Siempre he tenido como una máxima de mi vida rodearme de gente más inteligente que yo. Una vez más, los acontecimientos me han demostrado que eso es algo fundamental. Hace unos días, cuando leí el editorial de Fineberg en el NEJM, me pareció una de las muchas reflexiones inteligentes que se han publicado últimamente. Pero hasta que mi amigo Miguel Ángel no me hizo un comentario sobre el mismo no reparé en la enjundia que encerraba. Es posible que pueda parecer excesivamente simple. Puede que las indicaciones parezcan un tanto manidas en esta época de crisis en la que se ha demostrado que todos los españoles, además de un médico y un seleccionar nacional, llevamos dentro un epidemiólogo.
El autor hace una sola recomendación para mejorar la maltrecha economía mundial y el empeoramiento que se avecina: si queremos mejorar la economía hemos de vencer al virus. Elemental querido Watson y es algo de sentido común. Pero cuando uno analiza y pone en nuestro contexto las medidas necesarias, a veces surgen muchas dudas sobre si se han puesto en práctica. Huyendo de todo análisis político (que cada uno haga el suyo) dichas medidas son las siguientes:
1. Se requiere un mando único. Ha de tener la confianza del presidente y ganarse la de la población. Ante esta situación extrema se requieren expertos. No se trata solo de un coordinador de agencias. Sobre él pesará la responsabilidad de movilizar activos civiles y/o militares, así como desplegar y/o replegar suministros nacionales a zonas donde sean necesarios. En nuestro país se instauró efectivamente un comité de crisis que supongo debe de ser de la confianza del presidente, pero no me queda nada claro que también lo sea de la población. Es cierto que hemos ido aprendiendo de la enfermedad durante la pandemia y que, por lo tanto, los protocolos de atención son cambiantes en función de la experiencia, en muchas ocasiones con poca evidencia. Pero es también una realidad que algunas medidas se han adoptado, quizá, demasiado tarde y en otras se atisba cierta improvisación.
2. Realizar millones de pruebas diagnósticas. Ha sido el proceder de Corea del Sur, modelo de éxito a la vista de sus infectados y fallecidos. Es fundamental tener testadas a todas las personas con síntomas. Esto permite saber en qué fase del proceso infeccioso se encuentra la población y por lo tanto tomar medidas. Aun entendiendo la dificultad de gestión de una crisis mundial, parece poco razonable que tras semanas de aislamiento no contemos en nuestro país con tests rápidos de realización masiva.
3. Proteger al personal sanitario y dotar a los hospitales ante la avalancha de enfermos graves. Nuestros sanitarios se merecen condiciones seguras para desarrollar su trabajo. No solo por una cuestión de seguridad laboral y dignidad, sino para controlar la transmisión en los hospitales y centros sanitarios. Hay que aplicar estándares de crisis y, a pesar de los esfuerzos, probablemente no se pueda llegar a todos. No es una buena noticia para nuestro país que contemos, a día de hoy, con 19.400 sanitarios infectados, ni tranquilizante para la población aparecer en The New York Times como médicos kamikazes. El magnífico libro El arte de la guerra de Sun Tzu señala: “…si el ejército no está bien equipado las tropas no conseguirán nada…”.
4. Diferenciar la población en cinco grupos. Probablemente este es el aspecto más importante para controlar la epidemia y conseguir la recuperación progresiva de la actividad. Infectados, sospechosos de infección (tienen síntomas, pero test negativo), expuestos, exposición desconocida y curados ya inmunes se ubicarán, según la sintomatología y el riesgo que presenten, en diferentes recursos sanitarios. Se recomienda aislar a los expuestos en centros no sanitarios como hoteles.
5. Inspirar y movilizar a la población. En esto los españoles nos estamos comportando de forma ejemplar. Hemos desarrollado la inteligencia colectiva y la hemos puesto al servicio de la sociedad de forma altruista en la mayoría de los casos. Es importante transmitir a la población que emplee mascarillas para estar fuera de su domicilio, sin complejos. Así los presintomáticos e infectados tendrán menor probabilidad de infectar a otros. Recordemos que la tasa de asintomáticos/presintomáticos se encuentra entre el 20%-50%, con una contagiosidad entre el 10-60% según el informe de la consultora McKinsey & Company.
6. Aprender durante la epidemia, en tiempo real. Ya lo hicimos en la infección por VIH. Debemos investigar antivirales y vacunas. Y hemos de realizar una pulcra recogida de datos y de información asistencial con la finalidad de analizarlos para encontrar modelos predictivos de evolución clínica y respuesta al tratamiento. Tenemos que conocer la situación de la población para tomar medidas basadas en las mejores evidencias.
El confinamiento ha sido necesario y efectivo a la vista de los resultados publicados. Se prevé una reducción de la mortalidad al final de la pandemia de un 95%. Finalmente, la estimación de fallecidos será de unos 17.000 (350.000 fallecidos si no se hubiese puesto en práctica el aislamiento social). Según un informe de Boston Consulting, se manejan dos fechas posibles para finalizar el confinamiento en nuestro país, situadas entre el 1 de junio y el 3 de julio.
Estas medidas no solo nos ayudarían a controlar la epidemia sino a reactivar cuanto antes la economía. Es cierto que nuestro país se encuentra ya en una fase avanzada de la epidemia, pero quizás haya que replantear algunas medidas de las expuestas previamente (más vale tarde que nunca). Si los datos publicados por el estudio del Imperial College son ciertos (más de 7 millones de infectados en España), estaríamos en el umbral de la inmunidad de grupo pero, por otro lado, podríamos tener un número tan importante de contagiados que los cambios en las medidas de confinamiento deberían ser muy rigurosos y basados probablemente en la realización de tests masivos para reincorporar a la actividad económica a los que se muestren inmunes.
Las decisiones para dar respuesta a la salud pública y reiniciar la economía deben venir de la ciencia.
Enlace al Blog Doctor Miralles
Internista. Director Médico. Asisa. Málaga
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