“Choosing Wisely” in the Daily Practice of #FamilyMedicine -- http://t.co/89npsLnIHS - #primarycare @gesclinvarela #FMRevolution
— Dr J Vidal-Alabll (@jvalaball) Mayo 18, 2015
El tweet del Dr. Josep Vidal Alaball nos conduce al blog del New England donde un periodista pregunta a tres médicos de familia cuales son las dificultades que tienen para abandonar prácticas clínicas de poco valor, en concreto en relación a las 15 recomendaciones que la American Academy of Family Physicians (AAFP) ha aportado a Choosing Wisely (ver el post de 6 de mayo de 2013).
De la lectura de las tres entrevistas se concluye que los médicos de familia, a pesar de ser conocedores de las recomendaciones que ha elaborado su asociación, a menudo tienen problemas cuando deben explicar a un paciente que determinada prueba es mejor no hacerla o que sería preferible no recetar un antibiótico, sin ser sospechosos de colaboracionismo con los recortes.
Dos ideas que quiero destacar de estas entrevistas a tres médicos de familia:
a) Organizar workshops profesionales centrados en el debate sobre el fomento de prácticas clínicas de valor es positivo, no tanto para adquirir más conocimientos, sino para intercambiar experiencias y reforzar actitudes.
b) Promover estrategias desde los ámbitos académicos para explicar las recomendaciones a la población general también es una buena iniciativa. Los médicos entrevistados dicen que empieza a haber algunas personas que han oído hablar de los riesgos de la sobreactuación médica, y que la comprensión de la opinión pública mejora cuando esta información procede de fuentes independientes.
La estrategia para reducir la epidemia de sobrediagnóstico y de sobreactuación médica se debe fundamentar básicamente en dos líneas: más debate profesional y más información al público en general por parte de las sociedades científicas y de las instituciones académicas.
Jordi Varela
Editor
De la lectura de las tres entrevistas se concluye que los médicos de familia, a pesar de ser conocedores de las recomendaciones que ha elaborado su asociación, a menudo tienen problemas cuando deben explicar a un paciente que determinada prueba es mejor no hacerla o que sería preferible no recetar un antibiótico, sin ser sospechosos de colaboracionismo con los recortes.
Dos ideas que quiero destacar de estas entrevistas a tres médicos de familia:
a) Organizar workshops profesionales centrados en el debate sobre el fomento de prácticas clínicas de valor es positivo, no tanto para adquirir más conocimientos, sino para intercambiar experiencias y reforzar actitudes.
b) Promover estrategias desde los ámbitos académicos para explicar las recomendaciones a la población general también es una buena iniciativa. Los médicos entrevistados dicen que empieza a haber algunas personas que han oído hablar de los riesgos de la sobreactuación médica, y que la comprensión de la opinión pública mejora cuando esta información procede de fuentes independientes.
La estrategia para reducir la epidemia de sobrediagnóstico y de sobreactuación médica se debe fundamentar básicamente en dos líneas: más debate profesional y más información al público en general por parte de las sociedades científicas y de las instituciones académicas.
Jordi Varela
Editor
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