En esta primera fase, la capacidad de producción de vacunas es el factor crítico. Muchos gobiernos y organizaciones no gubernamentales se han comprometido ya con la iniciativa de acceso equitativo a las vacunas adhiriéndose a la plataforma COVAX, coordinada por The Vaccine Alliance (GAVI), la OMS y Coalition for Epidemic Preparedness Innovation (CEPI), que pretende garantizar inicialmente la distribución y acceso a la vacunación del 20% de la población de todos los países participantes independientemente de su nivel de ingresos. Posteriormente están previstas asignaciones adicionales utilizando un marco ponderado por la incidencia de infección de cada país, la vulnerabilidad de su población y la capacidad de su sistema de salud. El siguiente vídeo explica en poco más de dos minutos en qué consiste la plataforma COVAX:
Sin embargo, el despliegue de la vacunación no ha empezado con buen pie en cuanto a equidad y planificación se refiere.(1) Ya en noviembre de 2020 se habían firmado compromisos de compra anticipados de un total de 7,48 billones de dosis, más de la mitad de ellas reservadas para un grupo limitado de países que representan únicamente el 14% de la población mundial.(2) Ante la incertidumbre sobre la continuidad de la producción o sobre cuál resultará más efectiva, quienes disponen de recursos se han asegurado comprando más vacunas de las que podrían necesitar. Canadá encabeza la lista con una reserva con la que podría vacunar hasta un total de cinco veces su población. Quienes pueden pagar precios más altos también tienen un acceso más rápido a las vacunas. A mediados de febrero, en Israel, el porcentaje de población que había recibido al menos una dosis era del 71,6% y en los Emiratos Árabes del 49,6%, pero en cambio no llegaba al 0,5% en India o al 1% en Brasil, si bien es cierto que en el caso de Israel existen otros factores que explican su celeridad en la vacunación.(3) Aunque se lograra alcanzar la producción máxima proyectada por los actuales productores, casi una quinta parte de la población mundial se quedaría sin acceso a la vacuna por lo menos hasta 2022.(4)
India y Sudáfrica lideraron una iniciativa ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) para la suspensión extraordinaria de las patentes de las vacunas frente a la COVID-19, pero Europa, el Reino Unido y Estados Unidos la bloquearon con el argumento de que desincentivaría las inversiones y la innovación. El debate es complejo y espinoso. Economistas de prestigio defienden en general la necesidad de mantener las patentes, mientras que entidades como Salud por derecho, Médicos Sin Fronteras o Public Citizen consideran que en situación de emergencia por la pandemia los monopolios que ofrecen las patentes son inaceptables.
Existen otros mecanismos alternativos, como las licencias obligatorias que permiten a un país suspender la patente indemnizando económicamente al titular si se dan circunstancias excepcionales. Sanofi anunció que pondría su infraestructura de fabricación a disposición de Pfizer-BioNTech para colaborar con estos laboratorios e incrementar la producción de su vacuna. Tedros Adhanom, director general de la OMS, anima a otros fabricantes a seguir el ejemplo de Sanofi y reclama a quienes se han beneficiado de financiación pública en la investigación de las vacunas que compartan su conocimiento y tecnología. Sin embargo, vista la falta de transparencia sobre los contratos de venta anticipada, o la lucrativa operación financiera por parte del CEO de Pfizer al día siguiente de la aprobación de su vacuna, no parece que la Big Pharma esté por la labor, tampoco esta vez, de renunciar a los beneficios económicos que proporciona a sus accionistas y a sus altos ejecutivos, pero esto tampoco es una novedad tal como explicábamos en una entrada anterior de este blog.
A nadie puede sorprender que, en un mundo como el nuestro, los gobiernos de países ricos quieran dedicar sus recursos a proteger a sus ciudadanos y sus industrias estratégicas. Sin embargo, independientemente de razonamientos éticos obvios, ¿es esa la estrategia más útil para acabar definitivamente con una pandemia de esta magnitud? No se trata solo de un problema de justicia universal y de no dejar a nadie atrás, sino de abordar la COVID-19 como la extraordinaria pandemia que es y no como si se tratara de un conjunto de epidemias nacionales aisladas que pudieran combatirse de forma independiente y fragmentada. La OMS alerta de que la ralentización de la vacunación en algunos países podría favorecer el desarrollo de nuevas variantes del virus que amenazarían el control definitivo de la pandemia en todo el mundo. Solo la supresión global puede controlar la aparición de las nuevas variantes y esto es posible únicamente si todos los países lo logran. Todos los sanitarios deben estar protegidos para afrontar la pandemia, independientemente de donde trabajen. La campaña de la OMS Vaccine Equity Declaration apela a los gobiernos, a los fabricantes de vacunas y a los líderes mundiales a contribuir a este objetivo. A las diferencias en la morbilidad y la mortalidad a corto plazo se sumarán también, a medio plazo, el impacto económico y social, las desigualdades y, con ellos, la consiguiente inestabilidad política y el agravamiento de las crisis migratorias a gran escala.
Vean en el siguiente vídeo de Gavi por qué el “nacionalismo vacunal” nos perjudica a todos:
Incluso suponiendo que se alcanzara un consenso mundial para la producción y acceso equitativo a las vacunas, el problema seguiría siendo extraordinariamente complejo. Les recomiendo, aun a riesgo de deprimirse, un excelente artículo que aborda con gran rigor y exhaustividad todas estas barreras.(3) Hay que superar importantes dificultades logísticas de almacenamiento, transporte y capacidad organizativa para que puedan administrarse cuanto antes en todo el planeta. Una coordinación global y un firme compromiso por parte de todos los países son imprescindibles, pero sobre todo de los más ricos, para poner cuanto antes a disposición del resto los recursos económicos, logísticos y técnicos necesarios para que la vacunación llegue a todos los lugares.
Por último, y aunque en nuestro medio parece que la vacunación goza de buena aceptación entre los colectivos priorizados, los profesionales sanitarios y las personas de mayor riesgo, debemos contar con un porcentaje variable de escepticismo o directamente de rechazo de la vacuna por parte de otros colectivos más jóvenes y con menor percepción de riesgo. Habrá que encontrar el modo de lograr que estas personas modifiquen su actitud frente a la vacuna porque puede comprometer todo el esfuerzo realizado (a este respecto, recomiendo el post de Pedro Rey en este mismo blog).
Angela Merkel dijo en el último Foro Económico Mundial, que es el momento del multilateralismo. El “nacionalismo vacunal” tendrá consecuencias negativas para todos. En esta carrera contra reloj no competimos unos frente a otros, sino todos contra el virus, frente al que nadie se salvará solo.
Bibliografía
1. The Lancet COVID-19 Commission. Priorities for the COVID-19 pandemic at the start of 2021: statement of the Lancet COVID-19 Commission. The Lancet 2021; publicado online: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(21)00388-3.
2. So Anthony D, Woo Joshua. Reserving coronavirus disease 2019 vaccines for global access: cross sectional analysis BMJ 2020; 371 :m4750
3. Rosen, B, Waitzberg, R e Israeli, A. Israel’s rapid rollout of vaccinations for COVID-19. Isr J Health Policy Res 10, 6 (2021). https://doi.org/10.1186/s13584-021-00440-6
4. Wouters, OJ, et al. Challenges in ensuring global access to COVID-19 vaccines: production, affordability, allocation, and deployment. The Lancet 2021; publicado online: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(21)00306-8
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