Velo de flor
¡Armas al hombro! Charles Chaplin (1918) |
Desde nuestra trinchera se veía todo diferente. El tiempo parecía haberse detenido y cada día era igual al anterior. Mismo camino, mismas caras, mismo ritual de preparación para luchar contra un enemigo que avanzaba a golpe de oleadas. La pandemia lo llenaba todo, hasta tal punto que dejamos de ver que la vida seguía su curso y que otras enfermedades continuaban su rumbo, aparentemente sin freno, apareciendo ante nosotros cuando, a veces, ya era demasiado tarde.
La propagación de la enfermedad nos obligó a levantar barreras, a ponerlas entre nosotros, ante nuestras familias y ante nuestros pacientes. Un muro alto, pero transparente, que nos permitía ver qué había al otro lado para así no perder el camino a seguir. De forma paradójica, ese muro, más que separar, nos hizo ver lo necesario que era el trato humano con nuestros pacientes, la importancia de la empatía, la escucha y la comprensión, tanto con ellos como con sus familias.
Muros derribando otros muros invisibles, construidos durante años y que creíamos infranqueables: la separación entre las distintas especialidades médicas, asignatura pendiente a la hora de establecer una atención continuada al paciente, se desvanecía. Tras la mascarilla, todos éramos soldados del mismo ejército, encontrando el apoyo que necesitábamos en el que hasta entonces había sido casi un desconocido. Humanidad… humanidad en el mismo lado de la trinchera.
¿Qué haremos cuando todo esto pase? Esa era la pregunta. Pregunta que se respondía con un “tendremos que ser consecuentes con nuestro trabajo, con nuestros aciertos y nuestros errores, todos y cada uno de nosotros, cada cual desde su responsabilidad”. Nadie lo verbalizaba, pero para muchos esta frase reflejaba una cierta tristeza y también un sentimiento de soledad. Porque a veces nos hemos sentido solos… muy solos. Sentir que la pandemia había logrado mover los cimientos de un sistema sanitario ya debilitado nos produjo una sensación de vacío y de incertidumbre ante el futuro. No bastaba con el aplauso y el reconocimiento de toda una sociedad, ni con la mirada de apoyo y las palabras de consuelo del compañero: también necesitábamos una palabra de aliento de los responsables de dirigir nuestra lucha, sentir que estaban ahí, con nosotros, reconociendo nuestro trabajo. Pero a veces nos hemos sentido solos.
Y ahora ¿qué necesitamos? Ahora que nuestro día a día continúa, con otra intensidad, con otros retos... necesitamos sentirnos reconfortados con un mejor trato humano como profesionales. Necesitamos sentir que la humanización también está llegando a la gestión. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define humanización como “acción o efecto de humanizarse“, es decir, hacer humano, familiar y afable a alguien o algo. Humanizar es comprender, sentir afecto y demostrar solidaridad con otras personas. La humanización en los cuidados es eso, y también es aplicable a la gestión.
El libro de Albert Cortés Humanizar la gestión sanitaria propone un cambio en el modelo de gestión humanizada basado en el respeto a las personas “gestión de personas para las personas”. Los profesionales de la salud deseamos trabajar en instituciones que nos valoren e incrementen nuestro potencial. “El líder en salud debe observar y centrar sus esfuerzos en la transformación y aprovechamiento de los conocimientos, habilidades y aptitudes para hacer una buena gestión por competencias, aprovechando lo mejor de cada profesional”, afirma Daniel Goleman en su trabajo “Qué define a un líder”(1), donde explica que “Una persona puede tener un cociente intelectual elevado y una formación técnica impecable, pero ser incapaz de dirigir un equipo hacia el éxito. Solo pueden ser líderes efectivos quienes tienen inteligencia emocional, es decir, capacidad para captar las emociones del grupo y conducirlas hacia un resultado positivo”.
Ahora, desde nuestra trinchera, podemos levantar la cabeza y tomar un poco de aire, mirar hacia adelante y ver los cambios que se avecinan, los nuevos retos que llegarán y algunos a los que ya nos estamos enfrentando. Es la oportunidad de crecer y de cambiar, de aprender de lo vivido. Es el momento de la humanización en todos los niveles. La elección de líderes con alma e inteligencia, capaces de dar aliento cuando las fuerzas decaigan y hacer que todos avancemos, es un reto al que debe enfrentarse el sistema, también por su propia supervivencia. Parece simple ¿verdad? Escucha, empatía, reconocimiento. Humanidad… humanidad en la gestión sanitaria.
1. Harvard Business Review, ISSN 0717-9952, vol. 82, nº 1, 2004
Es una pasada Sole, cómo me ha gustado volver a encontrarte relatando la verdad del mundo sanitario. Mil besos guapa
ResponderEliminarPrecioso, Sole, e inteligente. No puedo estar más de acuerdo. Gracias
ResponderEliminarMe ha encantado, que razón tienes. Sin embargo es un reto muy difícil .Llevo 36 años trabajando en sanidad y cada vez veo la gestión más lejos de la humanización. Demasiada política influyendo en las desiciones sanitarias. Ojalá hubiera mucha gente con tus ideas y tus principios en la gestión. Te quiero prima.
ResponderEliminarEnhorabuena Sole!!Estoy de acuerdo con todo lo que dices,aunque no sea de tú gremio,me siento identificada. No hay humanización en las empresas.
ResponderEliminarEstás hecha toda una escritora!!! Felicidades!!!
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