miércoles, 12 de diciembre de 2018

Cuando la sanidad no funciona bien, ¿mejor no tener?








Ya hace casi veinte años, el informe del Instituto de Medicina Equivocarse es humano estimaba que los errores médicos provocaban más muertes anuales que el sida, el cáncer de mama o los accidentes de tráfico. Hace pocos días, en The Lancet, Margaret Kruk y su equipo de salud global de Harvard nos advertían de que la mala asistencia sanitaria está provocando cinco veces más defunciones que el sida en los países con menos recursos. Incluso más muertes que las de las personas que fallecen sin haber podido acceder a la sanidad.

Es obvio que, para ser útiles, las actividades sanitarias han de tener algún efecto positivo en la salud de las personas atendidas. En la salud y en la supervivencia o, todavía más precisamente, en la supervivencia en buena salud. Elemental. Como también lo es pensar que este valor depende en buena medida de hacer las cosas bien. Y no basta con disponer de instalaciones, equipamientos y personal sanitario. Es necesario que funcionen adecuadamente.


El estudio de Kruk y colaboradores analiza la mortalidad correspondiente a un conjunto de 61 causas de muerte susceptibles de ser atendidas con éxito por los servicios sanitarios y, por eso mismo, evitables. La población investigada es la de 137 países de nivel económico bajo y medio y la letalidad observada se ha comparado con la que se esperaría que se produjera por estas mismas causas en una población de referencia constituida en 21 países con un nivel económico alto.

Se estima que en el año 2016 en estos 137 países se produjeron 15,6 millones de muertes más que las que habrían ocurrido por las mismas causas en la población de referencia. De estas, 7 millones habrían podido evitarse con medidas de salud pública no asistenciales, de manera que si las excluimos, los 8,6 millones que restan son defunciones potencialmente evitables con una atención médica y sanitaria estándar. El caso es que 3,6 millones de estas muertes corresponden a personas que no accedieron a ningún tipo de asistencia, mientras que 5 millones (el 58% de las personas muertas) sí recibieron atención sanitaria. Es decir, 1,4 millones más de muertes entre las atendidas que entre las no atendidas. Y si tenemos en cuenta que el número de personas muertas por causas potencialmente susceptibles de una atención eficaz fue de algo más de 15 millones, resulta que la asistencia inadecuada se asocia a casi un 10% de las muertes evitables.

Aunque los resultados se han obtenido mediante asunciones sofisticadas, los autores han realizado algunos análisis de sensibilidad que no desmienten las conclusiones obtenidas, y si bien es muy probable que en muchos casos las causas del fracaso terapéutico fueran deficiencias, en el sentido de insuficiencia, no hacer nada era mejor para la supervivencia. De forma que la mera accesibilidad a cualquier tipo de atención médica y sanitaria no es suficiente. Es necesario que esta funcione bien. Un conocimiento que, si bien se mira, parece obvio. Y también que es mejor poder dirigir a los pacientes que lo necesitan a un hospital que funcione, que no tener uno más cerca pero que no funcione suficientemente bien.


Referencia

(1) Kruk ME, Gage AD, Joseph NT, Goodarz D, García-Saisó S, Salomon YA. Mortality due to low-quality health systems in the universal health coverage era: a systematic analysis of amenable deaths in 137 countries. Lancet published online September 5, 2018. doi.org/10.1016/s0140-6736(18)31668.

1 comentario: