Mental fugit
En un sistema que actualmente tiende a la fragmentación, el desarrollo tecnológico debe favorecer la integración. Cada día disponemos de más avances en el campo de las tecnologías de la información y comunicación que pueden apoyar este cambio y que pueden formar parte de la mayoría de intervenciones que desarrollamos en salud.
El uso de internet ha crecido enormemente en los últimos años y en nuestro entorno este crecimiento se ha producido en personas de todas las edades. Dentro de las posibilidades que ofrece internet, las intervenciones en salud basadas en páginas web y apps son las preferidas por muchos usuarios, entre los que también se cuentan las personas mayores. A través de este tipo de intervenciones podemos promover cambios hacia estilos de vida más saludables y efectuar un seguimiento posterior para que dichos cambios se mantengan. Son recursos asequibles y que favorecen ampliamente la accesibilidad. Si bien hasta ahora su ritmo de implantación era muy lento, la pandemia ha sido un catalizador del cambio que ha impulsado rápidamente su desarrollo y diseminación.
Esta explosión en su aparición y la amplia diversidad de estilos y dianas de las intervenciones digitales pueden causar dificultades a la hora de reconocer qué recursos son efectivos y cuáles no. Por ejemplo, hasta este momento disponemos de pocas publicaciones sobre la evidencia del uso de apps basadas en la web en cuanto a detección precoz de problemas de salud.
La mayoría de estudios ofrecen resultados de eficacia en condiciones experimentales, pero no contemplan la implementación y desarrollo posterior de estas apps, siendo conocido que la implementación de cualquier programa no sucede por sí sola sino que tiene que planificarse adecuadamente para tener éxito.
De igual manera, la asociación entre el uso de las tecnologías de salud digital y el sobrediagnóstico como una posible consecuencia directa ya han sido desarrolladas previamente en este blog.
Muchas personas no viven en entornos propicios que favorezcan estilos de vida saludables. Además, no tienen acceso a una información completa y correcta que contrarreste la influencia indebida de informaciones erróneas que se transmiten en redes sociales o medios de comunicación. A su vez, el enfoque de los entornos sanitarios actuales sigue estando muy dirigido hacia la enfermedad, desaprovechando los grandes beneficios que proporciona la inversión en políticas de promoción de la salud, por lo que sigue siendo infrautilizado el uso de programas de modificación de estilos de vida en enfermedades crónicas, a pesar de su efectividad demostrada en la reducción del riesgo en patologías como la diabetes o la insuficiencia cardíaca.
Estas nuevas tecnologías en soporte digital y dirigidas de forma remota desde un entorno virtual pueden servir para desarrollar un programa de modificación de estilos de vida y pueden evitar barreras de accesibilidad como la dispersión geográfica, resultando la opción más cómoda para muchos usuarios.
Es importante destacar que las intervenciones digitales guiadas por un profesional son mucho más eficaces que las que no están supervisadas, ya que uno de los mayores beneficios de estos programas es permitir a los participantes consultar sobre cualquier cuestión que afecte al propio autocuidado a través de los distintos dispositivos electrónicos existentes.
Otra área con grandes posibilidades de desarrollo es la salud mental, donde las terapias psicológicas con soporte virtual han demostrado ser una opción alternativa efectiva para mejorar los síntomas depresivos y ansiosos, así como la salud, la calidad de vida y el apoyo social percibido.
La promoción de la salud reconoce la salud como un concepto positivo y se centra en los factores que contribuyen a la misma. Una gran parte de las patologías crónicas que afectan a la salud y a sus factores de riesgo pueden ser prevenidas con el buen uso y planificación de estrategias basadas en intervenciones digitales, impulsando la autonomía, el autocuidado y los estilos de vida saludables.
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