Según la Comisión de Salud y Cambio Climático de The Lancet, la mayor oportunidad en salud del siglo XXI es una adecuada respuesta ante el cambio climático (1). He de confesarles que, de haber sido preguntada, seguramente yo hubiera contestado que la próxima revolución en salud sería tecnológica, probablemente relacionada con la medicina personalizada, la impresión 3D o la salud electrónica.
Pensamos así porque damos por descontado que los logros en salud son irreversibles y que el cambio climático no es un problema sanitario. Sin embargo, lo cierto es que el cambio climático antropogénico amenaza los avances conseguidos en salud pública de los últimos cincuenta años. La Organización Mundial de la Salud atribuye ya una cuarta parte de la carga de enfermedad y muerte en el mundo actual a los factores medioambientales y, de seguir así, puede producir un grave impacto sobre la salud en cualquier región del planeta en los próximos cincuenta años.
La actividad humana está transformando los ecosistemas de manera rápida y profunda, y genera un impacto creciente en todas las dimensiones de la salud y el bienestar de las personas. Este puede ser directo, como es el caso de fenómenos meteorológicos extremos, o indirecto, mediante la alteración del ecosistema por contaminación de agua, aire y alimentos, o de cambios sociales. Pensemos, por ejemplo, en el incremento del riesgo de enfermedades infecciosas transmitidas por mosquitos, en las alergias o las migraciones forzadas por la desertización y sus consecuencias.
The Lancet Countdown es una colaboración entre veinticuatro instituciones académicas e intergubernamentales que monitoriza y aporta una evaluación independiente, mediante cuarenta indicadores, de los efectos de intervenir o dejar de hacerlo para reducir los riesgos que el cambio climático tiene sobre la salud. The Lancet destaca el rol de liderazgo que los profesionales de la salud deben adoptar para concienciar a la sociedad de que actuar para paliar y mitigar la amenaza del cambio climático es la mayor oportunidad en salud pública del siglo XXI.
A pesar de este posicionamiento y compromiso, paradójicamente el sector sanitario ignora su propia contribución a los problemas medioambientales. Los hospitales, las organizaciones sanitarias, la industria farmacéutica y biomédica, ya sea directa o indirectamente por medio de los productos o la energía que consumen y los residuos que generan, tienen un impacto no despreciable sobre la salud del planeta y de sus habitantes.
El impacto medioambiental de una actividad, organización o producto sobre el planeta se conoce como su “huella de carbono”. Esta se cuantifica calculando la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos como resultado directo o indirecto de su actividad (o de su ciclo de vida, si nos referimos a un producto), y se expresa en toneladas de CO2. El National Health Service ha estimado su huella de carbono en más de dieciocho toneladas de CO2 al año, lo que supone el 25 % de las emisiones del sector público británico. Dicho impacto no es tan extraño si pensamos que el sector sanitario consume el 8-10 % del PIB en Europa y hasta el 18 % en Estados Unidos. Las instalaciones sanitarias son algunas de las que más combustibles fósiles consumen de toda la economía.
Health Care Without Harm) es una coalición internacional nacida en los años noventa cuya misión es transformar el sector sanitario para que sea ecológicamente sostenible, y lo hace con una visión global. Su presidente, Gary Cohen, explica en una entrevista que si el conjunto de los hospitales norteamericanos fuera un país emitiría más gases de efecto invernadero que toda Francia. Aparte del evidente consumo de energía y combustibles fósiles, la mayor fuente de contaminación de los hospitales es la cadena de suministros, que supone el 60 % de su huella de carbono. Se trata, por ejemplo, de los medicamentos, el material sanitario, los alimentos, su transporte, sus residuos tóxicos, su embalaje, etc.
Si disponen de ocho minutos y quieren saber más, escuchen a Cohen explicar en este vídeo cómo los hospitales contribuyen a la amenaza medioambiental para la salud y qué pueden hacer para reducirla y actuar de manera más responsable con la comunidad. Verán que, una vez más, Kaiser Permanente se implica y se adelanta al resto.
Uno de los proyectos de Salud sin Daño es la Red Global de Hospitales Verdes y Saludables (The Global Green and Healthy Hospitals, GGHH), formada por más de mil hospitales, organizaciones y sistemas sanitarios en cincuenta y un países que comparten una agenda con diez objetivos dirigidos a reducir su huella de carbono:
1. Liderazgo. Compromiso con la priorización de la salud ambiental.
2. Productos químicos. Sustitución de productos tóxicos por otros más seguros para proteger a pacientes, profesionales y el medioambiente.
3. Residuos. Eliminación de la incineración tóxica de los residuos sanitarios y promoción de políticas de “residuo cero”.
4. Energía. Implementación de sistemas de generación de energía renovable limpia y eficiente.
5. Agua. Reducción del consumo de agua. Reciclaje y tratamiento del agua para minimizar su contaminación y garantizar el acceso a agua libre de contaminantes para la comunidad.
6. Transporte. Promoción del transporte público local para los pacientes, familiares y el personal, para reducir así la contaminación y las enfermedades respiratorias en la comunidad.
7. Alimentación. Compra y consumo de alimentos sanos obtenidos por medios sostenibles.
8. Medicamentos. Gestión segura de los medicamentos y reducción del impacto medioambiental de sus residuos. Relacionado con la campaña Safer Pharma de GGHH-Europe, que promueve la protección del medioambiente de la contaminación farmacéutica en todas las etapas del ciclo vital de los medicamentos incluyendo su uso racional.
9. Edificio e instalaciones. Diseño y construcción responsable que minimiza el daño sobre la comunidad y el medioambiente.
10. Compras. Compra de productos y materiales más seguros y sostenibles.
10. Compras. Compra de productos y materiales más seguros y sostenibles.
Como explican los promotores de Salud sin Daño en el vídeo Do No Harm, el cambio climático es una emergencia sanitaria. El juramento hipocrático debe evolucionar y pasar del primum non nocere referido al paciente a una visión más global de la salud, ya que no es posible tener una población sana si vive en un planeta enfermo.
En este contexto, también el movimiento Right Care adquiere un nuevo sentido y aporta valor. Porque, más allá de la inmediatez de dejar de hacer para evitar el desperdicio de recursos y la eventual yatrogenia sobre las personas, se trata de un ejercicio de responsabilidad con la comunidad y evita un daño innecesario también sobre el planeta y, en consecuencia, sobre la salud y el bienestar de sus habitantes.
Bibliografía:
1. Watts, Nick et al. Health and climate change: policy responses to protect public health. Lancet 2015; 386: 1861–914.
2. Watts, Nick et al. The Lancet Countdown on health and climate change: from 25 years of inaction to a global transformation for public health. Lancet 2018; 391: 581–630.
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