viernes, 30 de diciembre de 2016

Final de vida: La muerte de Luis XIV (Albert Serra, 2016)



Es un placer cerrar el año en este blog refiriéndome no sólo a una de las mejores obras del año, pero también a una película que puede todavía verse en la cartelera. La muerte de Luis XIV, además de ser la cinta más accesible del inefable Albert Serra, es una obra bella, sensible y vinculada absolutamente a la intención de estas líneas.

Al inicio de la película, el Rey Sol contempla, ya sentado en una primitiva silla de ruedas, el único exterior que veremos en toda la obra y el último que él verá. Testigo del poder terrenal, el paisaje que contempla el monarca se ve como un sueño que precede al que se convertirá en la pesadilla de sus últimos días. A partir de allí su autonomía se va limitando y su poder se desvanece. El rey deja de ser todopoderoso y pasa a ser un paciente débil e indefenso. 


Dejándole recluido en su habitación, en la cama real, Serra nos muestra el progresivo despojamiento del poder por parte del monarca. Primero acaban las celebraciones, tras las visitas de conocidos y parientes, más adelante es sometido a pruebas humillantes. Al final, viene la aceptación, cuando comprende, en medio de episodios de dolor, como todo se va acabando. Mientras los médicos prueban algo, después retroceden y vuelven a sangrías antes desaconsejadas, desbarran unos de otros (los de cabecera de los médicos de hospital, y éstos desconfian de los primeros) y acuerdan finalmente ceder a las propuestas de un charlatán de feria que le da a beber un elixir a base de semen de toro y sangre de sapo.

Todos somos reyes de nuestro mundo. Todos los pacientes lo son, también, del suyo. La muerte de Luis XIV representa la muerte del poder, banalizado al ser desprovisto de atributos de la realeza. Pero también representa la muerte de cualquier ser humano. Y aquí, con bastante sutileza, con belleza incluso, Serra nos muestra cómo de insensibles podemos ser los profesionales primando los diagnósticos o el tratamiento de la enfermedad, por encima del confort, la privacidad y el cuidado del paciente. Al fin y al cabo, todos vamos a parar al mismo sitio, reyes y súbditos, pacientes y profesionales. Pero vale la pena que lleguemos con la dignidad que el Rey Sol perdió en los últimos días.

La obra de Albert Serra tiene muchos más méritos que los expresables en estas breves líneas. Como espectadores, les recomiendo ver esta obra magistral más de una vez. Como profesionales de la salud, también... Y no dejemos de pensar en la última frase con la que Albert Serra y el médico de cabecera, fracasado en diagnóstico y en cuidado, y con el paciente ya difunto, cierran la película: la próxima vez lo haremos mejor. No tenemos más remedio que mejorar a partir de nuestros fracasos, pero no olvidemos que los debemos minimizar, por el bien de los pacientes.

Feliz año y buen cine a todos!


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