lunes, 1 de octubre de 2018

El diagnóstico precoz del cáncer colo-rectal, treinta años después








Los sistemas sanitarios hace tiempo que planean programas poblacionales para la detección precoz de ciertos cánceres mediante técnicas diagnósticas surgidas del ámbito de la clínica, tales como el antígeno prostático específico (PSA), las mamografías, las ecografías o el estudio de sangre oculta en heces, que es el caso que nos ocupa. Este asunto está generando confusión en la sociedad, porque una cosa es cuidar de la propia salud y la otra, bien distinta, es someterse a pruebas médicas para descubrir tumoraciones en sus fases iniciales. Por otra parte, también se generan incomodidades entre los profesionales, porque no es lo mismo atender pacientes que buscan ayuda por problemas de salud, que proponer pruebas masivas a la población sana.

@varelalaf


¿Vivir más?

Treinta años después de haber iniciado un ensayo clínico aleatorizado con 46.551 personas de 50 a 80 años en la Veterans Administration de EEUU, en el cual un tercio de los participantes no siguieron ningún programa especial, un tercio tuvieron una prueba de sangre oculta en heces cada dos años y un último tercio cada año. El resultado, según el artículo "Long-Term Mortality after Screening for Colorectal Cancer", mostró que mientras que en el primer grupo murieron 295 personas de cáncer colo-rectal, en el segundo lo hicieron 237 y en el del control anual sólo 200. Por tanto, las reducciones de los riesgos relativos fueron del 24% y del 35% respectivamente. Unas cifras muy considerables.



1: Grupo de no intervención; 2: Grupo de control bianual; 3: Grupo de control anual


El estudio también pone de manifiesto una evidencia que a menudo en este tipo de evaluaciones no se tiene demasiado en cuenta, y es que la mortalidad a largo plazo en personas mayores, de natural, es muy elevada, lo que tiende a diluir los resultados finales de acciones tan específicas como las de los programas preventivos del cáncer colo-rectal. La cuestión es que de las 46.551 personas estudiadas, a los treinta años, habían muerto 33.020, el 70,9%, distribuidas a partes prácticamente iguales entre los tres grupos, los cuales mostraron un riesgo relativo de morir por cualquier causa que, una vez ajustados los indicadores, era idéntico (como se observa en la segunda parte del gráfico).

La percepción que las personas tenemos sobre nuestra calidad de vida es un tema muy personal, pero, sin ánimo de inferir, lo que sabemos seguro es que los participantes de los dos grupos de intervención tuvieron más dependencia del sistema sanitario, más riesgos de sufrir falsos diagnósticos y más extracciones de pólipos sospechosos. Con las cifras en la mano, hay que admitir, sin embargo, que, gracias a las actuaciones terapéuticas en fases más iniciales, algunas personas sobrevivieron más al cáncer colo-rectal, pero este éxito se disolvió en el ámbito de unas cohortes de mortalidad relativamente alta, por lo que no se pudo recoger en el cómputo global.

Es comprensible que cuando vamos cumpliendo años nos obsesionemos por prevenir enfermedades graves y abracemos todas las propuestas preventivas que nos llegan del sistema sanitario, pero vistos los resultados del estudio mencionado, y otros del mismo estilo, pienso que es más recomendable, y saludable, simplemente abrazar la vida que nos queda de manera positiva, aunque, llegados a este punto, cada uno sabe sus cosas.


Jordi Varela
Editor

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