En el intento de modernizar la tradicional medicina autocrática, muchos médicos y enfermeras han aprendido a conjugar los verbos informar, formar y educar, un gradiente de apertura unidireccional. No es raro que después de ser empoderado (transmisión de poder), el paciente vuelva y diga aquello de “doctor, si fuera su madre, ¿usted qué haría?”, y entonces volvemos a la casilla de salida, la de la medicina autocrática.
Sabemos que algo no va del todo bien, porque a pesar de los intentos aperturistas, los pacientes crónicos continúan sobremedicados, al mismo tiempo que infraadheridos mientras que las personas frágiles van adormecidas a causa de los ansiolíticos. El problema subyace en la escucha activa: si el prescriptor no conoce la manera de ser ni los valores de cada persona que atiende, es casi imposible que lo que prescribe responda a sus necesidades reales. Un estudio dice que entre que el paciente empieza a hablar y el médico le interrumpe han pasado 13 segundos.
En todo el mundo, a menudo con razón, los médicos se quejan de no tener tiempo. Dicen, de manera casi universal, que para ellos es más eficiente prescribir y recetar que no explicarse y escuchar, que si tuvieran que destinar demasiado tiempo a hablar, no podrían cumplir con los objetivos de eficiencia que les imponen los de arriba. Sin embargo, en "Adding Value by Talking More", Robert Kaplan y colaboradores desmontan estos argumentos, identificando varios estudios que demuestran que el tiempo de los médicos, a pesar de ser caro, es más barato que los tratamientos, las pruebas y las hospitalizaciones que se producen en exceso por culpa de no haber hablado lo suficiente con los pacientes y, todavía más, si nos ceñimos a los pacientes crónicos, se ha demostrado que el mero hecho de sentirse escuchados aumenta su adherencia a los tratamientos y, por tanto, mejora la efectividad clínica.
Ha llegado, pues, el momento de aprender a conjugar los verbos escuchar, comprender e implicar, y por eso la Sección de Gestión Clínica de la Sociedad Catalana de Gestión Sanitaria y la Agència de Qualitat i Avaluació Sanitàries de Catalunya (AQuAS) nos pusimos de acuerdo para invitar a Víctor Montori, endocrinólogo de Mayo Clinic e investigador reconocido en la materia, a pronunciar una conferencia sobre sus aprendizajes en decisión clínica compartida.
Víctor Montori: "Los avances de Mayo Clinic en decisiones clínicas compartidas".
En la Jornada hubo, además, cuatro ponencias que representaron sendos ejemplos del desarrollo local de las decisiones compartidas (a través de los enlaces pueden acceder a los vídeos correspondientes):
- Joan MV Pons: "El programa de decisiones clínicas compartidas de AQuAS".
- Immaculada De Molina: "Reconstrucción mamaria postmastectomía", Hospital Joan XXIII de Tarragona.
- Miguel Ángel Robles: "Los dilemas de los pacientes con esclerosis múltiple", Hospital Josep Trueta de Girona.
- Joan Escarrabill: "El hospital centrado en las personas: de los buenos propósitos a la acción", Hospital Clínic de Barcelona.
De las presentaciones y del debate posterior se desprenden dos conclusiones:
a) La decisión compartida es un asunto emocional. Según Montori, se trata de una expresión humana de la atención solidaria y cuidadosa del paciente, en la que ambos protagonistas deberían llegar juntos a una resolución que debe tener sentido intelectual, emocional y práctico. Los materiales de apoyo son una ayuda, no un fin.
b) La decisión compartida es una forma de ajustar la práctica clínica a la manera de ser de cada persona, pero no es un instrumento pensado específicamente para mejorar la eficiencia y la efectividad, aunque puede ser que esa asociación ocurra.
Jordi Varela
Editor
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