándonos a tomar la medida D
(equivalente a la B), que con baja probabilidad conseguirá que nadie muriera, que
tomando la medida C (equivalente a la A) que nos asegura sentirnos responsables
por la muerte de 200 personas.
El problema que presenta este ejemplo no es tanto el que muestra que los seres humanos seamos contradictorios, lo que apenas nos sorprende ya, sino que abre la puerta a que podamos ser manipulados a la hora de tomar decisiones, por el mero hecho de cómo se presentan las mismas. Está capacidad de manipulación tiene especial importancia en la práctica clínica donde, por ejemplo, en un entorno en el que se intenta impulsar la decisión compartida entre médico y paciente sobre qué pauta de tratamiento seguir, el médico puede continuar ejerciendo el control pleno sobre el paciente a través de presentar la información de las posibilidades de curación o posibles efectos secundarios de una forma positiva o negativa. Por ello es importante reconocer que, si se quiere realmente favorecer la libertad de elección ante situaciones que por definición implican riesgos, y con ellos probabilidades, es necesario o bien avanzar hacia una mayor educación de quienes reciben la información de forma que sean capaces de interpretarla correctamente siendo conscientes de sus propios sesgos cognitivos, o bien hacer un enorme ejercicio de honestidad y renunciar a este tipo de trucos, dedicando el suficiente tiempo a que los demás entiendan de una forma objetiva, y no sesgada por nuestros posibles intereses, las consecuencias esperables de las decisiones, en algunos casos literalmente de vida o muerte, a las que pueden enfrentarse. O libertad compartida de elección o paternalismo asentado en los mayores conocimientos del especialista. Pero no me disfracen una cosa de otra.
El problema que presenta este ejemplo no es tanto el que muestra que los seres humanos seamos contradictorios, lo que apenas nos sorprende ya, sino que abre la puerta a que podamos ser manipulados a la hora de tomar decisiones, por el mero hecho de cómo se presentan las mismas. Está capacidad de manipulación tiene especial importancia en la práctica clínica donde, por ejemplo, en un entorno en el que se intenta impulsar la decisión compartida entre médico y paciente sobre qué pauta de tratamiento seguir, el médico puede continuar ejerciendo el control pleno sobre el paciente a través de presentar la información de las posibilidades de curación o posibles efectos secundarios de una forma positiva o negativa. Por ello es importante reconocer que, si se quiere realmente favorecer la libertad de elección ante situaciones que por definición implican riesgos, y con ellos probabilidades, es necesario o bien avanzar hacia una mayor educación de quienes reciben la información de forma que sean capaces de interpretarla correctamente siendo conscientes de sus propios sesgos cognitivos, o bien hacer un enorme ejercicio de honestidad y renunciar a este tipo de trucos, dedicando el suficiente tiempo a que los demás entiendan de una forma objetiva, y no sesgada por nuestros posibles intereses, las consecuencias esperables de las decisiones, en algunos casos literalmente de vida o muerte, a las que pueden enfrentarse. O libertad compartida de elección o paternalismo asentado en los mayores conocimientos del especialista. Pero no me disfracen una cosa de otra.
Me encanta el artículo y muy bien planteado la parte de la información que genera nuestras preferencias y nuestras decisiones.
ResponderEliminarEs muy importante ser conscientes de nuestras distorsiones cognitivas y emocionales y de nuestras metapreferencias pues impregnan la información que estamos transmitiendo.
Totalmente de acuerdo. Y además de muy improtante, ... muy difícil.
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