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Gerd Gigerenzer, Director del Harding Center for Risk Literacy del Max Plank Institute for Human Development de Berlín, ya mereció la atención de este blog en 2014 a raíz de su publicación "Risk Savvy. How to make good decisions." La cruzada de Gigerenzer en contra de la manipulación de los riesgos y sus consecuencias es consistente y tenaz, y por eso creo que deberíamos utilizar más sus materiales para ayudar a vencer las trampas de los números malintencionados, si lo que queremos es practicar una medicina proporcionada a los riesgos reales de las personas. El siguiente vídeo ha sido editado en febrero de 2020 por la factoría Gigerenzer y se ha convertido en imprescindible para aprender a manejar la diferencia entre riesgo absoluto y riesgo relativo.
Según el video, cuando la prensa australiana titula que los ataques de los tiburones se han doblado, sería bueno que, al mismo tiempo, dijeran que su incidencia ha pasado de uno a dos ataques por cada dos millones de submarinistas. Del mismo modo, cuando se informa a las mujeres que si aceptan entrar en un plan de prevención del cáncer de mama mediante mamografías cada dos años, empujadas por el dato mágico del 20% en la reducción de la mortalidad, también estaría bien que supieran que esta reducción se enmarca en un descenso de cinco a cuatro muertes por cada mil mujeres en programa, una reducción que en términos de riesgo absoluto es del 0,1%.
Gigerenzer explica que los riesgos relativos, siempre más llamativos, son usados de manera insistente para animar a las personas a tomar decisiones favorables a los intereses de los promotores o detractores de un determinado programa según les convenga. Pongamos un caso claro de manipulación de riesgos que, explica el profesor Gigerenzer en el siguiente vídeo, se vivió en Inglaterra y Gales en los años 60 con la aparición de los anticonceptivos de tercera generación, cuando se vio que el riesgo de trombosis había aumentado de uno a dos casos por cada siete mil consumidoras, por lo que algunos periódicos dijeron que el riesgo de trombosis se había doblado (lo cual era, en términos relativos, cierto), pero hubo un titular que anunció que el riesgo de trombosis había aumentado en un 100% por culpa de las nuevas pastillas y corrió el pánico. El resultado no se hizo esperar y hubo un gran incremento de embarazos de adolescentes y un exceso de 13.000 abortos anuales.
Una muestra de la falta de racionalidad colectiva en la comprensión del riesgo por parte de las sociedades, explica Gigerenzer, se vio en la reacción de los estadounidenses después del 11 de septiembre de 2001. La gran mayoría cogieron pánico a ir en avión y la consecuencia fue un aumento del tráfico rodado, especialmente en las grandes distancias, con el resultado estimado de unos 1.600 muertos en exceso en las carreteras, que se habrían evitado totalmente si, como hacían antes, estas personas hubieran tomado el avión, ya que en el periodo estudiado no se registró ningún accidente de aviación en aquel país.
Dice Gigerenzer que si en el siglo pasado se consiguió que una gran parte de la gente que habita este mundo aprendiera a leer y a escribir, ahora tocaría enseñar a la juventud a tomar decisiones basadas en estimaciones realistas. Si no se hace, la medicina basada en los riesgos estará siempre en manos de intereses poco transparentes.
Jordi Varela
Editor
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