El diario Redacción Médica nos ha sorprendido con un titular aparentemente positivo, siempre que entendamos que cuando alguien rompe su techo, quiere decir que las cosas le van bien. Por otra parte, un tuit del Dr. Jesús Expósito reforzaba esa idea afirmando que estaba contento porque un candidato a plazas MIR que tenía el número 88 de la promoción fue el primero en elegir medicina familiar.
La primera plaza MIR de Medicina Familiar y Comunitaria se ha elegido con el número 88. Estoy muy contento.— Jesús Expósito López (@exposit_manuel) 20 de abril de 2016
No hace falta ser un lince para darse cuenta de que, con estas cifras en la mesa, convendría moderar el entusiasmo. Si queremos una medicina menos fragmentada, más cercana a la realidad social; si necesitamos equipos más integrados para dar respuestas globales a la complejidad clínica, es imprescindible que los médicos de familia asuman un liderazgo profesional que hoy no tienen. Podemos estar contentos porque 9 de los primeros 500 candidatos a las plazas MIR (uno más que el año pasado) han elegido medicina familiar, pero no olvidemos que los otros 491 se especializarán en órganos y sistemas.
La carencia de vocaciones para la medicina familiar es un quebradero de cabeza que afecta a todos los países, la cual cosa sugiere que el asunto no debe ser sencillo. Pensemos un poco. Los valores de la formación médica vienen marcados, como nos recuerda Allen Frances en el Huff Post, por el informe Flexner del año 1910, una reforma que aportó rigor a las facultades de medicina, al mismo tiempo que selló las cátedras del conocimiento médico de manera casi inalterable hasta hoy. A este hecho hay que añadir la tendencia a valorar, la comunidad en general y la prensa en particular, los avances indudables de la práctica clínica moderna, con todo su despliegue tecnológico, por encima de los efectos beneficiosos del desarrollo social, cultural y económico, por cierto mucho más determinante sobre la salud de las personas que los propios de la medicina.
Si los gobiernos quieren cambiar el paradigma de la medicina fragmentada, y la correspondiente sobreactuación médica, deben marcar prioridades, y por si ello les cuesta les lanzo cuatro ideas: a) la atención primaria debe pasar de ser el guardián de la puerta (gatekeeper) a líder de la integración de servicios, procediendo a los cambios organizativos necesarios, b) los especialistas de órganos y sistemas (imprescindibles en determinados procesos) deben ser los consultores de los equipos multidisciplinares liderados por profesionales generalistas (médicos de familia, geriatras o enfermeras comunitarias, según el caso), c) la atención primaria necesita más recursos para destinar más tiempo a la complejidad clínica y social, fondos que se podrían tomar prestados de las actuaciones inapropiadas y excesivas de los especialistas (en aplicación de la ley de Sutton), y d) los médicos de familia deberían ganar como mínimo igual, espero que más, que los especialistas de órganos y sistemas, porque las prioridades se expresan, al final, en distribución de recursos.
Si es quieren cambiar valores caducos solo hace falta: visión, prioridades y valentía. A ver si en el futuro las cifras de las pruebas MIR nos dan una alegría de verdad.
Jordi Varela
Editor
¿Cuál es el estado actual de cada uno de nosotros?.
ResponderEliminarPero antes de contestar esta pregunta, ¿tenemos algún objetivo?, ¿queremos cambiar algo de nuestra realidad?.
Porque analizar nuestro estado actual sin el propósito de un cambio previo, nos sumerge más en el marco de los problemas.
Y tener una visión sin tener una querencia previa, ni un punto de partida claro, nos puede llevar por caminos que acaban en metas no deseadas.
Por eso pongamos los caballos delante del carro. ¿Quiero cambiar algo de mi estado actual?. ¿Cuán satisfecho estoy de los diferentes aspectos de mi estado actual?. ¿Dónde tengo el foco?. ¿Qué aspectos puedo cambiar desde hoy mismo y cómo influiría en los otros?. ¿Qué visión de futuro tengo y cómo sabré que he llegado?. ¿Qué herramientas y habilidades poseo para generar el cambio?. ¿Cuán comprometido estoy con el cambio?.
Todo lo demás es permanecer en una zona de control y analizar un cambio que otros deberían de hacer. Pero, ¿es un objetivo de ellos hacer este cambio?