viernes, 6 de julio de 2018

Migración y salud mental: el riesgo de la exclusión








El ser humano ha logrado colonizar todas las regiones habitables de nuestro planeta gracias a las migraciones. Debido a movimientos culturales, económicos, políticos o geográficos, la población se ha desplazado en masa desde la prehistoria hasta nuestros días, siendo estos movimientos en algunos casos espontáneos y en otros forzados. Se trata, por consiguiente, de  un proceso de movilidad íntimamente ligado a nosotros como especie. 

En la actualidad existe una percepción generalizada de la migración como un fenómeno reciente, cuando los datos nos indican lo contrario. Aunque los flujos migratorios internacionales han aumentado de manera considerable en términos absolutos (de un total acumulado de 75 millones en el año 1960 a 214 millones en 2010) según estimaciones de las Naciones Unidas,  su porcentaje sobre el total de la población mundial prácticamente no se ha alterado (2,5 % en 1960, 2,9 % en 1990 y 3,1 % en 2010).

Si comparamos el momento actual con la migración de finales del siglo XIX vemos que los flujos actuales son, en realidad, bastante limitados (el 3,1% comparado con el 8,5% de la población mundial que se alcanzó antes de la Primera Guerra Mundial), y más todavía si tenemos en cuenta las mejoras y el abaratamiento considerable del uso de los sistemas de transporte de los que disfrutamos ahora. 

Entre las causas que aumentan la migración se encuentran la disparidad económica, buscando los beneficios que pueden asociarse al ir de un país pobre a uno rico, aunque deben considerarse también los beneficios para el país receptor, tal como lo demuestra la economía de Estados Unidos en términos de productividad y crecimiento económico relacionados, entre otros factores, con la inmigración.

Un fenómeno ampliamente discutido es la repercusión de la migración en la salud mental. Los estudios epidemiológicos han establecido un patrón general de menor riesgo de trastornos de salud mental entre los inmigrantes de primera generación (nacidos en el extranjero) en Estados Unidos, aunque estudios recientes resaltan que este patrón se modifica por factores como la etnia, el origen nacional, el género y el estado socioeconómico. Factores del entorno del inmigrante como la familia y el vecindario, la posición social, las experiencias de apoyo o exclusión social, la propia competencia y las habilidades lingüísticas como estrategia de adaptación, la exposición a la discriminación y el estrés influyen aún más en la relación entre inmigración y salud mental. 

El principal factor protector frente a la aparición de enfermedades mentales sería la resiliencia, entendida como la capacidad que tiene una persona de superar circunstancias traumáticas y, a su vez, la manera en que se desarrollan las relaciones sociales en el nuevo entorno  y como se construye la red social de apoyo. En el lado contrario, un grave factor de riesgo al que se pueden someter los inmigrantes es la desigualdad, que incrementa la aparición y gravedad de los trastornos mentales. En países con graves desigualdades sociales, la prevalencia de enfermedades mentales está aumentada. De igual manera, la desigualdad y el grado de la misma determinan de forma proporcional un incremento del riesgo de padecer trastornos mentales. Estas diferencias generan pobreza e inequidad y someten a la persona a un grave estrés, por el que se precipita la aparición de conductas de riesgo para su salud, tanto física como mental, con una pérdida de expectativa de vida de más de 20 años. Otros factores serían tener menores ingresos, deudas, violencia, acontecimientos vitales estresantes, problemas en la vivienda, pobreza en cuanto a combustibles y desempleo. El suicidio se asocia a enfermedades mentales, enfermedades físicas, uso de alcohol y drogas, ciertos rasgos de personalidad, experiencias de abuso, desempleo, clase social y ocupacional, pobreza y eventos estresantes de la vida, teniendo todos estos factores un importante componente social relacionado con la exclusión. La inequidad también puede ser una barrera a la hora de acceder a un tratamiento, por lo que al ofrecer intervenciones en salud mental se corre el riesgo de que estas sean altamente demandadas por quienes menos las necesitan y no por quienes realmente precisan este apoyo.

En los fenómenos migratorios,  la exclusión y las posturas de rechazo están basadas en estereotipos y prejuicios, definidos como creencias o ideas organizadas asociadas a diferentes grupos sociales y las emociones que estos suscitan. Estos prejuicios nos pueden llevar a  tomar decisiones firmes sin verificar su veracidad, desde la frustración y siendo esta la base de la discriminación que va en contra de la dignidad humana. Por otro lado, la integración favorece la cohesión y la ausencia de conflictos, así como la prevención y la recuperación en los trastornos mentales.  La prevención del maltrato infantil y la promoción del apego saludable desde la infancia han demostrado eficacia a la hora de prevenir la aparición de trastornos mentales, sobre todo en las primeras etapas de la vida.

Si evitamos la exclusión reduciremos la inequidad, y si abordamos la desigualdad disminuiremos los trastornos mentales. 

1 comentario:

  1. En Colombia ésta sería una de las grandes causas de violencia y alta tasa de enfermedad mental; la migración forzada del campo a la ciudad y la esxpulsión de muchas personas capacitadas al extranjero. Tenemos la tasa de desplazamiento interno igual a Siria y así haya disminuido la tasa de homicidios, otras violencias crecen y la desigualdad también. Muy cierto.

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