viernes, 22 de noviembre de 2019

Arrogancia, condescendencia e indiferencia en la comunicación con los pacientes







En la sociedad tradicional, el hombre ha tenido un rol de autoridad y la mujer un papel secundario y subordinado. Como resultado de esta forma de comportamiento surge el término condescendencia machista o mansplaining, combinación de las palabras man (hombre) y explaining (que explica). El término aparece por primera vez en un texto de Rebecca Solnit Los hombres me explican cosas para definir el hábito de algunos hombres de opinar con autoridad, condescendencia y tono paternalista sobre toda clase de temas aunque su experiencia sea poca o nula.


John Launer, en el artículo publicado en el Postgraduate Medical Journal, nos habla de la  condescendencia médica o docsplaining que, como el mansplaining, tiene que ver con un comportamiento paternalista y condescendiente. En este caso son los profesionales –hombres y mujeres– quienes, para mantener el control de la conversación con los pacientes, se dirigen a ellos con cierta arrogancia ejercida desde la ambigüedad paternal.  

El término se ha difundido en twitter etiquetado con el hashtag #docsplaining, para que los usuarios de la red social compartan historias y comentarios que los profesionales han dirigido a los pacientes en tono paternalista y condescendiente, sin ser conscientes del efecto negativo que producen en su estado emocional. Algunos ejemplos tienen que ver con la actitud de menosprecio hacia las búsquedas que los pacientes efectúan en la web relacionadas con su problema de salud o con la manera en que los profesionales relativizan su dolor con frases del tipo no será para tanto.

Existen otras formas de condescendencia cómo la excesiva confianza con la que tendemos a minimizar la inquietud que sienten los pacientes por determinados síntomas, (yo no estaría preocupado por eso), algo que además de no tranquilizarlos les hace sentirse incomprendidos. También puede ocurrir al utilizar eufemismos del tipo:  solo será un pinchacito, para enmascarar el dolor que sentirán con un procedimiento invasivo, que aunque se diga con buenas intenciones, suele fracasar cuando el paciente descubre que la realidad no se corresponde con las buenas expectativas que le hemos generado. 

En otras ocasiones, cuando damos malas noticias mostramos una actitud de cierta indiferencia utilizando excesiva terminología médica o aportando datos de estudios e investigaciones sin pensar que el estado emocional del paciente en ese momento no le permite asimilar ese tipo de información. O bien justificamos ingresos involuntarios en pacientes con trastornos psiquiátricos alegando que así lo mantenemos a salvo.

El docsplaining está habitualmente dirigido a los pacientes, pero existe otro tipo de docsplaining, el dirigido a colegas de otro colectivo profesional. En este caso, sobreestimamos nuestro conocimiento porque creemos ser expertos en todo y damos explicaciones con un cierto punto de arrogancia. Como decía Franz Ingelfinger en el artículo del NEJM titulado Arrogancia, la arrogancia de la ignorancia puede ser tan devastadora como la arrogancia del experto. 

La toma de decisiones compartida es una buena forma de esquivar la condescendencia ya que, al esforzarnos por ponernos en el lugar del paciente y entender su situación, adaptamos nuestras explicaciones a sus necesidades y a su estado emocional. Por el contrario, si pretendemos demostrar que identificamos y entendemos sus emociones utilizando de manera automática frases aprendidas en cursos de comunicación, eso nos hará parecer distantes, irreflexivos y autómatas.  

Una vez familiarizados con el concepto docsplaining, reconoceremos esta actitud en nosotros mismos y en nuestros colegas. Tal vez, como dice Launer, necesitamos que más pacientes nos hagan sonrojar por la manera en la que les hablamos, o quizás necesitamos escucharnos, porque si nos oyéramos nos reiríamos de nosotros mismos. 

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