Manejar con cuidado
@varelalaf |
La salud planetaria, la salud mental y el envejecimiento saludable de la población están en este momento encima de la mesa como cuestiones candentes y prioridades públicas. No obstante, las estrategias para abordar estos tres retos son conciliables.
Hace pocas semanas tuve el placer de ser invitado a las I Jornadas de Salud Planetaria organizadas por el Servicio Andorrano de Atención Sanitaria (SAAS) y bien orquestadas por el Dr. Jordi Serrano Pons. El acontecimiento fue una fuente de inspiración, como lo son, a menudo, las ocasiones en las que se encuentran personas brillantes, con trayectorias destacadas en la ciencia o en las políticas públicas, abiertas a la escucha y al diálogo (las mentes más brillantes lo acostumbran a ser). La multidisciplinariedad, en estos casos, provoca “colisiones” que dan lugar a pensamiento nuevo e ideas de futuro.
En mi caso, sin llegar a todo esto, fue una oportunidad de aprendizaje y descubrimiento. Al preparar mi intervención fui inspirado por un editorial de The Lancet Healthy Longevity, que precisamente enfoca y sintetiza los principales retos sobre salud planetaria en un planeta donde los habitantes envejecen rápidamente. En resumen, el editorial me sugirió tres líneas sobre las que deberíamos reflexionar porque son de aplicación casi inmediata:
- Hay que fomentar un transporte sostenible y, al mismo tiempo, la actividad física de las personas de edad, el pilar de un envejecimiento saludable. ¿Cómo se concilia todo esto? Las formas de transporte que no utilizan o minimizan los combustibles fósiles (por ejemplo la bicicleta o andar) fomentan simultáneamente la actividad física y tienen que incentivarse. Por otra parte, el transporte público colectivo requiere igualmente la proactividad del usuario para ir a buscarlo, volver de la parada, etc., lo que fomenta la movilidad y el uso del espacio. Además, se podrían fomentar recorridos que permitiesen caminar más (bajando antes o subiendo en la parada siguiente) si el entorno urbano estuviera bien acondicionado.
- Hay que fomentar la producción sostenible de alimentos y una dieta saludable. Por ejemplo, habría que reducir mucho el consumo de carne roja, tanto por motivos de salud como para controlar la explotación de los vacunos que contribuyen al cambio climático de distintas maneras. En este sentido, la dieta mediterránea, complementada con una suficiente aportación de proteínas, sobre todo no animales, sigue siendo una respuesta válida para un envejecimiento saludable. Y reforzar el consumo de fruta, verduras, proteínas derivadas de legumbres, cereales, huevos y pescado, por ejemplo, puede ser una estrategia para mantener una dieta saludable con menor necesidad de carne. La investigación también busca nuevas vías mediante las cuales, en el futuro inmediato, nuevas fuentes de proteínas (por ejemplo derivadas de los insectos) puedan dar una respuesta tanto respecto a salud planetaria como a disponibilidad de alimentos saludables, incluso más accesibles económicamente, lo que contribuiría a reducir las desigualdades socioeconómicas. Ahora sí, habrá que romper algunos estigmas y estudiar la mejor implementación posible de las mismas.
- Por último, en los ámbitos del entorno y la vivienda pueden coexistir la eficiencia energética y la promoción de espacios estimulantes y seguros para que se pueda vivir el máximo tiempo posible en el propio domicilio. El internet de las cosas (IoT) ya puede ofrecer soluciones que permiten ahorrar (sensores y detectores de consumo energético, lámparas inteligentes, etc.), que también detectan conductas poco saludables (sedentarismo, una dieta escasa o no apropiada) y que evitan riesgos (iluminación inteligente, sensores de caídas o sistemas que detectan poca interacción social). Una casa conectada puede favorecer la socialización de las personas de edad y debe complementarse con espacios exteriores verdes, donde se pueda promover el ejercicio físico, y espacios de socialización como por ejemplo pérgolas con placas solares que generan energía proporcionando al mismo tiempo sombra, y espacios con bancos y mesas, mejor si están situados cerca de espacios verdes.
Más allá de estos pocos ejemplos concretos, parece evidente que una estrategia global es necesaria y posible. La coherencia interna no puede ser casual y tiene que marcar con claridad unas políticas que pueden ejercer un gran impacto tanto en las ciudades como en el planeta y, sobre todo, en los ciudadanos que envejecen y envejecerán. E, incluso, pueden ser un revulsivo social y un motor económico.
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