Atención integral
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En este blog ya hemos abordado esta circunstancia con anterioridad: Salvador Casado ha propuesto algunas ideas prácticas para una atención primaria de transición; Anna Sant ha efectuado recientemente una reflexión sobre la necesidad de redefinir o crear nuevos roles, y Jordi Varela ha argumentado la importancia de generar cambios radicales para atender las necesidades de los pacientes complejos en la comunidad. Pero, ¿qué podemos hacer desde los hospitales?
El pasado mes de julio, la revista Harvard Business Review publicó un interesante artículo How Hospital Can Meet the Needs of Non-Covid Patients During the Pandemic (Cómo pueden atender los hospitales las necesidades de los pacientes no COVID durante la pandemia). Una de las claves que identifica esta entrada es la importancia de centrarnos no solo en la atención aguda de los pacientes con COVID-19, sino también en trabajar de forma proactiva para seguir atendiendo el resto de problemas de salud. El objetivo es proporcionar la mayor estabilidad posible a los procesos, ganar en salud y evitar el peligro de aplazar la asistencia sanitaria, lo que se traducirá en el futuro en un incremento de hospitalizaciones, estancias y reingresos y terminará tensando nuestro sistema en todos los niveles, no solo en los hospitales.
¿Cuáles son las propuestas que aporta este trabajo para orientar la atención de los problemas crónicos de salud en tiempo de pandemia?
1. Ofrecer estrategias digitales efectivas para un manejo proactivo y ambulatorio de las enfermedades crónicas: registros clínicos en tiempo real, herramientas para la atención virtual de los pacientes de forma sincrónica y asincrónica, educación sanitaria, visitas virtuales en grupos e intervenciones de telemedicina que se centren en los cambios en el estilo de vida, aprovechando incluso las redes sociales.
2. Redistribuir los servicios clínicos esenciales entre diferentes hospitales. En lugar de que cada hospital proporcione de forma redundante el conjunto completo de servicios clínicos, concentrarlos en un solo lugar. Esta estrategia está plagada de desafíos y requiere aumentar la colaboración entre instituciones y reforzar el papel de la administración sanitaria para centralizar las decisiones, pero, aun así, hay ejemplos de ello y sus beneficios empiezan a identificarse tal como ocurre en Nueva York, Boston o Daegu (Corea del Sur).
3. Hospitalizar a los pacientes COVID-19 atendiendo a sus patologías subyacentes. En mi interpretación, otra vuelta de tuerca a los equipos multidisciplinares COVID. Es decir, sin perder el carácter de “trabajo en equipo y multidisciplinar”, aprovechar las competencias de los profesionales más generalistas para la atención de las personas con varios problemas crónicos de salud e infección por SARS-CoV-2 y facilitar que otros profesionales atiendan de forma preferente a pacientes con problemas de salud que les sean más cercanos.
4. Disponer de centros de cuidados postagudos según sean pacientes COVID o no COVID y reforzar estrategias de seguimiento ambulatorio/domiciliario para agilizar estancias y evitar uno de los problemas a los que nos enfrentamos los clínicos y que suele generar cuellos de botella: la necesidad de demorar el alta hospitalaria. Esto puede ser debido a problemas clínicos, pero también al deterioro funcional que produce la hospitalización (más acusado si cabe en condiciones de aislamiento), insuficiencias de las familias para cumplir las recomendaciones de aislamiento en los domicilios y la propia ausencia de recursos sociosanitarios en el ámbito ambulatorio.
5. Por último, aunque no menos importante, una atención primaria como baluarte frente a la COVID-19 y con un claro objetivo: mantener a los pacientes en su domicilio, lejos de los hospitales y de los servicios de urgencias. Muy interesante como lectura adicional para este apartado el artículo publicado en The Lancet Prevention and control of non-communicable diseases in the COVID-19 response (Prevención y control de las enfermedades no transmisibles en la respuesta a CODIV-19).
Atender a las necesidades de las personas con problemas crónicos de salud debe ser un punto más de nuestra agenda diaria de prioridades a pesar de las presiones y dificultades. La reinvención de nuestro sistema de salud se antoja imprescindible para dar una respuesta eficaz en todos los frentes abiertos, incluyendo la atención a la cronicidad. Es necesario para ello una mayor implicación de políticos y administraciones, tener en cuenta la opinión de los pacientes crónicos y la voz de los profesionales, facilitar una innovación disruptiva, más telemedicina, liderazgos transversales, mayor autonomía y menor burocracia en nuestras instituciones y un mejor aprovechamiento de nuestros recursos. Esperemos que con estas y otras medidas podamos, entre todos, reducir el impacto y los daños colaterales que nos está dejando la pandemia.
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