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En estos tiempos de pandemia, con las dificultades a las que nos enfrentamos los trabajadores de la salud, llama la atención que The Institute for Healthcare Improvement (IHI) publique una entrada en su blog abordando la importancia de la alegría en el trabajo durante la pandemia.
Este es un momento en el que se ha modificado notablemente nuestra forma de trabajar con los pacientes y sus familias. Convivimos con protocolos diariamente cambiantes, la organización y la cultura en los hospitales se han transformado en 24 horas y hemos tenido que adaptarnos rápidamente. Hemos perdido gran parte del contacto físico y la cercanía a las personas. Sufrimos además nuestras propias inquietudes y la repercusión que la labor sanitaria que ejercemos pueda tener en nuestros familiares. Nos preocupa también la salud de los compañeros de trabajo. Somos testigos de la virulencia de esta enfermedad, que se ceba en los mayores y aísla a los pacientes, no solamente confinados en sus domicilios sino también en las salas de los hospitales. Vivimos una época en la que el profesionalismo se manifiesta en su forma más destacada: “Personas cualificadas que ponen los intereses de aquellos a quienes sirven por encima de sus propios intereses”.
¿Es posible entonces hablar de alegría, o ello será considerado como una falta de sensibilidad o de tacto? Para el IHI, la alegría en el trabajo no es sinónimo de fiesta. Hablar de alegría es cultivar en nosotros mismos, en los trabajadores de la salud, un sentido de propósito compartido, un significado de lo que hacemos y, además, sentir que nos realizamos con ello. Como señala el IHI, esto es particularmente importante ahora porque al desgaste que ya padecíamos los profesionales se unen los efectos del estrés, la frustración, las largas horas de trabajo, el miedo y el riesgo sin precedentes al que nos enfrentamos durante la pandemia.
La magnitud de esta enfermedad obliga a las organizaciones a pensar de manera diferente sobre la entrega que requieren a los profesionales y la presión bajo la cual debemos trabajar, identificando de forma individual la tolerancia de cada uno. Y concretando también lo que esperan de nosotros. El IHI sugiere que no hay mejor forma de hacerlo que preguntar directamente a los trabajadores qué es lo que más nos importa. Esta pregunta, aparentemente simple, puede constituir el inicio de la puesta en marcha de una estrategia poderosa. Algunas personas pueden tener preocupaciones comprensibles sobre su seguridad o su falta de seguridad. Otras es posible que se preocupen de aspectos relativos a la conciliación familiar o sobre cómo pueden ser más útiles en sus tareas profesionales. Las instituciones deben hacer un esfuerzo para ayudarlas a todas ellas a abordar estos problemas de una forma que probablemente no se ha tenido suficientemente en cuenta hasta ahora.
Esta crisis está poniendo de manifiesto nuestro potencial como trabajadores de la salud, pero también nuestras limitaciones. La alegría en el trabajo puede aumentar nuestra fuerza en la atención sanitaria en momentos de estrés extremo. Para ello el IHI sugiere diferentes acciones:
a) Los líderes deben compartir tiempo con los profesionales de primera línea, valorando los desafíos a los que se enfrentan, ayudando a eliminar barreras, reconociendo esfuerzos y empujando todos en una misma dirección: brindar la mejor atención posible a los pacientes.
b) Los profesionales sanitarios debemos cultivar nuestra resiliencia individual y encontrar el significado de lo que hacemos, que no es más que asegurarnos de que nuestro trabajo marca diferencias en la vida de los pacientes y los compañeros.
c) Todos debemos apoyar modelos organizativos que fomenten el trabajo en equipo. De ello dan ejemplo las redes sociales con numerosos testimonios de profesionales de diferentes especialidades trabajando codo a codo con un mismo objetivo. Las capillitas, en particular en los hospitales, parecen haber ampliado sus límites, oportunidad que no deberíamos desaprovechar en el presente y el futuro de la asistencia sanitaria.
d) Las instituciones deben crear y fomentar la seguridad psicológica de sus profesionales. Es decir, facilitar que cualquiera pueda hacer preguntas, comentarios, críticas, exponer ideas innovadoras... sin ser percibido como incompetente, negativo o particularmente disruptivo.
Los sistemas sanitarios de todo el mundo están puestos a prueba. En un momento en que sería más fácil concentrarnos en nuestros problemas, una corriente de generosidad ha permitido compartir y desarrollar respuestas y navegar juntos en estos tiempos difíciles. La agilidad de nuestras organizaciones ha quedado ampliamente demostrada. Es momento de que los trabajadores de la salud y las instituciones aprovechemos las fortalezas demostradas para aportar alegría a nuestra tarea y ofrecer una atención sanitaria cada vez mejor a las actuales y futuras generaciones.
Internista. Servicio de Medicina del Hospital San Juan de Dios del Aljarafe
Muy buen texto, alegría traducida en sentido de propósito, un aspecto crucial en el bienestar, que no debemos olvidar, aún en esta época.
ResponderEliminarMuchas gracias Karina por tu amable comentario. Un saludo.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSe pueden decir muchas cosas sobre esta situación, pero es un hecho que los acontecimientos nos han unido más a los profesionales sanitarios de todos los estamentos, todos juntos en una misma dirección y, a pesar del cansancio o desesperación, compartimos un cierto aire de optimismo y alegría, lo cual motiva para iniciar la hornada laboral.
ResponderEliminarGracias Cristobal por tu aportación y comentario. ¡Buena mañana!
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